Otras miradas

Iglesias, deja de lloriquear

José Ángel Hidalgo

Funcionario de prisiones, escritor y periodista

El líder de Podemos, Pablo Iglesias, durante un acto de precampaña celebrado en el edificio de la Fundación Diario Madrid. EFE/Luca Piergiovanni
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, durante un acto de precampaña celebrado en el edificio de la Fundación Diario Madrid. EFE/Luca Piergiovanni

Qué tristeza inmensa ver cómo dos amigos queridos rompen de súbito todo lazo afectivo y llegan a desear lo peor el uno para el otro. Así le sucede a Piotr, que sufre sin medida a consecuencia de un trauma que le amarga sin remedio: su amigo y vecino Vlásich, un hombre casado, ha raptado a Zina, su querida hermana.

Exasperado, con deseos de cometer una barbaridad, Piotr se estremece al borde de un abismo de tinieblas sin cuento, "... otro vendrá y degollará a mi madre; un tercero nos robará e incendiará la casa". Y lo que más le duele es el cariño y respeto que durante años le unió con el seductor, sí, porque éste ha perpetrado su osado crimen "bajo la máscara de la amistad y las ideas elevadas (...)".

Vecinos es un gran relato de Chéjov que, como sucede con toda su literatura, contiene una lección imperecedera de humanidad.

Es un sufrimiento inmenso, el de Piort que a mí me recuerda mucho al que un Pablo Iglesias nunca ha podido disimular por la "traición" de su amigo del alma, Iñigo Errejón.

No, no será así— grita en soledad Piotr, incapaz de aceptar semejante decepción, en un pronto que es claramente irracional.

Y es irracional porque su deseo de venganza choca con sus propias convicciones: en realidad se levanta airado contra una decisión soberana y libre tanto de Vlásich como de Zina, porque la cuestión es que ésta no ha sido raptada, sino que ella se marchó con un hombre casado por propia voluntad.

Pero el deseo del amigo despechado es el de hacer una barbaridad, abofetear al seductor, darle un fustazo en presencia de Zina.

Me dirán que lo que hacen es amor libre, libertad personal (...) Les demostraré que no tienen razón; la libertad está en la abstención, y no en la subordinación a las pasiones— se atormenta el protagonista con ideas estrafalarias que, en realidad, son contrarias a las suyas propias.

Tal y como en un pasado mejor Iglesias y Errejón evocarían emocionados celebraciones y salidas conjuntas, Piotr recuerda en ese tobogán infernal de emociones en el que se ha convertido su cerebro, que hacía dos semanas (¡dos semanas tan solo!) él y Vlásich habían cantado en mitad del bosque unos versos estudiantiles, "...no amar es destruir la vida joven".

¡Miserable canción!— estalla de rabia Piotr al recordar la aún fresca peripecia.

Incapaz de soportar tanta quemazón del alma, galopa raudo en busca de Vlásich para encararlo y pedirle alguna explicación, tal y como debemos suponer, Iglesias corrió alguna noche al encuentro de Errejón después de saber consumada la ruptura, aunque en este caso sin montarse en un caballo, podemos suponer también.

Como resultaba previsible o inevitable, al encontrarse ambos los reproches comiencen a brotar: a consecuencia del profundo dolor que sienten, no llegan sin embargo a expresarse en términos irreparables. Así, se lee en el cuento, "si lo que uno hace desagrada al otro, eso no significa que la acción sea mala".  Y también, "quien coloca por encima la tranquilidad de sus allegados debe renunciar a una vida guiada por las ideas".

Piotr finalmente descalifica al amigo duramente, pero lo hace cuando ya regresa de nuevo a su casa, en silencio, soportando un dolor agudo, profundísimo, que ahoga su corazón y le hace levantarse con un gran resentimiento otra vez contra el amigo: "Vlásich es liberal y en el distrito lo tienen por rojo pero esto en él resulta aburrido (...) En su boca las ideas buenas y honestas, parecen triviales y suenan a viejas de tal forma que parecen no salir de un cerebro vivo, sino de una máquina".

Cree, como Iglesias seguramente, que el sacrificio de su hermana, la traición de su amigo, no va a funcionar, que son un despilfarro inútil, "un disparo sin bala pero en el que se va a quemar mucha pólvora". Son reflexiones que bullen en pleno desafuero mental, expresadas con la psicología maltrecha del que ha sido engañado.

Críticas de similar contundencia, motivadas por la frustración emocional y política (¿acaso no son lo mismo?), nunca deberíamos habérselas oído a quien ha de hacer gala de la serenidad del gran estratega que es Pablo Iglesias.

Pero es que al líder de Unidas Podemos, como a Piotr, se le rompe el corazón al pensar "... en la claridad pureza, alegría, de cuando Zina estaba en casa". Aquel pasado de unidad política, fuerza, juventud, aquellos círculos tan vívidos y redondos. Sobraba entonces ilusión, pues la sola idea de un futuro nuevo y más justo dotaba a todas las palabras de una energía inédita en la política española hasta entonces.

Los ojos de Piotr se llenan de lágrimas: todo ha acabado para siempre, entiende, pues Vlásich y Zina son libres de elegir su propio destino.

—¡Habéis hecho bien!— estalla para sí mientras da un fustazo al caballo y se aleja al galope.

Pero enseguida musita con las bridas en la mano, "... me comporto como una vieja, venía a resolver la cuestión y la he enredado más". Imaginó muy negros cuadros de futuro "y se vio a si mismo pusilánime, débil, con la cara de quien se siente culpable".

Quiso entonces volver y matar a Vlásich a palos, y se percató de que en el fondo y hasta ese mismo día, nunca había actuado sin decir y hacer lo que pensaba, y que los demás le habían pagado con la misma moneda. Es ésta una pertinente reflexión del personaje que nos hace pensar  hasta qué punto las decepciones que tanto nos contrarían no son también, en el fondo, una responsabilidad nuestra. ¿O es que Pablo Iglesias nunca se ha hecho esta pregunta? Quizás no, pero seguro que al igual que hiciera Piotr, se detuvo una noche ante un lago que reflejaba el cielo; y sus ideas se confundirían con las algas y le pareció que aquello definitivamente no tenía remedio.

¿Pero es que no hay vida más allá de aquella noche junto al lago? ¿No debería Iglesias dejar de lloriquear ante esa orilla, pasar de comportarse, en expresión de Chéjov, como una "vieja" quisquillosa y enredada a todas horas con los vaivenes que le provoca la herida abierta de sus sentimientos?

La estrategia de confrontar a Unidas Podemos con Más País es una trampa en la que está cayendo Iglesias con cierta inocencia, y quizás sea hasta comprensible, o inevitable, porque son multitud (a derecha e izquierda) los que le impelen o jalean para que no se salte la partitura.

¿Es que no se percatan en Podemos de que cuanto más hostiles se muestran con las maniobras luciferinas de Errejón, Maestre o Sabanés, más impresión de fragilidad dan?

Sí, aunque Pablo se muera de rabia al ver cómo alimentan desde los platós la coquetería de un Íñigo cada vez más petimetre (hipnotizados los tiene con su aureola de moderna insustancialidad), mostraría un rasgo de inteligencia política superior si, aceptando de una vez la legitimidad de la fuga de su ex amigo del alma, volviese a ilusionarnos con la fuerza titánica de su discurso natural.

¡Qué grande es Chéjov! ¡En tiempos de rencillas y traiciones de patio de Monipodio nada hay más reconfortante que leer sus cuentos!

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