Otras miradas

Los últimos podrían ser los primeros: Castilla y León

Juan José Laborda

Miembro del Consejo de Estado. Fue senador en 1978 y presidente del Senado (1989-1996).

Vista general del parlamento regional de Castilla y León durante la sesión de constitución de Las Cortes de la X legislatura. E.P.
Vista general del parlamento regional de Castilla y León durante la sesión de constitución de Las Cortes de la X legislatura. E.P.

En el evangelio de San Mateo se encuentra la frase "los últimos serán los primeros", y lo que parece ser una paradoja medio injusta -el dueño de la vid paga lo mismo a los que trabajaron toda la jornada que a los sólo estuvieron una hora-, en realidad esa parábola es una respuesta dialéctica al hecho de que la vida es impredecible.

La política en Castilla y León parece decirnos algo así como que podría estar abriéndose algo bueno en medio de tanta miasma para la salud y la política.  En efecto, diversos medios de comunicación han resaltado el singular grado de entendimiento de los líderes y fuerzas políticas de esa Comunidad Autónoma.

Castilla y León fue la última región que se dotó de Estatuto de Autonomía, y eso fue porque la división de las fuerzas políticas era tan grande, que hubo que esperar a que el Tribunal Constitucional avalase el primer Estatuto (1983), impugnado por los que en Segovia, León y Burgos no aceptaban su inclusión en Castilla y León, pues consideraban que esa nueva región carecía de fundamento histórico, social y sentimental.

Pero Castilla y León, que fue la última, puede estar situándose la primera en un posible nuevo espacio de acuerdos políticos que sirvan para afrontar un dificilísimo futuro sanitario, social y económico en España. Las noticias de que los dirigentes políticos regionales están trabajando juntos, y buscando el máximo acuerdo para resolver los problemas de hoy y de mañana -paro, endeudamiento público y privado, pobreza, dificultades en la sanidad y en la educación públicas, etc.-, ¿supondría que el regreso a los grandes acuerdos de amplia duración se está materializando primero en la Comunidad hasta ahora sin mucho liderazgo en el conjunto autonómico español?

Mientras los dirigentes nacionales de los grandes partidos estatales producen rechazo y suscitan una preocupante desconfianza social, Alfonso Fernández Mañueco, presidente de Castilla y León, Luis Tudanca, dirigente socialista en la oposición, Francisco Igea, vicepresidente del gobierno regional y el máximo representante de Ciudadanos en el gobierno de coalición, y sus correspondientes colaboradores, están creando unas expectativas de lograr el tan añorado clima de entendimiento.

Sin embargo, esa luz débil que surge en Castilla y León en la oscuridad política de España, puede apagarse. En un dialogo on line que tuvimos el rector de la Universidad Pontificia de Comillas, Julio Martínez, y yo mismo, coincidimos, desde nuestras respectivas convicciones, en que el acuerdo es imprescindible, y ante la preocupación del rector por la extensión actual del populismo de derechas y de izquierdas, yo insistí en mi reiterada opinión de que el populismo crecerá y crecerá mientras la política se siga haciendo dentro del marco del Estado nacional; o hay una estrategia al menos europea contra las malas consecuencias de la pandemia, o nuestros males, incluidos los morales, se agrandarán y agrandarán.  Julio Martínez estuvo de acuerdo conmigo, lo que me produjo una gran alegría.

El rector señaló el buen ejemplo del alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, y yo hice lo propio con el alcalde de Burgos, Daniel de la Rosa.

Desde luego Daniel de la Rosa añade brillo a esa luz titubeante que emite Castilla y León. Él condensa en su biografía como alcalde las virtudes que serán necesarias si alguna vez se llega a la política de los acuerdos. Si se contemplan los hitos fundamentales de su trayectoria política, Daniel de la Rosa es un microcosmos de esa actitud, que se resume en la famosa frase de Fernando de los Ríos: en España lo revolucionario es el respeto a los demás.

Después de la votación del Congreso pareció que la política regresaba a los acuerdos. El presidente Sánchez lograba estabilidad gracias a los apoyos del PNV, y sobre todo, los de Arrimadas de Ciudadanos. El chantaje de ERC, y sus negociaciones con el vicepresidente Iglesias, fracasaron a la vez, lo que fue celebrado con esperanza. Solo duró unas horas; la vida es una parábola impredecible con este Gobierno: se anunció un acuerdo para derogar la reforma laboral con Bildu. Era claramente una compensación a Pablo Iglesias por su fracaso con ERC. Pero eran muchos más los perjudicados: sindicatos, patronal, la mayoría de los grupos parlamentarios de Cortes Generales, la Comisión de reconstrucción económica y social que preside Patxi López... El PSOE rectificó unas horas después, pero Pablo Iglesias opina lo contrario. La credibilidad del Gobierno está seriamente afectada; quizá en un grado nunca visto. Por eso Castilla y León no debe apagar su luz.

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