Otras miradas

Algunas encuestas huelen mal

Luis Navarro Ardoy

Departamento de Sociología, Universidad Pablo de Olavide.

Pixabay.
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Aunque de predicciones suelo andar un poco mal, es fácil que no me equivoque si afirmo que durante las próximas semanas verá usted muchos datos de encuestas. De ahí que haya pensado que le vendrían bien algunos consejos prácticos sobre su grado de credibilidad, el de las encuestas, claro.

Lo haré sin mencionar prácticamente ningún dato para centrarme en dos cuestiones que se antojan capital y que, por el contrario, lamentablemente suelen darse poco a conocer. Me estoy refiriendo al modo de preguntar y a la ficha técnica de la encuesta.

La primera: algo huele mal si se publica algún dato de una encuesta y no viene acompañado de cómo ha sido recogido. Al menos, hay que dar a conocer cómo se ha redactado la pregunta para recoger ese dato, porque conocer la literalidad de una pregunta sirve para comprobar si está bien formulada o, por el contrario, incita a una determinada respuesta, lo que supondría manipular a la persona encuestada.

Algo huele mal de una encuesta cuando se publica, sin más, que el 60% de ciudadanos en España desconfía de la clase política. Es un claro ejemplo de un dato suelto al que le falta información complementaria, por ejemplo, explicar cómo se ha preguntado a la ciudadanía. ¿Era una pregunta imparcial como la del ejemplo 1 que sigue a continuación o era una pregunta que intentaba manipular a la ciudadanía como la del ejemplo 2?

Ejemplo 1. ¿Podría decirme su grado de confianza con la política? ¿Mucho, bastante, poco o nada?

Ejemplo 2. ¿Es mucho su grado de confianza en la política? ¿Sí o No?

Tampoco es lo mismo preguntar con la siguiente enunciación: Refiriéndonos a la situación económica general de España, ¿cómo la calificaría usted: muy buena, buena, regular, mala o muy mala?, que hacerlo en los siguientes términos: ¿Actualmente la economía en España funciona mejor que hace dos años? ¿Sí o No? De nuevo, en este segundo caso, la pregunta invita a una respuesta positiva sobre la buena marcha de la economía.

Además, en este caso conviene saber que cuando en un cuestionario se pregunta por la valoración de la situación económica, y para no influenciar en las respuestas de las personas, se recomienda que la pregunta no sea formulada demasiado cerca de otras que se hagan sobre identificación partidista, ideología política o de valoración de líderes políticos.

Pensemos ahora en una pregunta sobre intención de voto. En este caso, por ejemplo, no es lo mismo preguntar si usted estaría dispuesto a votar a Vox en las próximas elecciones municipales que hacer la misma pregunta, pero añadiendo al final del enunciado que se trata de un nuevo partido político de extrema derecha radical.

¿Votaría usted a Vox en las próximas elecciones generales del 10 de noviembre? ¿Sí o No?

¿Votaría usted a Vox en las próximas elecciones generales del 10 de noviembre, el nuevo partido de extrema derecha radical? ¿Sí o No?

Como se puede observar, aunque en los dos casos se trata de una pregunta de intención de voto, las respuestas seguramente serán distintas dependiendo de si utilizamos una u otra pregunta. Una vez más, se antoja capital el modo de preguntar. El añadido al final del enunciado en esa pregunta de intención de voto aporta información extra con la intención de obtener de la ciudadanía rechazos al voto de Vox en las próximas elecciones generales del 10 de noviembre. Otro claro ejemplo que nos permite afirmar sin equivocarnos que «El diablo está en la formulación de la pregunta».

La segunda cuestión importante en este tema de las encuestas: junto a la necesidad y obligación de dar a conocer la literalidad de la pregunta, está también la de informar sobre el entramado técnico de la encuesta.

Por lo tanto, algo olerá bastante mal igualmente si el dato que se publica no se acompaña del entramado técnico de la encuesta o lo que se conoce como "ficha técnica", que, como en el caso de un coche, debe contener la información básica acerca de cómo ha sido diseñado: el tamaño de la muestra (el número de personas encuestadas) y el nivel de error, entre otros extremos. No es lo mismo preguntar a 500 personas que a 1.000.

Yo, qué quiere que le diga, dudaría bastante de comprar un coche si el vendedor me lo entrega sin su ficha técnica. Así que, en el caso de una encuesta, yo también dudaría de ella si el dato que se publica no va acompañado de su correspondiente ficha.

En resumen, piense siempre que algo huele mal o bastante mal cuando un medio de comunicación, una institución pública o una empresa publican datos de una encuesta y no dan a conocer ni la ficha técnica ni la literalidad de las preguntas que se han formulado para elaborarla.

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