Otras miradas

Estamos en una carrera por controlar el clima del planeta: la lucha debe continuar

Antonio Ruiz de Elvira Serra

Catedrático de Física Aplicada, Universidad de Alcalá

Shutterstock/Roschetzky Photography
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El día 23 arrancó la cumbre del clima en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Los jóvenes son protagonistas. El cambio climático está en boca de todos, las manifestaciones se suceden. Hasta las mayores contaminantes del mundo, las petroleras, hablan de capturar CO₂.

¿Se ha ganado la lucha?

Aún no. España es uno de los países que más habla de acciones contra el cambio climático. Pero no vemos grandes superficies cubiertas de centrales solares, ni fotovoltaica, ni solares térmicas.

Pasan los años, no se cambian las leyes. España no ha devuelto aún el dinero que debe a los inversores que financiaron las centrales de energía fotovoltaica de hace años y que se cerraron entonces sin reconocer los derechos a sus dueños.

En España, no existen centrales termosolares de más de 50 Mw, lo cual es una ineficiencia considerable.

Veo pocos autobuses eléctricos. Aunque veo enchufes para coches eléctricos en los parkings de Madrid, no los veo aún por las calles.

En la primera legislatura de Zapatero se apoyó con firmeza la energía solar, aunque no tanto el ahorro pasivo de energía. En la segunda se abandonaron las políticas contra el cambio climático. Durante el mandato de Rajoy se desarrollaron políticas activas en contra de la energía solar.

Hoy tenemos esperanzas, pero aún faltan las realidades.

¿Por qué tenemos que seguir luchando?

Hace unas semanas apareció la noticia de que un empresario con muchísimos recursos económicos de la India había adquirido derechos en Australia para explotar una de las mayores reservas mundiales de carbón, que quemará en las centrales eléctricas de su país.

China apoya la lucha contra el cambio climático y es uno de los países, con la India, invitados a la cumbre por el secretario general de la ONU, Antonio Guterres. Pero China no solo no cierra centrales de carbón, sino que sigue abriendo nuevas.

La curva de Keeling, la medida continua de concentración de CO₂ en la atmósfera, no muestra signos de abatirse. Sigue creciendo y este año se han superado las 415 partes por millón.

Me dicen quienes me conocen que tengo que estar contento, pues tras 20 años de activismo fuerte, mío y de muchísimos otros, hoy la gente conoce el problema. Se hace incluso una cumbre sobre el mismo en la ONU, los jóvenes se manifiestan, hacen huelgas.

No, no estoy satisfecho, no estoy contento. Cuando vea que la curva de Keeling se estabiliza, que empieza a bajar (si es que lo veo en lo que me queda de vida) entonces sí, pensaré que aún podemos mantener nuestra vida, nuestra cultura.

Pero hay que hacer muchos esfuerzos.

El CO₂ se mantiene en la atmósfera entre 120 y 150 años. El calentamiento que produce funde las tundras y libera metano (gas natural) como lo libera el fracking que se realiza en los EE UU. El metano tiene un potencial de retención de infrarrojos 30 veces superior al del CO₂, aunque su tiempo de permanencia en la atmósfera es de solo 30 años.

Estamos en una carrera por controlar el clima del planeta.

Aunque se dice que inundaciones tales como las del levante español de hace un par de semanas no son consecuencia del cambio climático, la realidad es que sí lo son. No su mera existencia, evidentemente siempre ha habido tormentas e inundaciones. Pero lo que sí es consecuencia del cambio climático es la intensidad, duración y repetición de estos episodios en fechas no habituales.

El cambio climático no es un cambio de color, de blanco a negro. No es un cambio de caballos a coches.

No es, siquiera, el calentamiento global.

El cambio climático es, esencialmente, el cambio en la circulación atmosférica, en la secuencia, intensidad y posición de los vientos, de los movimientos de las masas de aire.

El verde Sahara de hace 6 000 años se desertizó completamente al cambiar la trayectoria del aire en el trópico de Cáncer. Sin ser apocalíptico, esto mismo puede pasar ahora en el Mediterráneo.

No desapareceremos del planeta pero, si no frenamos de una vez las emisiones de CO₂, tendremos que cambiar de forma de vida, de zona geográfica, montar nuevas ciudades, emigrar en masa.

Tenemos todas las herramientas en nuestras manos. Hoy la energía solar es barata.

¿Por qué dejamos pasar meses, años, sin actuar de verdad?

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation

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