Otras miradas

Los estadounidenses rechazan los números árabes

Javier López Astilleros

Documentalista y analista político

Según una encuesta realizada sobre 3.624 estadounidensesmás de la mitad estiman que los números arábigos no se deben de estudiar en los colegios. Consideran que son perjudiciales para sus vástagos, y temen ser contaminados con un mal irremediable, una especie de fiebre violenta y atávica.

Casi todos los encuestados ni imaginan que son los números arábigos. Es natural que los árabes escribieran sobre barro o papiro, tal vez algún pellejo, pero lo que es difícil de entender es que los números sean de su propiedad.

El resultado de la encuesta de Civic Science es que el 59% rechaza la paternidad/maternidad de los guarismos indo arábigos, y también expresa el por qué la mayoría de los evangélicos están obsesionados con Oriente Próximo: el 72% de los votantes republicanos no desean semejante contaminación. No es de extrañar que apoyen la enésima invasión en la zona. Los demócratas que rechazan los números semitas representan un 40%.  Entre los dos grupos de votantes "no hay diferencias en cuanto a educación".

Por otro lado, el 29% considera que los números árabes deberían incluirse en los planes de estudio. Es probable que voten a Sanders&Ocasio-Cortez, aunque es una suposición.

El 15% restante se ha quedado perplejo. ¿Rechazan la democracia algorítmica, o no entienden una pregunta así, tan llena de malicia?. Porque si lo que pretendían era ridiculizar a los miles de encuestados, y por extensión, a toda una sociedad, lo han conseguido.

Por eso John Dick, director ejecutivo de Civic Science, dijo que los resultados son "el testimonio más triste y divertido del fanatismo estadounidense...".

¿Prefieres que tus hijos estudien los números anglosajones, los hechos en nuestro país, o por el contrario deberían aprender unos guarismos mixtos e interraciales, del gusto de la familia Obama?, podría añadir la encuesta.

Hay quien piensa que no merecen un trofeo así, después de las guerras de los últimos años. Una vez desprovistos de este calificativo, hay que eliminar el término algoritmo, que hace referencia al sabio persa de Bagdad Al Juarismi, a quien se le debe, entre otros muchos logros, el sistema de numeración actual. El erudito persa no podría imaginar tal deshonor, ni que el antaño prestigio "árabe" fuera causa hoy de escarnio tan generalizado.

Los números son los hilos que tejen las sociedades, tanto como las letras. Pero también el rechazo a los morenos es un modo de ser, aglutinante de apoyo electoral, aunque no todos son inconvenientes. "Los árabes han impuesto sus costumbres por la fuerza de la espada, pero estamos dispuestos a transformar el golfo Pérsico, en el golfo Arábigo", reflexionan en el ovalado despacho del Capitolio.

Sin embargo, los guarismos son una abstracción de la imaginación de la naturaleza, y están cansados de que los utilicen con fines propagandísticos.

Ese rechazo también se da en el otro sentido, pues la arabidad tiene un punto de racismo étnico lingüístico, una especie de gloria  impostada e irreal, expresada hace décadas en algo tan difuso como el "panarabismo".

Para la sociedad neoliberal en absoluto los califatos merecen disculpas. Cuando un gran árbol que daba sombra cae por descuido, negligencia, o sencillamente la fuerza de los años, sólo queda hacer leña de éste, y a otra cosa. Sólo los arqueólogos e historiadores se preocupan por las torres caídas, como embalsamadores de cuerpos que tratan de descifrar.

La concepción lineal de tiempo, y su carácter progresivo, es desconcertante en el caso de los logros relacionados con el "mundo árabe". La inquietud renacentista no fue exclusiva de las cortes italianas. Centurias antes, el polímata Ibn Firnás (810 d.C)  intentaba volar en Córdoba, o el persa Al Biruni (973 d.C) calculaba el radio de la esfera terrestre. Pero el deseo de volar es una cuestión de principios, y no sería de extrañar que lo intentasen mucho antes.

Considerar que el saber es como un ente autónomo que se originó con el Mayflower (1620), es lo que confundió a los estadounidenses en la encuesta de Civic Science, que no logran comprender como es posible que los números tengan un adjetivo así. En su mente, contradicen las cifras judeocristianas.

La célebre caída de San Pablo del caballo damasceno tuvo importantes repercusiones. A nadie gusta apearse de la dignidad del equino, de una familia importante, y dejar que la nobleza del sanedrín acabe por los suelos. Naturalizar a Sócrates, Platón y Aristóteles como europeos de pleno derecho, y conciliar a los padres de la Iglesia con éstos, no es suficiente, porque faltan los arabizados. Por eso es difícil deglutir unos procesos algorítmicos así. Hablamos de tres culturas, pero la realidad es judeocristiana.

Es difícil de expresar la aprehensión republicana hacia los arábigos musulmanes, pero hay multitud de vídeos en el Internet evangélico obsesionados con el asunto. Los pastores y su numerosa prole no aceptan estos guarismos, porque se creen únicos y sin contaminación intelectual.

A tal punto llevan su proverbial supremacismo.

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