Otras miradas

A vueltas con ser mamá

ANA BERNAL-TRIVIÑO

Pixabay.
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En este tiempo son varios los libros que, a raíz del movimiento feminista, han surgido como cuestionamiento de la maternidad. Quienes me leen recordarán lo que escribí sobre la maternidad o, en concreto, sobre la NO maternidad, el respetar mi decisión de no ser madre.

De todos los libros que he leído sobre este tema me quedo con dos. Uno, el de Diana López Lovar, con Maternofobia (Península). Otro,  El Vientre Vacío (Capitan Swing), de Noemí López Trujillo. Los dos me han llegado de forma especial porque son compañeras, nos conocemos, y hemos compartido parte de la ruta por esto del feminismo. Las dos relatan sus vivencias desde la perspectiva de la precariedad, de la situación económica y de unas vidas llenas de obstáculos que nos han dejado, en muchas ocasiones, en un limbo del que ha costado salir.

Las dos me han removido a partes iguales por una maternidad, que si bien la tengo ausente en mi vida, no deja de tirar de una forma constante, como si llamase la atención sobre la decisión que se toma. Leer sobre la maternidad deja en evidencia cómo el dilema de ser madres se mantiene en el tiempo como una pregunta que nos azota desde dentro y desde fuera, y que nos llega en forma de testigo de unas a otras, a través de las generaciones. Una pregunta a la que estamos obligadas siempre, sí o sí, a responder. Aparece y desaparece de forma constante, gira como un tiovivo y te sorprende cuando menos lo esperas. Todas, absolutamente todas, hemos tenido que resolver de una u otra forma esa responsabilidad y desde pequeñas ya nos enfocan hacia ello.

Aunque no quieras hablar del tema, la sociedad ya se encarga de recordártelo. No solo la gente más cercana, sino en múltiples circunstancias, como una visita al médico. Me ha venido a la memoria cuando, para aspirar a un puesto en una universidad (afortunadamente, no es en la que ahora trabajo), me preguntaron entre las primeras cuestiones si yo quería ser madre. Estaba en paro, tenía 30 años y en lugar de preguntar primero por mi tesis doctoral o mis investigaciones, consideraron más importante saber si quería ser madre. Luego, cuando lo negué, me preguntaron si tenía pareja, por asegurarse aún más de las posibilidades que habría.

También he recordado cuando iba a cerrar la televisión donde trabajaba y un compañero dijo a bocajarro: "Bueno, Ana, como tú no tienes hijos y no quieres ser madre, es mejor que te despidan a ti que a otros". Me dolió en especial esta última frase de un compañero porque se suponía que, si no era madre, podía desde cobrar menos a ser la primera en irme a la cola del paro. Mi vida como mujer independiente no merecía un puesto de trabajo, según él. Y mi decisión de no ser madre ni siquiera, en aquellas circunstancias, podía cuestionarla. Nadie sabía si, quizás, en unos meses podía cambiar de parecer y ser madre con la pareja con la que estuviese. En plena crisis económica, cuando yo me buscaba un doble trabajo para mantener mis responsabilidades (que van más allá de tener hijos), me sentí tratada como un ser inferior, relegada o sin derecho a una subsistencia si la maternidad no entraba en mis planes. Luego, siempre caía la frase de "es que no te gustan los niños". Pues mire, sí, me gustan los niños, me río y juego con ellos si tengo ocasión, no les tengo fobia ni por asomo, solo que soy yo la que no quiere ser madre y punto. Y a partir de ahí te miran con cara de ver un extraterrestre.

Sin duda, Diana, Noemí, yo... y, con nosotras, a cientos y miles de mujeres más nos llegó la pregunta y el dilema de la maternidad en el peor momento de nuestras vidas, en el más  precario, en el más pobre, en el que no podíamos permitirnos fallar en nuestros trabajos temporales aunque estuviésemos enfermas, en el que estuvimos en la cola del paro, en el que nos costaba mantenernos a nosotras mismas, en el que los proyectos de futuro no se contemplaban, en el que nuestras vidas son solo un "hoy, hoy, hoy" pero no un "piensa en el mañana". A veces me considero una mujer afortunada por no haber tenido esa llamada a la maternidad desde pequeña de una forma intensa, o porque cuando me ha entrado la duda o la flaqueza he podido sortearla sin salir dañada, pero quisiera o no quisiera la pregunta de ser madre siempre ha estado ahí.

Leo a Diana con una mayor identificación sobre mi vida, donde las piedras del camino quizás nos ha hecho ver la sociedad con la misma mirada. Leo a Noemí con desazón por su angustia de no poder ser madre. Y me reviso a mí misma, con la cierta calma que dan los años y tener algo más de seguridad en una. Pero siempre supe que si, por un momento, pensé ser madre en alguna circunstancia, mis capacidades materiales y económicas me lo hubiesen impedido. No me muevo entre la fobia a la maternidad ni siento que mi vientre está vacío, aún estoy eliminando todas esas preguntas que escuecen. Tenemos que hablar y crear nuestro relato sobre la maternidad y sobre la no maternidad, cada una desde nuestras experiencias, sin olvidar el contexto. A ver si así logramos que las mujeres del mañana no se sientan raras ni dañadas cuando les llegue la pregunta de la maternidad.

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