Otras miradas

El candado urbano del 78

Jose Mansilla

Antropólogo

Jose Mansilla

Quizás no sea el mejor momento para hablar del candado del 78. Los malos resultados de gran parte de los ayuntamientos del cambio, así como la significativa pérdida de poder y representación, tanto autonómica y estatal de Unidas-Podemos, las confluencias y otros partidos menores, parecen haber aparcado, al menos temporalmente, algunos de los conceptos popularizados por el ciclo político que se puso en marcha el 15 de mayo de 2011. Sin embargo, eso no significa que los individuos, grupos sociales y fenómenos simbólicos y culturales que se aludían bajo tales términos hayan desaparecido. Como decía Monterroso, "el dinosaurio todavía estaba allí". No se han evaporado, así, parte de aquellas dinámicas que hicieron posible hablar de casta política; sigue, también, inalterable el entramado social y económico que puso sobre la mesa gente como Rubén Juste en su libro Ibex 35. Historia Herética del poder en España (Capitán Swing, 2017), o continuamos fascinados y atentos a las leyendas, vivas y muertas, de aquello que Víctor Lenore ha denominado, en su último trabajo, Espectros de la movida. Por qué odiar los años 80 (Akal, 2018), quizás el experimento más exitoso de desideologización en masa de las últimas décadas.

En otro orden de cosas, entre 2005 y 2007, el profesor Manuel Delgado, publicó dos de sus libros más conocidos: Elogi del Vianant (Edicions de 1984) y La ciudad mentirosa. Fraude y miseria del modelo Barcelona (Libros de la Catarata). En ellos, el antropólogo catalán ponía el acento en cómo una ciudad entera, la capital de Catalunya en este caso, había caído bajo los ensalmos de las políticas socio-liberales de los gobiernos locales del PSC y su carismático alcalde Pasqual Maragall. Estos trabajos, sin embargo, no fueron los únicos que trataron este aspecto. El geógrafo Horacio Capel también publicó, en aquel entonces, una denuncia a esta estrategia político-territorial en su libro El modelo Barcelona: un examen crítico. Ambos fueron representantes sonados de un sinfín de publicaciones (artículos en prensa, revistas científicas, etc.) sobre las características de dicho modelo y sus influencias sobre la vida de los vecinos y vecinas de la ciudad. Puede ser en aquel momento no se interpretara así, pero lo que estas obras estaban denunciando era, precisamente, el candado urbano del 78.

Arriesgando un poco, sería posible afirmar que, de hecho, la llegada de los comunes al Ajuntament de Barcelona, o de Ahora Madrid y otras tantas candidaturas del resto del Estado al poder local, fueron, de hecho, una impugnación a dicho candado. Los nuevos municipalismos, con sus medidas políticas, pero también mediante la reconstrucción de narrativas y el uso de recursos simbólicos, recorrieron una enorme distancia en el cuestionamiento de ciertos paradigmas aceptados como normales en las políticas municipales españolas. Su atención a los proyectos de pequeña escala; de denuncia de los mega-eventos y proyectos de arquitectos estrella; su apuesta por garantizar el acceso a una vivienda digna; la introducción de medidas de gobernanza turística; el despliegue servicios sociales, etc., han sido iniciativas que pueden haber tenido mayor o menor éxito en estos últimos 4 años, ya sea por limitaciones competenciales o por incapacidad política, pero que, sobre todo, han servido para modificar el sentido común imperante en la política urbana contemporánea.

Así, más recientemente, y siguiendo con el caso de Barcelona, los intentos de asalto a la alcaldía de las candidaturas del PSC, con Collboni, o Ciutadans, con Manuel Valls, y sus propuestas estrella de celebración de Exposiciones Universales o Juegos Olímpicos, pero también la anuencia de la Autoritat Portuaria, gestionada por el Gobierno central, con la instalación de nuevos contenedores culturales de iniciativa privada y carácter fuertemente especulativo, como el Museo del Hermitage junto al Hotel W Barcelona (el Hotel vela), se plantearían, de este modo, como una vuelta a las viejas políticas urbanas del 78, aquellas centradas en la ciudad mercancía y en una extracción de plusvalías nada disimulada tras celofanes fastuosos.

En definitiva, la pérdida de poder político de ciertas iniciativas que consiguieron, aunque temporalmente y con toda una serie de limitaciones y objeciones, objetar un modelo de hacer ciudad, puede conducirnos a una vuelta a una serie de medidas que, cuando se llevaron a cabo, solo consiguieron aumentar la brecha social y la desigualdad en las ciudades. Esperemos que, se imponga quien se imponga al frente de los Ayuntamientos, sea capaz de mantener una línea de acción política que mantenga el sentido común alejado de las prácticas del candado urbano del 78.

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