Otras miradas

El trilema conservador en la España de bloques

David Vila

Profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad de Zaragoza

El presidente de VOX, Santiago Abascal (izq) y el presidente del PP, Pablo Casado (dech), hablan durante la sesión de constitución de las Cortes para la XIV Legislatura E.P./Eduardo Parra
El presidente de VOX, Santiago Abascal (izq) y el presidente del PP, Pablo Casado (dech), hablan durante la sesión de constitución de las Cortes para la XIV Legislatura E.P./Eduardo Parra

La derecha ha abandonado la foto de Colón para promover la vieja capitanía del PP, mientras Ciudadanos planta batalla en la negociación de la papeleta conjunta

El bloque conservador español se encuentra muy activo. Son la efervescencia y experimentación propias de un momento en el que todos tienen recetas, pero nadie un restaurante que haya estado abierto más de tres años. Estas semanas Enric Juliana destacaba el renovado vigor del aznarismo, una tesis que predica que el PP es el partido alfa de la derecha, no al moderar su mensaje y esconder sus valores, sino, al intensificar su oposición al Gobierno y a aquellos, como miguitas que marcan el camino de vuelta para los votantes que se fueron a Vox, que dividieron el bloque y regalaron el gobierno al verdadero adversario. La estrategia está funcionando, en la medida en que, semana tras semana, gana aliento demoscópico y escora a Abascal, justo cuando se dan las circunstancias óptimas del manual trumpista. La estrategia no está funcionando, en la medida en que exige instalarse en primer plano y, por ejemplo, convirtió la semana que podría haber sido la de los datos del paro y el peaje de decisiones de alarma y fases, en la semana de perder un pulso defendiendo una posición contranatura y nada hegemónica en la votación sobre el estado de alarma.

Se supone que la tesis aznarista ha enterrado la tesis de Colón: ofrecer el producto en tres gamas para no dejar ningún voto en casa. El entierro lo ha ejecutado la realidad del sistema electoral, el contrataque de la plurinacional en demasiados territorios y lo que Pablo Elorduy llama la "traición" de Ciudadanos. Aunque, las dos arenas en que la derecha ganó Madrid ya mostraron que se trata de una tesis que solo funciona cuando tu adversario la sigue con más vehemencia que tú mismo, persisten muchos incentivos para seguirla, unificar las críticas al gobierno y ganar un puesto en cada reedición de la famosa foto. Mucha gente se ha salido del grupo, pero nadie ha eliminado los contactos de la agenda.

En tercer lugar, existe una variación de la tesis aznarista, la tesis de la papeleta, que hasta ahora solo ha seguido con éxito Navarra Suma. Una alianza electoral en torno a la marca preponderante en cada territorio que erija a dicha opción como el voto útil frente a Vox y aproveche la regla electoral. Este enfoque requiere una desigualdad de fuerzas pronunciada entre los partidos que se alían y eso es algo que la debacle de Ciudadanos en noviembre ha favorecido a escala estatal. Es la estrategia que Arrimadas expuso en sus primarias como la única alternativa, aunque parezca una disolución negociada dentro del PP en provecho de los mejores perfiles naranjas y de los huecos que abre la renovación de Casado. El defecto de esta operación es que solo suma si la absorción se hace momentos antes de las elecciones. Si la absorción se anuncia a tres años vista, al momento de conformar las listas, el electorado ya ha descontado la disolución y, de hecho, solo cotiza un partido. Advertir el desvanecimiento de Villacís, desde su lejanísimo liderazgo de la oposición en el Ayuntamiento de Madrid hace un año, provoca que le tiemblen las piernas a cualquiera. El volantazo de Arrimadas puede ser el regreso a una tercera vía que, ante la crisis, no ve ni rojos ni azules o, lo que parece más probable, un refuerzo de su posición negociadora de cara a las previsibles elecciones de verano en Euskadi, Galicia y Cataluña.

Qué tesis se impondrá depende en definitiva de la evolución de dos incógnitas. Por un lado, cómo quede la pugna entre bloques (tal es el tablero político actual) en el paso de la crisis sanitaria a la social. Un envite en el que el desgaste lo lleva el Gobierno, pero la bandera de la anti-España se ha consumido en el marco patriótico del estado de alarma. Y, por otro lado, qué pasará con los gobiernos regionales de PP-Cs. Mientras lo de Arrimadas permanezca en el terreno de la táctica, se encuentran a salvo, pero no debe olvidarse que la situación de los gobiernos regionales es muy distinta a la estatal. Los partidos que apoyaron a Sánchez tienen un proyecto que se interrumpiría con la entrada de Ciudadanos, pero, en los distintos territorios, no tienen ninguna oportunidad de efectuar tal cosa y el viraje solo tiene que sentar en el mismo pacto a los extremos del eje conservador - progresista, y no también, como en el pacto estatal, a los del eje centralismo - plurinacionalidad. Nadie resiste la tensión de firmar el empate cuando va perdiendo y, además, el rival lo celebra con fotos de portada cada domingo.

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