Otras miradas

Una tarjeta roja por la desprotección de los menores en el deporte extraescolar

Ignacio Fernández Sarasola, Alejandro Carriedo Cayón, Ana Belén Bernardo Gutiérrez, Ana Isabel González, Cristina Muñiz Artime, Ellián Tuero Herrero, José Manuel Parrilla Fernández, Leonardo Álvarez Álvarez, María Ludivina Valvidares Suárez, Miguel Ángel Presno Linera, Universidad de Oviedo, y Alberto Carrio Sampedro, Universitat Pompeu Fabra.

Una tarjeta roja por la desprotección de los menores en el deporte extraescolar

La minoría de edad constituye un factor de vulnerabilidad al que el ordenamiento jurídico ha de dispensar tutela. Pero todavía existen ámbitos en los que esta protección no se ha alcanzado; y uno de ellos es la práctica del deporte extraescolar, en el que el vacío legal resulta casi absoluto.

Este desinterés institucional responde a la idea de que la práctica de deporte resulta per se beneficiosa para los/las menores de edad. Y de ninguna manera es así. Los beneficios que les proporciona la actividad física se desvanecen cuando ésta no se desenvuelve en un entorno adecuado que les favorezca, tanto en su desarrollo físico como intelectivo, psicológico, cívico y en valores.

Conscientes de esta realidad, un grupo multidisciplinar de la Universidad de Oviedo y de la Universidad Pompeu Fabra, integrado por especialistas de diversas ramas del conocimiento (Psicología, Medicina, Derecho, Sociología, Economía, Filosofía y Ciencias de la Educación) promovimos un análisis de la actual situación del deporte infantil y juvenil en Asturias, a fin de detectar posibles problemas y tratar de hallar soluciones que pudieran también extenderse a otros territorios.

Tras recabar encuestas, analizar el organigrama de federaciones y clubes, concertar entrevistas con profesionales del deporte, y asistir a entrenamientos y competiciones, los resultados no hicieron más que constatar la ausencia de protección en la que niños y niñas se hallan inmersos.

Niños desatendidos o bajo presión de sus padres

De esta desasistencia son responsables los tres agentes principales que debieran tutelar el deporte extraescolar: progenitores, clubes y federaciones, e instituciones públicas. La desatención hacia los niños y niñas por parte de los agentes indicados deriva, fundamentalmente, de la imparable tendencia a profesionalizar el deporte infantil y juvenil que los tres grupos comparten.

Esta profesionalización del deporte de base resulta notable en primer lugar en el caso de muchos padres y madres, cuyo nivel de exigencia hacia sus retoños para que sean los mejores (en términos puramente competitivos) les somete a una presión excesiva. Presión que se inocula a las propias gradas, donde la agresividad verbal y física alcanza a menudo cotas intolerables, al punto de que la Dirección General de Deportes de Asturias ha implantado la "tarjeta negra", que habilita al equipo arbitral a suspender los encuentros cuando el comportamiento del público resulta inadecuado. Medida que en la práctica se ha mostrado inútil.

En el caso de clubes y federaciones, estos resultan beneficiados por la actual desregulación del deporte base. La investigación demostró la visión puramente profesional que esas entidades tienen de esa actividad que compromete a menores.

Falta de formación

Sólo un 10% del staff técnico de los clubes que trabaja en el deporte base ha participado en algún tipo de curso formativo respecto de menores de edad. Su única formación es técnica, considerando, además –de forma manifiestamente errónea–, que ésta resulta suficiente para atender a las especificidades físicas y psicológicas de los niños y niñas, como si no existiese diferencia entre trabajar con menores, o hacerlo con adultos.

A nivel físico, esta falta de preparación se traduce en horarios de entrenamiento en ocasiones excesivos, especialmente perceptible en deportes individuales como la gimnasia, en la que en edades de 12 a 15 años se llega a entrenar una media de 11 horas semanales, sin tener presente, además, que se trata de edades de escolarización obligatoria.

Por otra parte, el desconocimiento del negativo impacto de una excesiva exigencia física en los y las menores da lugar a lesiones impropias de edades tempranas, al margen del carecer de medios de protección (por ejemplo en fútbol y rugby para los impactos en la cabeza). Y, desde luego, el llamado biobanding ni se plantea por clubes y federaciones.

Lo que importa es el resultado

Desde una perspectiva psicológica y cívica, federaciones y clubes se atienen principalmente, cuando no exclusivamente, a los resultados en las competiciones. La presencia de ligas experimentales en la que se tengan en cuenta también las conductas de deportistas, entrenadores/as y público son casi inexistentes y responden a iniciativas privadas de personal técnico más concienciado con la actual desprotección de la infancia. Frente a ello, en deportes de equipo se admiten resultados humillantes que, además, se hacen públicos en las webs federativas.

Esta pulsión competitiva se traduce también en la presencia de intermediarios deportivos, o en la división dentro de los clubes de equipos de "los mejores" y "los peores", circunstancia que da lugar a situaciones de bullying.

Tarjeta a las administraciones

Finalmente, las Administraciones Públicas son también parte responsable de esta desprotección de la infancia, en su caso por omisión. No controlan la actividad de los clubes y federaciones, a los que financian exclusivamente por criterios cuantitativos (cuántos niños/as van a entrenar) o puramente deportivos (competiciones en las que participarán) sin ponderar las condiciones en las que van a ser entrenados los y las menores: ¿cuentan los clubes con políticas de integración que permitan a menores con diversidad funcional ejercer su derecho al ocio? ¿Atienden a políticas de género, que son siempre beneficiosas para evitar la proliferación de discriminaciones? ¿Ha participado el staff técnico en cursos específicos que les proporcionen cualificación para trabajar con menores de edad?

Ninguno de esos parámetros se pondera para conceder ayudas públicas y, a la postre, las subvenciones acaban representando una fuente de financiación que emplean clubes y federaciones para cribar a los futuros deportistas profesionales, deshaciéndose de los niños y niñas que no les interesan tan pronto como dejan de recibir financiación pública.

Así las cosas, el panorama de este estudio resulta bastante desolador: cerca de cuarenta problemas detectados y escasa conciencia social e institucional de la necesidad de afrontar los cambios que se necesitan para paliarlos.

Mientras tanto, los y las menores de edad son las víctimas de esta despreocupación generalizada. Y ellos serán la generación que mañana, seguramente, adoptará esa misma actitud negativa, al haberse criado en un ambiente deportivo inadecuado.

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation

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