Otras miradas

La bicicleta, aliada inestimable en tiempos de pandemia

Mariano Reaño

Gestor de movilidad y asesor jurídico de ConBici

Una persona monta en bicicleta y se protege con una mascarilla en Barcelona. E.P./David Zorrakino
Una persona monta en bicicleta y se protege con una mascarilla en Barcelona. E.P./David Zorrakino
17 MARZO 2020 COVID;CORONAVIRUS;PANDEMIA;ALERTA SANITARIA
17/3/2020

En los días pasados la asociación ConBici (coordinadora en defensa de la bicicleta) ha tenido que hacer frente a diversos episodios en los que, por parte de las autoridades o incluso de algunos miembros de las fuerzas de orden público, se criminalizaban comportamientos perfectamente adecuados a la legalidad, como son los de utilizar la bicicleta como medio de transporte en los desplazamientos cotidianos.

Así, hemos visto que en la cuenta de Twitter de una comunidad autónoma se recomendaba expresamente no usar la bicicleta, ilustrándolo con una imagen bastante poco afortunada, en la que el manillar de la bicicleta se acoplaba a una máscara de respiración asistida. También hemos sufrido el incidente de un trabajador que, desplazándose en bicicleta, fue interceptado, increpado y amenazado por fuerzas de seguridad en una ciudad norteña. Y no son las únicas ocasiones en que se ha estigmatizado a la bicicleta en usos perfectamente lícitos.

Obviamente, estamos refiriéndonos a aquellos contemplados en la norma, el Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, por el que se declara el estado de alarma para la gestión de la situación de crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19.

Como quiera que aquella suscitaba dudas -a nuestro juicio, infundadas- ha hecho falta una interpretación, contenida en el informe de la Subdirección General de los Servicios Consultivos de la Abogacía General del Estado con la rúbrica RESPUESTAS A CUESTIONES PLANTEADAS SOBRE LA INTERPRETACIÓN DEL RD 463/2020, el cual afirma que:

"Como puede observarse, la voluntad del legislador es que aquellas actividades para las que se permite la circulación de las personas durante la vigencia del estado de alarma se realicen en todo caso "individualmente", ya se haga la circulación andando, corriendo, en bicicleta, en motocicleta o en cualquier tipo de vehículo."

Se ha pretextado que el uso de la bicicleta podría detraer, en caso de accidente, recursos sanitarios ahora tan necesarios, sin tener en cuenta que la accidentalidad de la bicicleta comparada con la que originan coches y motocicletas es puramente anecdótica y en la mayoría de los casos se refiere a episodios en los cuales se produce una interacción con los vehículos motorizados, esto es, que la bicicleta es todavía más segura considerando su accidentalidad per se.

A diferencia de otros medios de transporte, la bicicleta permite desplazarse de manera muy eficiente, sin que se produzca la inevitable aglomeración de personas propia del transporte público. A todos nos ha llamado la atención ver durante estos días imágenes de los trenes de cercanías llegando a grandes ciudades, atestados de gente y con la imposibilidad material de guardar las distancias de seguridad que las autoridades sanitarias recomiendan para minimizar los supuestos de riesgo que provocan los modos de propagación de la enfermedad.

Otros Estados europeos están promoviendo y fomentando el uso de la bicicleta por las ventajas apuntadas, en estos tiempos convulsos, lejos de poner trabas a su uso permitido. Esa es una actitud en la que la racionalidad y la ausencia de prejuicios priman, en un pragmatismo que deberíamos emular.

De otra parte, acaba de difundirse el informe de la asociación "Ecologistas en Acción", en el que se lleva a cabo un análisis comparativo de la calidad del aire en una veintena de ciudades del Estado español, y en el que se observan unas reducciones en los índices de contaminación de óxido de nitrógeno importantísimos y muy elocuentes. También se han publicado noticias relacionando la contaminación atmosférica con la letalidad del virus (The Guardian, 17 de marzo). No menos llamativos son los informes referidos a la disminución del ruido ambiental (conocemos unos de Ille de France que pone ello de manifiesto, aparte de ser constatable el fenómeno en nuestras ciudades). No olvidemos que la contaminación acústica también mata.

Es bien sabido que el uso de la bicicleta mejora la capacidad respiratoria y fortalece el sistema inmunitario, haciendo a las personas que la usan más resistentes a las infecciones (por ejemplo, está comprobado estadísticamente que las personas que van en bicicleta a trabajar sufren menos episodios de bajas laborales).

Así pues, la alternativa de la bicicleta se erige como una muy interesante para evitar un indeseable escenario de personas atestando vagones de tren, metro o autobús. Tras superar la pandemia, vendrá un tiempo en el que no solo por recomendaciones sanitarias, sino por la propia conciencia social acerca de nuestra vulnerabilidad, será deseable mantener esa distancia de seguridad.  Ello hará recomendable, más que nunca, que ese medio de transporte maravilloso e inteligente ocupe un lugar de privilegio entre las opciones que caben en el ámbito urbano para los desplazamientos cotidianos.

Si antes, y ya por razón de la contaminación atmosférica y acústica y la ocupación del espacio público inherente al tráfico motorizado, la apuesta por la bicicleta constituía la opción más sabia por parte de nuestros políticos, ahora, en estos tiempos en que tanto hablamos de que debemos replantearnos muchas cosas, tales como optar por el producto local,  fortalecer nuestro sistema sanitario público, estrechar nuestros vínculos con la comunidad, y tantos otros, poner a la bicicleta en el lugar preemiente que merece en nuestro modelo de movilidad cotidiana, ha pasado de ser conveniente a resultar  del todo  imprescindible.

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