Otras miradas

Solamente tú, Pablo

Andrea Momoitio

El cantante malagueño Pablo Alborán, durante su actuación en la gala de entrega de los Premios Goya 2020 en Málaga. E.P./María José López
El cantante malagueño Pablo Alborán, durante su actuación en la gala de entrega de los Premios Goya 2020 en Málaga. E.P./María José López

Pues Pablo Alborán ha salido del armario y Twitter, la red social de las sentencias, está plagada de comentarios que cuestionan que esto sea un hecho importante. No es casualidad, por supuesto, que los comentarios provengan de personas heterosexuales en la mayoría de los casos. "Que cada cual haga lo que quiera" o "¿En qué siglo vivimos para que esto sea noticia?", dicen quienes viven en un mundo que está pensado a su medida. La comunidad LGTBQI+, sin embargo, ha celebrado la noticia y ha dado la bienvenida a Alborán. Yo también me alegro mucho, pero que eso no signifique que ahora vamos a tener que escuchar sus temas tristes en nuestras fiestas. Bueno, en cualquier caso y aunque parezca mentira, sigue siendo importante que salgamos del armario. Todas. Pablo Alborán también, claro.

Es habitual que, cuando hablamos del proceso de salir del armario, se entienda, en primer lugar, que se trata de un proceso puntual. Parece que un día dices "Ei, gente del mundo, soy lesbiana" y ya está hecho. Lo cierto es que, a no ser que seas Pablo Alborán y tu salida del armario sea trending topic, sigues saliendo del armario el resto de tu vida. Además, se tiende a creer también que es un proceso en el que revelas una parte de ti, pero no se trata de eso: cuando sales del armario no revelas simplemente tu sexualidad, te revelas a ti misma. Y no, no digo con eso que si eres lesbiana tu lesbianismo sea lo más importante de toda tu maldita vida, pero, joder, es importante. Beatriz Gimeno, activista y pensadora de referencia, dice que "el armario nos protege, pero perpetúa la injusticia. Ese complejo mecanismo de visibilidad/invisibilidad, secreto/revelación, sólo debe tener un final: la destrucción de todos los armarios". Dice también que "la supuesta defensa de la privacidad no es tal, sino más bien, mantenimiento de un secreto que impide que se legitimen socialmente comportamientos o identidades que deben ser equivalentes a la heterosexualidad. Salir del armario no apela a la tolerancia, sino a la libertad y la igualdad, y es un derecho social".

Durante este confinamiento, muchas personas se han visto en la tesitura de salir del armario porque resulta especialmente complicado estar encerrada con tu gente sin que tu gente sepa quién eres. Hemos podido conocer las historias de muchas compañeras, sobre todo jóvenes, que han vuelto a sus casas y han decidido ocultar sus relaciones, su estilo de vida, a sus amigas y a su entorno para evitar tener problemas con sus familiares. Esto es importante: armarizarte no implica solo no hablar de tu pareja que puede, incluso, que ni  tengas. Vivir armarizada significa esconder una parte muy importante de lo que tú eres. Por eso es tan importante que Pablo Alborán haya salido del armario. Él, sin embargo, tiene suerte: puede que no tenga que volver a hacerlo. Según un estudio realizado por la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB), el 50% las personas LGTBIQ+ mayores de 55 años declaraban que habían sido totalmente visibles en su entorno social más próximo entre los 31 y los 50 años y, sin embargo, solo el 24% de estas mismas personas continuó siéndolo a partir de los 50 años.

Hay momentos que son más complicados en este proceso constante y eterno de salir del armario. Una y otra vez. Una época especialmente jodida es la adolescencia, sí, pero la cosa se complica todavía más si eres una persona mayor. En realidad, la vida se complica mucho más para las personas mayores. El otro día decía Lucas Platero, activista e investigador, que tenemos que insistir en una idea importante: la vejez es una característica humana y, también, es ese momento de la vida al que es más fácil que lleguemos todas y todos, a no ser que Díaz Ayuso gobierne nuestra comunidad, y en el que tenemos derecho a que se garanticen nuestros derechos más básicos. Entre ellos, poder vivir abiertamente nuestra sexualidad.

Cerquita de la redacción viven F. y T. Creo que alguna vez más os he hablado de ellos. Llevan 43 años juntos. Ahora andan peleados. No tienen mucha red. Casi todos sus amigos se han muerto ya y no tienen familia. A ellos les cuesta decir que son pareja, pero sonríen cuando se lo preguntas. 43 años juntos, insisto. F. va prácticamente todos los días a comprar a la misma tienda y creo que el señor que está detrás del mostrador no sabe que T. es su pareja.

Menos mal, Pablo, que tú te has animado animado antes a contarlo. No es que hagas que nuestro cielo sea más azul, pero, compañero, nos has dado una alegría.

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