Otras miradas

Mubarak, en el reino de los justos

Augusto Zamora R.

Profesor de Relaciones Internacionales

Augusto Zamora R.
Profesor de Relaciones Internacionales

La absolución de Hosni Mubarak, el ex dictador egipcio tumbado por la ‘primavera árabe’, ha enterrado el espejismo que originó aquel poderoso movimiento popular en 2011. Pero es hacer alboroto de nada si alguien se sorprende por la sentencia que le absuelve de la muerte de casi 900 manifestantes y de corrupción. Era una decisión cantada desde que, en julio de 2013, el ejército egipcio derrocara al presidente electo, Mohamed Morsi, y pusiera fin al peligroso juego de la democracia. La sentencia absolutoria trasciende la figura de Mubarak y de sus hijos. El tribunal ha absuelto treinta años de dictadura, de crímenes y corrupción que afectan al Ejército y al antiguo partido gobernante. También ha rehabilitado la inmensa y multimillonaria trama política y económica tejida en torno a Mubarak, sobre todo por las Fuerzas Armadas (que han amasado tal fortuna que prestaron 2.000 millones de dólares a su propio gobierno).

Con 86 años, Mubarak era un cadáver político, casi literalmente. El riesgo de una condena no era, realmente, para su persona, sino para todo lo que representa, interna y externamente. Condenarlo habría podido abrir la puerta a otras muchas investigaciones, en un país tragado por la corrupción, de la que la cúpula militar es gran beneficiaria.

Mubarak era firme defensor del tratado de paz con Israel de 1979, de mano dura con los palestinos y de palo a Irán. En reconocimiento a esa política, que había descalabrado la unidad árabe frente a Israel, Egipto empezó a recibir 1.500 millones de dólares de EEUU, para adquisición de armas (estadounidenses, claro), un premio miserable para la traición, sobre todo comparándolo con los 10.000 millones que recibía Israel. A partir de 1979, Egipto se convirtió en el principal aliado israelita, tras EEUU, y en el mayor Estado-gendarme árabe; único país musulmán, además, capaz de hacer contrapeso a Irán en la región. Como tal gendarme, Egipto cerró a hierro la frontera con Gaza.

La ‘primavera árabe’, al abrir Egipto a la democracia, puso en peligro estos intereses, peligro que se hizo realidad con la elección de Mohamed Morsi. El nuevo presidente tomó decisiones que –seguramente- firmaron su sentencia de muerte, por ahora política. De una parte, redujo los controles de acceso a la franja de Gaza, lo que irritó seriamente a Israel; por otra, autorizó que navíos de guerra iraníes cruzaran nuevamente el canal de Suez. Peor aún, mejoró las relaciones con Irán y, horror de horrores, visitó Teherán, en agosto de 2012, además de permitir los vuelos comerciales entre los dos países. Sus errores políticos servirían para encubrir los verdaderos objetivos del golpe militar.

El golpe de estado de Al Sisi -militar graduado en Gran Bretaña y EUU, un perfil copiado de la extinta Escuela de las Américas-, puso fin al ensayo democrático, con unos millones de ingenuos egipcios aplaudiendo a su nuevo verdugo. Con Al Sisi recuperaba el poder el núcleo duro del ‘mubarakismo’, quedando claro que Egipto volvería a ser lo que era bajo Mubarak. La elección de Al Sisi como presidente ‘constitucional’ resultó un auténtico esperpento pero, como el golpe fue aplaudido a rabiar por EEUU y sus acólitos, se la consideró ‘democrática’ (lo que nos da medida de las ‘democracias’ que gustan a la OTAN). Ilegalizada la principal fuerza política egipcia (los Hermanos Musulmanes), Al Sisi ganó con un 55% de votantes y, como Kim Jong Il, con el 96,9% de votos (el 3,1% restante pudo deberse a que los contadores se votos no eran doctos en fraudes, aunque es ridículo pensar que hubo algún conteo).

Como suele ocurrir con dictaduras y regímenes clientelistas, los sucesores no iban a dejar al anciano Mubarak, fundador del régimen, en la ‘deshonra’, ni a sus hijos en la cárcel. Salvarlos a ellos permitía sentar un precedente ante futuras revueltas. No en vano, desde el golpe militar de Al Sisi, han sido muertas más de 3.000 personas, hay 41.000 detenidos y se han dictado 183 penas de muerte. Los Hermanos Musulmanes están reducidos a organización terrorista y el movimiento 6 de abril (el 15-M egipcio) fue ilegalizado en abril pasado y muchos de sus dirigentes están presos. El justo e inocente Mubarak, al final, pasará a la historia como una hermanita de la caridad.

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