Otras miradas

Lo que Vox hace con los derechos humanos

ANA BERNAL-TRIVIÑO

No quiero hacer un artículo muy tedioso, solo algo de memoria y unas ideas concretas.

Aún recuerdo cuando llegué al aula de Derecho Internacional en la carrera. En clase, la profesora empezó a hablar de los derechos humanos con una defensa demoledora. Nos hizo conscientes de que representaban un acuerdo de mínimos, unas líneas rojas imposibles de rebasar o atacar.

Tras dos guerras mundiales, en las que murieron millones de personas, con un holocausto, y con situaciones demoledoras llenas de tragedia, para evitar que se repitiera ese horror, se creó un este marco para, al menos, asegurar el respeto por la dignidad humana. Primero, en 1945, nace Naciones Unidas con esta declaración:

"Nosotros, la gente de las Naciones Unidas, estamos decididos a proteger a las generaciones venideras del azote de la guerra, la cual dos veces en nuestra vida ha producido un sufrimiento incalculable a la humanidad".

Años más tarde, en 1948, una comisión bajo la presidencia de Eleanor Roosevelt desarrolló la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Por si alguien no lo ha leído, solo subrayo esto que menciona parte de su preámbulo:

"... el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad, y que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias;"

"....La reafirmación de los derechos fundamentales en la dignidad y el valor de la persona humana y en la igualdad de derechos de hombres y mujeres".

La dignidad, la no humillación, la no sumisión, la no esclavitud, la no discriminación, el ser tratados todos en igualdad es lo que nos da por dentro el armazón para afrontar la vida desde la propia identidad y emprender nuestro camino. El sentirse humano, parte de la vida, y no un objeto al que aplastar en cualquier instante. Esa es la gran diferencia. Estos son los derechos de las personas solo por el hecho de serlo. Y su ausencia provoca y pone las semillas de la violencia.

Es cierto que su implantación no es fácil en una estructura donde el capital está por encima del respeto por la dignidad humana, donde todo se vende y se explota. Pero si hay incumplimientos, eso no justifica que demos un paso más hacia su vulneración o abandono. Numerosas ONGs persisten en la denuncia de su incumplimiento pero estamos en un paso decisivo donde el mínimo respeto y consenso sobre estos derechos, sobre el que se asienta la inmensa mayoría de las democracias actuales y sus constituciones, pierda más apoyo social y, con ello, dañe aún más a quienes lo necesitan, que somos todo el mundo.

Contra el respeto de la dignidad humana está Vox y también las políticas económicas liberales, porque generan desigualdad a costa de vulnerar derechos. Hablamos de los derechos más básicos, independientemente de su raza, sexo, religión, nacionalidad o país de origen. Y es ahí donde Vox y otros políticos cómplices establecen el marco de la diferencia. Y lo pueden hacer. Pueden inventarse un relato porque la falta de memoria, conocimiento y significado de los derechos humanos está ausente en nuestro país. Solo hay que leer su programa electoral para ver que, de implantarse sus medidas, corren peligro nuestros derechos, nuestra sanidad, nuestra educación, nuestra convivencia.

Lo de Naciones Unidas no es un paripé. Leemos de forma habitual cómo constituye el único tirón de orejas a la falta de cumplimiento del Estado. Lo hace emitiendo informes a favor de personas desahuciadas, de personas homosexuales, de mujeres que sufrieron violencia machista y luego violencia institucional, o cientos de circunstancias donde Naciones Unidas es el último refugio para gritar ayuda por parte de las víctimas. Normalizar el discurso neofascista es relativizar cada día los derechos humanos, es ceder un poco de cada uno de ellos, de forma sutil, hasta que nos demos cuenta de que será casi imposible recuperarlos. La historia se repite porque no aprendemos.

Tenemos que luchar por mantener estos derechos, recordarlos y reivindicarlos. Sin derechos o con su vulneración, aparece el sufrimiento y desaparece un futuro digno para las próximas generaciones. Por eso siempre digo que los derechos humanos no se debaten, se defienden. No entremos en su juego. Lo que Vox y sus aliados hacen con nuestros derechos fundamentales es atacarlos, expoliarlos y retroceder en lo que ya habíamos logrado avanzar. No blanqueemos ni relativicemos su discurso. Una forma de defender esos derechos, ese mínimo, es en las urnas.

No seamos monigotes manejados al antojo de la mentira. Decía el preámbulo que el desconocimiento de los derechos generan actos de barbarie... actos de barbarie. No tiene que ser una guerra mundial. También puede ser una guerra entre nosotros mismos, en una lucha de supervivencia. No demos ni un paso hacia ello, ni en falso. Patrimonio no es sólo lo material, lo físico, nuestro vehículo o nuestra casa. También es lo que nos aporta protección y nos defiende ante los abusos. Tengamos memoria y reivindiquemos la dignidad humana. Es lo único que nos salva.

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