Otras miradas

Iñaki se corta la coleta

Máximo Pradera

El periodista Iñaki Gabilondo. EFE
El periodista Iñaki Gabilondo. EFE

Esta misma semana subí a Twitter un comentario que tuvo muchos likes. Hablaba del empacho de Iñaki Gabilondo. El vasco lo anunció el lunes en Hoy por Hoy, el programa que dirigió tantos años.

–No quiero seguir haciendo comentarios políticos – le soltó  en directo a Angels Barceló–. No me siento capaz de continuar. Estoy empachado.

Empacho es la forma coloquial para decir indigestión. Y en este caso, también es un eufemismo. Lo que Iñaki quiso decir es que se va porque está hasta los huevos. No de la política, que me consta que le apasiona, casi tanto como ir al Auditorio Nacional a escuchar música clásica. Está hasta los huevos de ésta política, de estos políticos.

Con setenta y ocho años que tiene, uno podría pensar: lo deja porque se le acabó la cuerda. Ya no tiene fuerzas. El viejo león ya está viejo y/o enfermo y el análisis político diario requiere mucho tiempo y energías. Lo sé por Javier Pradera, que para escribir dos columnas de opinión en EL PAÍS, de 480 palabras cada una, se pasaba la semana entera documentándose y hablando con expertos en la materia sobre la que tenía que escribir. Igualito que Jaime Campmany, el columnista con el que más polemizó en la Transición, y del que mi padre decía que tenía una prosa grasienta. Una lograda metáfora para decir que el murciano no escribía artículos, sino churros periodísticos. En vez de la pluma, el falangista al que Ruiz-Gallardón regaló plaza en Madrid, manejaba la manga pastelera.

Mi tuit sobre la retirada de Gabilondo decía lo siguiente:

Los opinadores de hoy se ven obligados a ocuparse de la nada.
Por eso se va Iñaki.

Ángel Fernández Santos dijo una vez que le era imposible criticar cierta peli porque no era cine, sino precine. Celuloide amorfo, cigoto narrativo.
Pues la política de hoy, igual: es prepolítica.

Hace pocas semanas, los cómicos de Pantomima Full se mofaron de los periodistas intensitos (los que se creen Bob Woodward y no llegan ni a Eduardo Inda) e imaginaron en uno de sus sketches un descacharrante diario: The Irrelevant. Peer en botija pa´ que retumbe – como le gustaba decir a Rafael Sánchez Ferlosio. Eso es lo que harta de la actual política española: que no se habla más que de chorradas. Con lo aficionado a la música clásica que es, me imagino a Iñaki como a un Harold C. Schoenberg, el mítico crítico del New York Times, al que un buen día le hubieran dicho: ya no tienes que ocuparte de Carlo María Giulini, ni de la Tercera de Brahms, sino de las canciones de Taburete.

–¡Pero son tres acordes! – hubiese dicho Schoenberg. ¿Qué puedo decir de ellos? ¡No me dan ni para un párrafo! Lo dejo.

Pues Iñaki, lo mismo. ¿Qué puede comentar un opinador de su calibre de las necedades de Ayuso? Que para más inri, son diarias. ¿O de Aguado lloriqueando en público para convencernos de  lo mucho que le duele una España que él mismo ha encanallado, con su apoyo a los fascistas de Vox?  ¿O de Casado vestido de pijo, arrojando la nieve que acaba de quitar sobre el mismo paso de carruajes que trata de despejar? Ante estas escenas, uno tal vez pueda hacer un chiste un día, o a lo sumo dos. No más. Iñaki lo tiene mal, porque el sentido del humor no es uno de sus fuertes. Pero es hombre de gran clarividencia política. Así que debe de llevar unos cuantos meses pensando: ¿de verdad  tengo que levantarme todos los días a la seis de la mañana con toda la pasta que tengopara comentar esas declaraciones y esos gestos? Resultaría denigrante hasta para un alumno  de primero de CC de la Información. Para un peso pesado como él, es directamente una tortura china. Aún peor: una pérdida de tiempo. A medida que uno se va haciendo mayor – e Iñaki va ya para octogenario –, el tiempo, que siempre es oro, se convierte directamente en platino. E Iñaki piensa: la gente no me necesita para saber qué pensar cuando Ayuso dice que el Covid termina en D porque se originó en Diciembre. Mi tiempo, del que ya no me queda mucho, está para otras cosas. Necesito sentir que aún soy útil para el prójimo.

Lo malo es que el periodismo patrio – salvo honrosas excepciones – se dedica a servir de altavoz a toda esta irrelevancia. Eso es lo que parodia Pantomima Full. Eso es The Irrelevant. Cada vez se practica más el periodismo de declaraciones, en el que lo que importa no es tanto lo que pasa, que pasa mucho, sino lo que (por ejemplo) comenta Ábalos de lo que ha dicho Casado en respuesta a algo que ha dicho Sánchez. Como diría Alaska ¿y a quién le importa? Es decir, que la irrelevancia de lo político es un fenómeno que se retroalimenta a través de la prensa. Cuantas más gilipolleces dice un político, más aparece en los medios, y cuanto más aparece en los medios, más gilipolleces dice el político. Hay ahora mismo en España, centenares de cargos, carguitos y carguetes, en el Gobierno, en las Comunidades, en los Ayuntamientos, recibiendo una delirante cantidad de atención mediática que no se le habría dispensado ni a Camilo José Cela el día en que recibió el Premio Nobel. Supongo que Gabilondo no quiere ya formar parte de ese circo.

Por eso, frente a toda la patulea de pelotas que le dicen a Iñaki: ¡noooo, no te vayas, maestrooo, te necesitamos, eres nuestro faro de Alejandríaaa!, yo digo: has hecho bien en cortarte la coleta. Tu viniste al mundo para torear mihuras en Las Ventas–¿está Vd. detrás del GAL, señor González? – no para participar en capeas de pueblo. Para lidiar con los becerros de estos tiempos, ya tenemos a Bustos, a Naranjo, a Herrera Carlos.

Y a ti te queda aún mucho Riccardo Muti, mucho Grigori Sokolov y mucho Simon Rattle por delante.

¡Que los disfrutes por muchos años!

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