Otras miradas

En los umbrales de la batalla: una propuesta de ruptura con la economía del desastre ecológico

Juanjo Álvarez

Militante ecologista y ecosocialista.

Los datos de la epidemia crecen y repuntan como en una carrera de fondo; mientras los diversos gobiernos juegan al ratón y al gato en una bochornosa carrera por cargar al contrario las medidas draconianas que están dispuestos a imponer a la población con tal de no volver a tocar el sector productivo. De fondo, una gran crisis, mucho más profunda, que viene apuntada con anterioridad a la crisis por la caída del margen de ganancia y las guerras del comercio internacional. ¿Qué le pasa a nuestro mundo, qué produce esta sensación de caída múltiple, desordenada e imprevisible en la que el COVID aparece como el factor desencadenante de un caos mucho mayor? Seria sencillo pensar que sólo se trata de un tropiezo histórico, de una epidemia que ha llegado como la lluvia, como una tormenta a destiempo, y que pasará de la misma forma.

Sin embargo, la naturaleza es obstinada y persiste en su empeño: deja sus huellas en cada grieta del sistema, en cada quiebra. También en la pandemia, que viene sembrada por una desmesurada invasión de los escasos espacios silvestres que aún pervivían, pero también por la concentración de animales en instalaciones que apenas podemos concebir, pero que forman el núcleo de nuestro sistema de producción alimentaria[1] El colapso de la biodiversidad ha reventado las barreras de seguridad con las que la naturaleza nos defendía de miles de enfermedades. Igual que en el caso de la crisis productiva, la crisis sanitaria también está anclada en el desequilibrio de los ecosistemas que ha producido una actividad incontrolada, alimentada por la necesidad de crecimiento perpetuo del capitalismo. Con razón se habla de capitaloceno y se precisa esta noción para definir a nuestra época.

Las sociedades que habitamos están preñadas de un cambio profundo, un cambio estructural que se producirá de una u otra manera. La ruptura del equilibrio de la actividad humana con su entorno natural tiene su correlato en un desajuste sistémico, y exige una transformación que puede darse en diversas direcciones, pero que tiene que producirse inevitablemente. La generaciones jóvenes que se movilizaron en 2019 y que aún continúan su actividad no sólo hablan de cambio climático, sino de un bloqueo en las condiciones de reproducción de la vida que va mucho más allá: tratan de la imposible incorporación al mercado laboral, del acceso a una vivienda, del cierre de lo que es básico para la vida. Ni lo productivo ni lo reproductivo, ni el empleo ni el cuidado, ofrecen salida para los recorridos vitales de muchas generaciones, porque la que se moviliza ahora es la más recientemente incorporada a la vida social, pero la anterior se estrelló contra la crisis del 2008 y tuvo el dudoso honor de haberse convertido en la primera en que, en mucho tiempo, tiene unas expectativas peores que las de sus madres y padres. No hay que decir que con la previsible caída de la actividad económica y particularmente con el declive de industrias clave como la automoción y el turismo, las próximas generaciones no tendrán mejor acogida.

Las reacciones están ya en marcha, a veces en clave de una imposible reconversión verde del capitalismo – en la que la socialdemocracia pone sus esperanzas para recuperar la hegemonía – o en el repliegue de los núcleos de poder sobre sí mismos. Los anticipos del caos global están ahí, en el cierre cada vez más brutal de las fronteras, el caos en el Sahel o el hundimiento decidido y programado de Grecia, que crecen con las llamas de Siria o Libia como espectáculo de fondo. Como en los versos de Machado, las alternativas institucionales sobre el reajuste verde parecen reflexiones de filósofos inútiles que apenas alcanzan a preguntar qué está sucediendo mientras la guerra ya ha abierto las puertas de nuestra casa. La guerra es el horizonte, pero también el presente, ante una crisis ecológica generalizada que amenaza con destruirlo todo.

Aparece cada vez con más claridad una máxima que debería guiar toda nuestra acción, la que nos recuerda que sólo los intereses de las clases populares son compatibles con lo de la sociedad en su conjunto, porque sólo su aspiración a satisfacer las necesidades básicas es legítima y sostenible para toda la humanidad. Pero también aparece, como un espectro, el reverso de esta máxima: las clases dirigentes, aquellas que tienen en su mano los resortes del sistema, sólo pueden funcionar en sentido opuesto, porque sus privilegios sólo son viables a costa de la miseria creciente de las mayorías.

Casi todo está en juego, aunque los límites no son negociables; nuestras sociedades reducirán su impacto en el resto de la naturaleza de forma acelerada, pero la forma en la que lo hagamos es determinante. Las crisis sociales son momentos en lo que los procesos políticos se aceleran y se abre el espacio de lo que hasta ese momento era impensable. Es cierto que la izquierda, más allá de las organizaciones concretas, llega en un momento de debilidad tras la derrota histórica ante el neoliberalismo, pero las alternativas han ido creciendo en los márgenes y el momento de reconstitución del un proyecto antagonista es éste que vivimos, el que está abriéndose. La acumulación de fuerzas para esta fase tumultuosa de crisis constantes debe ser capaz de sacar partido a todo ese trabajo político que ha estado oculto por la hegemonía del sistema capitalista, pero que ha sido capaz de ir creciendo en sus grietas y ahora es imprescindible para levantar un proyecto antagonista, radicalmente alternativo. Pero también tiene que asumir que el cambio de ciclo se da para todo el espectro político, y que por lo tanto buena parte de los viejos modos de hacer política ya no sirven. Hace falta una izquierda política y social mucho más plural, y un ecologismo que salga definitivamente de su espacio propio para mezclarse con las luchas del trabajo y la vivienda, la sanidad, la educación. Es la única forma de abordar un ciclo en el que el objetivo tiene que ser, forzosamente, mucho más grande, porque lo que está en disputa es una transformación social en clave de sociedad.

Sobre este trabajo de recomposición en clave amplia del ecologismo hemos podido dar buena cuenta en un libro que hemos coordinado recientemente entre Manuel Garí y el que escribe este artículo. La multiplicidad de las luchas que subyacen al proyecto ecosocialista, la centralidad del trabajo y la incorporación de diversos actores políticos son parte de los temas que se abordan en Como si hubiera un mañana: ensayos para una transición ecosocialista.

En momentos de reflujo social parece imposible superar el bloqueo; sin embargo, esta vez ese reflujo se produce en los albores de una crisis de dimensiones históricas. Se trata de no dejar que los Trump y Bolsonaro, y las nuevas ultraderechas que puedan seguir apareciendo, tomen la dirección de esa crisis y la resuelvan con un proyecto reaccionario de exclusión generalizada y guerra abierta entre los centros de poder y el sur global, entre las clases privilegiadas y la mayoría popular. El proyecto emancipador debe seguir avanzando y estar preparado para dar el salto en cada grieta, en cada momento de aceleración política. La agilidad será una de las claves que permita proyectar el ecosocialismo como una alternativa mayoritaria, con capacidad para mostrar la propuesta en el mundo del trabajo, en la reconstrucción del tramado productivo y el reparto de las tareas de cuidado. La reducción del impacto social de nuestras sociedades será la marca de la nueva sociedad, pero hacerlo en uno y otro sentido será lo que determine el carácter de nuestro mundo a medio y cada vez más, a corto plazo. Urge construir, urge avanzar y urge tramar la organización para este periodo. Por lo tanto, urge pensar en común, que es lo que trata de hacer el Como si hubiera un mañana. Para que haya un mañana, y sea de todos.

[1] Soledad Barruti: Nuggets y murciélagos: cómo cocinamos las pandemias de hoy, Ctxt.es, https://ctxt.es/es/20200601/Politica/32295/Soledad-Barruti--nuggets-murcielagos-pandemias-covid-granjas-industriales.htm

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