Otras miradas

La infancia y la soledad del confinamiento

Naiara Berasategui Sancho

Profesora Universidad del País Vasco, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea

Nahia Idoiaga Mondragon

Profesora del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Facultad de Educación de Bilbao, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea

Gargonia / Shutterstock
Gargonia / Shutterstock

Los niños y niñas han aceptado las normas establecidas debido al COVID-19, entendiendo perfectamente que tienen que estar en casa y también el porqué de esta restricción. Además, representan claramente el COVID-19 como un enemigo al que hay que vencer y apuestan por la sanidad, idolatrando a los médicos hasta convertirlos en héroes a los que hay que ayudar. Pero lloran más, están más nerviosos y tristes, se enfadan más y, en algunos casos, afirman sentirse solos: echan de menos a sus amigos.

Son algunas de las conclusiones de la investigación que, preocupadas por la situación que están viviendo también los niños y niñas en el estado de alarma por la COVID-19, hemos llevado a cabo el profesorado de la Facultad de Educación de Bilbao y miembros del equipo de investigación KideON.

El objetivo era recoger las voces de los más pequeños en esta situación de confinamiento. Han formado parte de la muestra 1 200 niños y niñas de entre 2-14 años de la Comunidad Autónoma del País Vasco (CAPV) y Navarra. El estudio ha analizado las diferentes realidades que están viviendo los niños y niñas en situación de confinamiento, ahondando en sus vivencias en relación a aspectos emocionales, físicos, sociales y académicos.

Han aceptado las normas

El cuestionario fue diseñado ad hoc y se creó para que fuera completado en familia pidiéndoles a los padres, madres y/o tutores legales que ejercieran también de entrevistadores. En el primer apartado, se les proponía a las familias que animaran a sus hijos e hijas a dibujar sobre lo que hacían y sobre lo que echaban en falta en el periodo de confinamiento total.

Se pidió a las familias que establecieran una conversación con sus niños, preguntándoles cómo se sentían para transcribirnos después sus respuestas. Por último, se creó y validó un cuestionario de preguntas para los padres y madres sobre el bienestar de sus hijos e hijas en situación de confinamiento.

"Es un bicho"

"Es un virus, tenemos que quedarnos en casa y vencerlo porque es malo y es un bicho o algo que se nos mete en la tripita. En la calle, los médicos, que son los héroes, van a vencerlo y por eso salimos todas las tardes al balcón para aplaudirles" (niño, 4 años).

También saben que la enfermedad es especialmente peligrosa para las personas mayores y están realmente asustados por sus abuelos y abuelas, a los que muchos de ellos no están pudiendo ver en persona.

"No hace daño a los niños, pero podemos infectar a los abuelos y eso me asusta y por eso no podemos ir a su casa" (niña, 6 años).

La situación de confinamiento les provoca a su vez emociones ambivalentes, están contentos y tranquilos en parte por pasar el tiempo en familia. De hecho, los análisis reflejan que la mayoría lleva a cabo actividades creativas (93.49 %) o juega a diferentes cosas (99.23 %) en familia.

Lloran más y están nerviosos

Sin embargo, las madres y padres también apuntan que el 55.54 % de los niños y niñas lloran más, están más nerviosos (70.17 %), tienden a enfadarse más (74.66 %) y están más tristes (55.83 %). Asimismo, los niños y niñas en algunos casos afirman que se sienten solos porque echan de menos a sus amigos y amigas.

"Me siento un poco solo porque no estoy con mis amigos, hablamos por videollamada pero no es lo mismo, porque no los veo a todos y no sé, me aburro y me siento solo" (niño, 9 años).

En un plano más físico se observa que los porcentajes se sitúan en posiciones intermedias, siendo la mayoría quienes dicen que solo practican algo (55.66 %) de deporte o movimiento corporal. Asimismo, las actividades que los niños y niñas están llevando a cabo en casa (por ejemplo, las mencionadas en el apartado anterior) son mayormente sedentarias.

Abuso de las tecnologías

A este respecto preocupa especialmente la relación de dependencia creada con las nuevas tecnologías, ya que aunque pueden ser herramientas útiles para mantener el contacto con amigos y amigas o con la escuela, la mayoría de las familias (89.78 %) admite que están abusando de las mismas. Además, a este sedentarismo se le une que la mayoría de las familias opina que sus hijos e hijas comen más (64.72 %), especialmente más chucherías (68.1 %).

Pero, en contraposición, entre las actividades que los niños y niñas echan particularmente de menos están las relacionadas con el movimiento físico, como son correr, jugar, saltar, patinar, el fútbol, montar en bicicleta o estar en contacto con la naturaleza. Y así lo reflejan sus dibujos:

Imagen cedida por las autoras.
Imagen cedida por las autoras.
Imagen cedida por las autoras.
Imagen cedida por las autoras.
Imagen cedida por las autoras.
Imagen cedida por las autoras.
Imagen cedida por las autoras.
Imagen cedida por las autoras.

En un plano social, se hizo evidente en todos los apartados de la investigación que los niños y niñas sienten la falta de sus amigos y amigas y el poder jugar con ellos directamente. También añoran a sus familiares, sobre todo a los abuelos y abuelas a los que no están pudiendo ver durante mucho tiempo.

En el plano escolar, aunque mencionaran que tenían muchas tareas y deberes, también afirmaron que echaban muchísimo de menos a sus compañeras y compañeros, al profesorado y a la propia escuela. Por lo tanto, convierten en relevante el señalar que la escuela o el profesorado no son solo instituciones o personas que imparten contenido académico, sino una red emocional y social que los niños y niñas valoran y necesitan.

Un impacto negativo a diferentes niveles

Por consiguiente, parece oportuno apuntar a la vista de los resultados que esta situación de confinamiento está teniendo un impacto negativo en los niños y niñas a diferentes niveles: emocional, físico, social y académico.

Por ello, es primordial reparar su bienestar de una manera holística y no centrarse solo en aspectos académicos, impulsando acciones desde las esferas públicas que vayan dirigidas a abordar las diferentes necesidades, tanto sociales como físicas y emocionales.

Es evidente que el contacto directo con los niños y niñas lo tienen ahora las familias, pero esto no nos debe llevar a pensar que como sociedad o como instituciones públicas debamos poner todo el foco del cuidado solo en ellas. En este sentido, también habrá que diseñar planes de formación y recursos formativos inclusivos que se adapten a las nuevas necesidades del alumnado sin dejar de lado a los más vulnerables.


Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation

The Conversation

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