Otras miradas

Homero o el origen de nuestras circunstancias

Juan José Laborda

En un tiempo como éste falto de horizontes, se busca en el pasado algo que justifique la opinión, los prejuicios o los deseos de ciertas personas, aquéllas que creen que pueden hacer justicia retrospectiva; recordamos al líder florentino, coetáneo de Maquiavelo, Girolamo Savonarola (1452-1498), un fraile dominico que censuró la vida de los ricos y gobernantes de Florencia (entre los cuáles estaba la familia del papa), y que en su "hoguera de las vanidades" ordenó quemar toda clase de magníficas obras de arte de la ciudad, que él calificaba de frívolas, fútiles y pecaminosas.

Esa justicia retrospectiva, en nuestros días, ha surgido cuando la "memoria histórica" reemplazó a la historia (como demostró el llorado Santos Juliá). Desplegar una justicia retrospectiva (parecida a cuando en el pasado se desenterró el cadáver del papa Fermoso para castigarlo torturándolo públicamente) es siempre anacrónico.

Ejemplos de actualidad: la furia contra las estatuas de Cristóbal Colón (ignorando las leyes de Burgos de 1512, un monumento jurídico de protección a los nativos de las Indias), o la surrealista declaración radiofónica del jefe de los socialistas guipuzcoanos que insinuaba la expulsión del PSOE de Felipe González (Savonarola siempre encontró imitadores entre los justicieros radicales de derecha e izquierda).

Este destalentado socialista guipuzcoano desconoce que la Justicia española se pronunció hace muchos años sobre la relación del gobierno de Felipe González con el GAL, y en cuanto a las responsabilidades políticas, convendría que hablase con algún veterano socialista sobre lo que sucedió entonces, y después podría mirar, por ejemplo, hacia Vizcaya, en lugar de acusar erróneamente a Felipe González ( y de paso a todos los que estábamos en puestos de responsabilidad pública).

Este dirigente socialista no debería también ignorar la trayectoria y pensamiento de Enrique Casas, secretario general del PSE de Guipúzcoa como él, cuya inflexibilidad contra las acciones terroristas, del GAL y de ETA, no le libró de ser asesinado por un grupo terrorista de abertzales. Y Enrique Casas fue un defensor de González, precisamente en esos asuntos.

Este preámbulo me lleva a Homero y a su insuperable epopeya La Ilíada. Homero parece que compuso los casi 16.000 versos de esa obra increíble hacia el año 750 a JC, pero el relato de los griegos (los aqueos) sitiando Troya (Ilión) debió suceder alrededor del año 1200 a JC, en plena edad de bronce, y que el poema de Homero refleja primorosamente, cuando describe las armas de bronce, el hierro solo aparece como hierro meteórico, como premio en unas olimpiadas en honor de Patroclo, el compañero de Aquiles, muerto en batalla, y sobre todo refleja la moral de los guerreros griegos y troyanos, una moral de héroes semidivinos que sería considerada brutal hoy en día, especialmente con las mujeres, que son raptadas y vendidas por los aqueos, especialmente, sean Helena, Criseida y Briseida. Esas tres mujeres condensarán la bellísima tragedia que es la Ilíada.

Hablaba de preámbulo al poema de Homero. En efecto, la Ilíada es también una reflexión sobre la violencia (la guerra, pero no sólo la guerra), las epidemias, la incertidumbre, la razón y la piedad humana.
La Ilíada es la primera obra recitada, y luego escrita, de toda la literatura occidental (el poema Gilgamésh, fue escrito antes, hacia el 2000 a JC, en Babilonia, debió influir en Homero y en la Biblia), y por eso es impresionante que la primera palabra del poema, la primera palabra europea, signifique violencia. El sociólogo y ensayista alemán, Peter Sloterdijk, en su libro Ira y tiempo (2006) se extiende brillantemente sobre este hecho.

La mayoría de las traducciones inicia el poema con el verso: "Canta la cólera, oh diosa, de Aquiles, hijo de Pelida". Pero el realidad el verso se inicia con la palabra griega "ménin" que significa cólera, ira, impulso criminal y otras parecidas acepciones. "Ménin" (latinizada la palabra griega) es la raíz de la palabra "manía", y todos esos significados sintetizan la violencia entre Aquiles y Agamenón, el más poderoso rey de los aqueos, quién humilla a Aquiles al quitarle a Briseida, una hermosa y noble cautiva del principal héroe de la Ilíada.

Pero también refleja las consecuencias de la violencia. "La cólera canta, oh diosa, del Pelida Aquiles" (según la perfecta traducción de Emilio Crespo Güemes) inicia un viaje trágico. Es sorprendente para un lector de este hoy incierto, que la segunda de las desdichas, causada por la violencia, y al mismo tiempo por violar las leyes de los dioses y de la naturaleza, es descubrir en la Ilíada el terrible impacto de una epidemia: "las huestes morían en rápida sucesión".

Es un error dramático que los estudiantes no estudien griego y latín, y la Biblia. ¿No somos Europa una creación de la cultura clásica y bíblica? Y es que el final de la Ilíada, después de conocer violencia, odios, traiciones, y horrores sin límites, Aquiles, y el anciano rey troyano, Príamo, lloran juntos ante el cadáver de su hijo Héctor, muerto por Aquiles, y sus lágrimas son un grito de protesta contra todo tipo de guerras y violencias. Ese es el símbolo de la Europa que hoy está en peligro. A este respecto, recomiendo, para terminar, el libro de Caroline Alexander, La guerra que mató a Aquiles (2009).

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