Otras miradas

Cuando la extrema derecha marca el debate: el peligro de hablar sobre la "dictadura progre"

Pablo Rocamora

 "Seguro que más de una vez has oído eso de que vivimos en una dictadura progre", reza la descripción de uno de los vídeos del programa Gen Playz, perteneciente al canal digital juvenil de RTVE. El pasado 26 de enero, el programa de Playz publicó un vídeo en el que se debatía sobre la existencia de una supuesta "dictadura progre". Entre los invitados, destaca la presencia de Henar Álvarez, guionista y cómica, Antxón Arizaleta, perteneciente al espacio de comunicación política El Observatorio, y Fermín Turia, miembro de la Junta Nacional del Frente Obrero. Desde el primer momento, Fermín Turia no dejó indiferente a nadie. Frases como "las manifestaciones del 8M son prácticamente un botellón" y "yo no sé en qué barrio no hay etiquetas, pero yo soy de Patraix que es un barrio obrero (...) y yo eso no lo he visto" (en referencia a un vídeo promocional del programa en el que se visibiliza la existencia de identidades de género alternativas) son algunos ejemplos de las controvertidas intervenciones del militante del Frente Obrero. La polémica estaba servida.

Tras su emisión en Youtube, el programa originó un verdadero campo de batalla en redes sociales como Twitter. Entre el enorme volumen de mensajes, diversas figuras políticas relevantes como Pablo Iglesias, Vicepresidente segundo del Gobierno de España, e Irene Montero, Ministra de Igualdad, dieron su opinión al respecto. Por su parte, Fermín Turia, publicó un vídeo que, rápidamente, alcanzó casi el mismo número de visitas que el programa de Gen Playz. En el mismo reafirma la existencia de la "dictadura progre" y denuncia que una supuesta "policía de la opresión" le había linchado a través de las redes sociales. Llegados a este punto, podemos plantearnos varias cuestiones: ¿por qué es un error emplear los marcos discursivos de la extrema derecha? ¿realmente existe la "dictadura progre"? Vayamos por partes.

El harakiri de la izquierda

En innumerables ocasiones se ha hablado sobre cómo las diferentes fuerzas de la extrema derecha europea han conseguido que parte de los partidos políticos tradicionales incorporen algunos ejes centrales de su discurso, pero ¿y si dijera que algunas formaciones de izquierda están comenzando a hacer lo mismo? Este fenómeno se produce por dos motivos: por un lado, los partidos de extrema derecha tienen una enorme capacidad para marcar la agenda; por el otro, y en consecuencia, dado que han conquistado espacios electorales pertenecientes a los partidos tradicionales, éstos se ven obligados a incorporar parte de su discurso con tal de recuperar el espacio político perdido. En lo que respecta a la izquierda, algunas formaciones estarían mordiendo el anzuelo de la ultraderecha. De acuerdo con el historiador italiano Steven Forti, "no se sabe si lo hacen por táctica o por convicción (...) El análisis básico sería que, dado que la extrema derecha gana apoyo en las clases trabajadoras, la única forma de bloquear su expansión es "adoptar" parte de su discurso". Se han dado varios casos en Europa, tal y como describe el periodista Guido de Franceschi: En Alemania, la plataforma Aufstehen (Levántate!), impulsada por Sahra Wagenknecht, una de las principales figuras políticas de la formación Die Linke, ha incorporado la bandera anti-extranjera para cosechar votos; en Francia, Jean-Luc Mélenchon, líder de La France insoumise, afirmó que los trabajadores extranjeros "roban el pan" a los trabajadores autóctonos; En España, intelectuales como Manolo Monereo reivindican a Diego Fusaro, un filósofo italiano amigable con Casa Pound que, según Steven Forti, presenta una doctrina que mezcla "el antiliberalismo, anticapitalismo de fachada, antimundialismo, antifeminismo, antigender, ultranacionalismo, comunitarismo, neocatecumenismo, marxismo decontextualizado, teorías de la conspiración y eurasianismo". Parece que el Frente Obrero ha elegido el mismo camino. Términos como "dictadura progre", "globalismo" e "ideología de género" y consignas como "políticamente incorrectos" y "stop islamización de Europa" son habituales en Formación Obrera, el canal de Youtube del Frente Obrero. Su portavoz, Roberto Vaquero, denuncia que la lucha por los derechos civiles ha desplazado a la lucha por los derechos sociales. Movimientos políticos como el feminista y el LGTBI son, para Vaquero, funcionales al sistema, puesto que distraen y dividen a la clase trabajadora española de los problemas derivados de la cuestión de clase. En muchas ocasiones afirma que estos movimientos cuentan con el beneplácito y la financiación de nada más y nada menos que del magnate George Soros, un personaje habitual en las teorías del complot empleadas por la extrema derecha.

Este discurso no es nuevo, puede observarse tanto en movimientos neofascistas como Hogar Social, como en pensadores rojipardos como Diego Fusaro, pero ¿por qué es un error adoptar estas fórmulas discursivas? Uno de los participantes del debate de Gen Playz, Antxon Arizaleta, dio en el clavo: "Comprar los marcos en los que habla la extrema derecha no es la forma de recuperar a la gente (...) hablar en sus marcos, hablar en sus términos lo único que hace es subordinarnos a ellos". En efecto, tras la renovación discursiva del ideario de la derecha radical llevada a cabo por la Nouvelle Droite, la extrema derecha concibe a la política como una batalla cultural: incorporando la estrategia gramsciana de la izquierda, asumen que no es posible la conquista del poder político sin una toma previa del poder cultural. Decía Antonio Maestre, periodista especializado en la investigación de la extrema derecha, que este tipo de formaciones conciben a la política como una carrera de fondo: "son conscientes de que su revolución cultural precisa de muchos años y mucho esfuerzo. Pero están ganando la partida. Santiago Abascal ha reconocido en el libro de Sánchez Dragó que pretenden con sus medidas de máximos mover al resto de partidos a sus posiciones y lograr algunos mínimos". Como se deduce, con la adopción de parte de sus elementos discursivos lo único que se consigue es allanarles el camino. Se cae, pues, en la trampa de la extrema derecha.

La dictadura progre no existe

En todo caso, existe lo que se conoce como Teoría de la espiral del silencio, formulada por la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann en 1973. Basada en el miedo al aislamiento de los seres humanos, la teoría plantea que los individuos tienen la capacidad de percibir la distribución de la opinión pública respecto a cualquier tema. Cuando perciben que su opinión sobre un tema determinado es minoritaria, los individuos tienen a modificarla: pueden acabar sometiéndose a la opinión mayoritaria o bien pueden autocensurarse. Como consecuencia, las opiniones mayoritarias suelen estar sobrerrepresentadas mientras que las opiniones minoritarias tienden hacia la infrarrepresentación. Este fenómeno es inherente a las sociedades postindustriales, por lo que no tiene ningún sentido hablar sobre la existencia de una supuesta "dictadura progre". Pongamos un ejemplo. En España, antes del caso de Ana Orantes, la violencia de género no era denunciada, sino que estaba normalizada y permanecía oculta en el ámbito privado. De hecho, como describe Maldito Feminismo, los medios de comunicación "hablaban de los asesinatos por violencia de género como "crímenes pasionales" e, incluso, se hacían sketches de humor". El caso de Ana Orantes propició diversos cambios legislativos que llevarían a la creación de la Ley Integral contra la Violencia de Género de 2004. Actualmente, existe un consenso institucional y social en lo que respecta a la Ley Integral contra la Violencia de Género, es decir, goza de un clima de opinión favorable. Por lo tanto, y de acuerdo con la Teoría de la espiral del silencio, los individuos que se oponen a esta ley, normalmente, modificarán su opinión adaptándola a la opinión mayoritaria e, incluso, pueden autocensurarse.

A modo de conclusión

Nos gustaría concluir el artículo hablando sobre la importancia de tener marcos cognitivos propios. En su libro No pienses en un elefante, el lingüista estadounidense George Lakoff expone que "los marcos son estructuras mentales que conforman nuestro modo de ver el mundo" y forman parte del inconsciente cognitivo. Cuando evocamos un marco, independientemente de su veracidad o falsedad, la colección de marcos que reside en nuestro cerebro se activa. "La gente piensa mediante marcos. (...) La verdad, para ser aceptada, tiene que encajar en los marcos de la gente. Si los hechos no encajan en un determinado marco, el marco se mantiene y los hechos rebotan", expone Lakoff. Los marcos son tan importantes que existen think tanks o laboratorios de ideas que se dedican a estudiar la manera más efectiva de estructurar y transmitir las ideas. Una de las reglas básicas del enmarcado es no emplear el marco del adversario político ya que, si lo hacemos, el debate se desarrollará bajo el paraguas del oponente. A modo de ejemplo, y aprovechando que tenemos las elecciones autonómicas catalanas a la vuelta de la esquina, ¿significa lo mismo hablar de presos políticos que de políticos presos? ¿reivindicar la idea de España es lo mismo que decir que ésta es una cárcel de pueblos?

Para no caer en los marcos del adversario político, más si éste es la extrema derecha, quizá deberíamos hablar de un "clima de opinión favorable al progresismo" en vez de la "dictadura progre". Del mismo modo, el debate Gen Playz podría haberse desarrollado entorno a cuestiones como ¿existe una hegemonía de los planteamientos progresistas? o ¿presentan mayor respaldo social las ideas tradicionalmente vinculadas a la izquierda?

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