Otras miradas

La ciencia debe ser cosa de mujeres

Javier Alfonso Cendón

Portavoz de Ciencia y diputado socialista por León

Andrea Fernández Benéitez

Diputada socialista por León

Las científicas coinciden: tenemos un problema con los estereotipos. Las niñas aún hoy crecen bajo el prejuicio de que la ciencia es cosa de hombres. Los grandes referentes que se enseñan en las escuelas -inventores, pensadores, creadores, científicos o investigadores- y el mandato social pasan por alejar a las mujeres de la ciencia y de la tecnología. Hace no mucho lo indicaba Carmen Fenoll, entre otras muchas cosas, presidenta de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas. En este coloquio, la investigadora señalaba que era necesario incentivar y apoyar a las niñas y a las mujeres para que iniciaran carreras científicas, sin embargo, ella decía que era necesario algo más: acompañar. La situación reviste la suficiente severidad como para que las expertas insistan en la implantación de acciones de mentoría científica con las niñas para motivarlas. En este sentido, destaca especialmente la iniciativa de organizaciones como la Fundación Inspiring Girls, dedicada a impartir charlas en centros educativos para animar a aquellas niñas entusiastas de la ciencia a optar por la carrera investigadora. O el proyecto educativo STEM Talent Girl, con sede presencial en León, que ayuda a niñas y a adolescentes a conocerse mejor, identificar su talento y a desarrollar todo su potencial para que prosigan brillantes carreras de ciencias, tecnología, matemáticas e ingenierías.

Se trata de una tarea necesaria porque no hay apenas antecedentes femeninos ilustres en estos campos que vayan a inspirar a las nuevas generaciones. Pero que no haya datos en Wikipedia o en nuestra memoria histórica no significa que hayan existido, al contrario. Esas páginas vacías solo determinan el peso de una sociedad machista que beneficiaba a los hombres a costa de las mujeres, quienes además de investigar sin apoyo por la condición de su género se encontraban en la tesitura de una justificación continua. Pero sí que tuvieron un importante papel en la ciencia. El mejor científico español de la Historia, Ramón y Cajal, reconocía en su libro ‘Charlas de café’, publicado en 1920: "Esperad que la sociedad conceda a todas las jóvenes de la clase media el mismo tipo de educación e instrucción que al hombre, dispensando además a las más inteligentes de la preocupación y cuidado de la prole, y entonces hablaremos".

Y aquí reside el problema de los estereotipos, que no se queda únicamente en el entorno de las niñas, sino que, como todo lo que tiene que ver con el machismo, cala y se incardina en la propia personalidad de las mujeres. Los colectivos de científicas señalan que el avance de su carrera está marcado por la inseguridad y por un elevado nivel de autoexigencia. Sobre este punto, las mujeres miembros de la comunidad científica apuntan que es necesario visibilizar estos fenómenos, ponerlos sobre la mesa como un escollo estructural que genera desventaja.

Evidentemente, todo ello tiene un efecto en el desarrollo de la carrera de las mujeres científicas; mochilas que se suman a todas las demás. Según los resultados del cuestionario sobre el impacto del confinamiento en el personal investigador publicado por el Ministerio de Ciencia e Innovación aproximadamente el 60% de las mujeres frente al 40% de los hombres ha dedicado cinco o horas o más al día a las tareas de cuidados. Además, en torno a un 60% de mujeres frente a un 30% de hombres se ha encargado casi siempre de la ayuda a los estudios. También la atención a los mayores ha aumentado estas diferencias: casi el doble de mujeres que de hombres encuestados han asumido casi siempre esta tarea de cuidados.

Una realidad con una consecuencia directa en la producción científica de las mujeres: el 50% de los hombres con responsabilidades de cuidado ha producido dos o más artículos o capítulos de libro, frente al 38% de mujeres en la misma circunstancia. Por lo tanto, las asimetrías en materia de conciliación durante el confinamiento han supuesto una dificultad añadida para las mujeres en el desarrollo de su actividad investigadora, con lo que ello supone para sus carreras.

Este panorama no parece propio del Siglo XXI. Si algo hemos aprendido de la pandemia es que los tiempos que vienen exigen que las mejores mentes estén al servicio de la ciencia y la innovación, más allá de los cuerpos en los que estas se alojen. El futuro pasa por garantizar que el talento tenga acceso a la carrera científica porque ahora nos va la vida en ello.

La novela: La ridícula idea de no volverte a ver, de Rosa Montero, recoge una biografía de la investigadora Marie Curie, una mujer que ha sido vital en la historia de la ciencia y que lo fue a pesar de todo y de todos. Una historia tan fascinante que debe servirnos para aprender que despreciar la capacidad en base a prejuicios actúa en detrimento del conjunto de la humanidad y que no podemos perdernos a más Marie Curie. Una sociedad justa, avanzada y democrática pasa por romper las estructuras que hemos tratado de describir en este texto, por eso, queremos cerrarlo destacando un paso positivo: el Ministerio de Innovación y Ciencia ha impulsado la creación del Observatorio Mujeres, Ciencia e Innovación (OMCI), dedicado a mejorar la carrera investigadora de las mujeres en ciencia, a la integración y evaluación de la dimensión de género en proyectos y contenidos en I+D+I, y a la formación de un distintivo de igualdad de género para los centros de investigación de organismos públicos y universidades que ponga en valor y motive los cambios en igualdad.

Basta de hojas en blanco, la ciencia es también cosa de mujeres.

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