Otras miradas

Biden: America is back (not first)

Luis Moreno

Profesor Emérito de Investigación en el Instituto de Políticas y Bienes Públicos (CSIC)

El presidente de EEUU, Joe Biden, en una intervención sobre economía y coronavirus, en la Casa Blanca, en Washington (EEUU). REUTERS/Kevin Lamarque
El presidente de EEUU, Joe Biden, en una intervención sobre economía y coronavirus, en la Casa Blanca, en Washington (EEUU). REUTERS/Kevin Lamarque

"Lo que nos sirve de ayuda para preservar de riesgo nuestro futuro no es la alegría del presente, sino la prudente reflexión de lo pasado"
(A la sombra de las muchachas en flor, Marcel Proust, 1918)

La alegría de nuestro presente es el abandono de Donald Trump de la presidencia estadounidense y de su tóxico influjo global. Su derrota electoral supone un gran alivio para quienes abrazan la vieja idea kantiana de que no todo sirve en política con el único fin de preservar el poder y la influencia al frente de la instituciones. Quizá se vaya Trump de ‘rositas’ esquivando el merecido impeachment por haber alimentado una insurrección de sus fanáticos seguidores en el Capitolio de Washington, el mismo día de la ratificación parlamentaria del triunfo de Joe Biden en la elecciones del pasado 10 de noviembre. Una jornada para el bochorno y escarnio de propios y extraños. Una jornada en la que, en suma, los EEUU han perdido liderazgo mundial y credibilidad democrática.

Joe Biden ganó las elecciones presidenciales con una mayoría de los compromisarios elegidos por los estados de la unión: 306 frente a los 232 de Donald Trump. La diferencia en el voto popular fue más reducida: 81.281.502 millones (51,3%) frente a los 74.222.593 (46,9%) de los obtenidos por el multimillonario neoyorquino. Los sectores interesados en que el trumpismo no desaparezca hablan de victoria pírrica del candidato demócrata. ¿Es posible que su aparente derrota sea cual caballo de Troya que libere de su entraña un contrataque electoral victorioso en un futuro no muy lejano (elecciones legislativas en 2024 de medio mandato)? No pocos republicanos supremacistas en lo económico, político y social así lo anhelan en su fuero interno. Al viejo partido de Abraham Lincoln ya no se le reconoce su inicial impronta aglutinadora ideológica como movimiento emancipador que luchaba por abolir la esclavitud en los estados de la que sería Confederación sureña en la Guerra Civil de Secesión (1861-65).

Hoy, un siglo y medio después de aquel terrible enfrentamiento, las vidas de los negros (afroamericanos, si quieren hacer Udes. uso de un lenguaje semánticamente ‘correcto’) siguen importando (Black Lives Matter) porque siguen siendo vilipendiados por el odio racista de no pocos sostenedores de Trump y de doctrinarios parafascistas como su consejero áulico, Steve Bannon. Y es que para una sustancial parte de los partidarios del multimillonario neoyorquino lo que verdaderamente importa es que los EE.UU. sean los primeros (America first), es decir, que impongan su voluntad en aquellos asuntos y lugares que decidan en su interés propio. Para el nuevo presidente Joe Biden, lo importante es que los Estado Unidos ‘vuelvan’ (America is back) para ser reconocibles más allá de las fake news y las teorías conspirativas diseminadas por el trumpismo y que han envilecido las relaciones en el concierto internacional de los países.

En la cita reproducida al comienzo de este artículo, se hace referencia a la parábola de la novela de Proust como referencia de pasado reflejado en el presente y proyectado hacia el futuro de la política estadounidense. Biden sabe bien que debe reflexionar prudentemente y actuar diligentemente para corregir los dislates políticos auspiciados por su antecesor. Para ello cuenta con el activo de una dilatada carrera política y, muy especialmente, su inestimable experiencia como vicepresidente en la administración de Barack Obama (2008-16). Y él sabe bien las dificultades por las que pasó su antecesor demócrata en la Casa Blanca y que muy cándidamente relata en su recientemente publicada –y altamente recomendable-- autobiografía el propio Barack (Una tierra prometida).

Desde el comienzo de su mandato, Biden ha decidido ‘marcar territorio’ firmando un conjunto de órdenes ejecutivas que delimitan nítidamente su enfoque del populismo reaccionario trumpista. Según indican las encuestas, sus acciones son populares entre el electorado estadounidense. En su primera semana en la Casa Blanca, el flamante presidente ha implementado 33 nuevas políticas y programas, de las cuales 14 ha sido valoradas positivamente en las encuestas realizadas por dos empresas demoscópicas. De entre las políticas consultadas a la opinión pública, quizá sea destacable la relativa a reexaminar las medidas (o ausencia de ellas) de Trump respecto a la salud pública y el medio ambiente. Un 57% del total de encuestados apoyan las iniciativas de Biden, incluido un 24% de seguidores del Partido Republicano.

Ciertamente la llamada a la ‘unidad’ de los estadounidenses respecto a los grandes temas que implican a la convivencia social es un deseo que Biden tendrá que confrontar con altas dosis de ‘positividad’, algo que el negacionismo político reaccionario de Trump ha lastrado de manera irremisible en amplios sectores de la ‘América profunda’. Para éstos ,la fuerza en la imposición de sus ideas es lo único que pragmáticamente cuenta. Ser los primeros y los ganadores.

Desde el Viejo Continente queda por corroborar que los EEUU vuelvan a participar constructivamente en los foros y convenios internacionales que a todos importan, y que han sido promovidos activamente por los países europeos, como hacer operativo el Acuerdo de París. El cambio climático y el freno al calentamiento global son asuntos que nos darán el tono del cambio político de la nueva administración estadounidense. El propio Obama, en un ejercicio de auto conmiseración, expone en su autobiografía su incapacidad para haber sido más efectivo con el bloqueo de los republicanos en el Senado en este y otros temas.

Con un número de senadores entre demócratas y republicanos al 50%, pero con el voto de calidad para desempatar a cargo de la vicepresidenta Kamala Harris, la nueva administración de Biden tendrá que darse más prisas que pausas, si se quiere superar el riesgo de otro futuro trumpista y ver a EEUU de vuelta a la ‘normalidad’, cualquiera sea la acepción que le otorgue el lector de estas líneas.

Por su edad y experiencia, el rol de Biden como jefe del ejecutivo estadounidense bien podría ser el de un quarterback (‘mariscal de campo’) veterano como el legendario Tom Brady, reciente campeón a sus 43 años con los Tampa Bay Buccaneers de la Superbowl de fútbol americano. A diferencia del joven y atlético oponente en la gran final, Patrick Mahomes (25 años) de los Kansas City Chiefs, la estrategia de Biden sería la del quarterback sneak, es decir la del mariscal de campo escurridizo que atraviesa la línea ofensiva para ganar terreno en el objetivo final de anotar por sorpresa. Todo dependerá, en buena medida, de su clarividencia y valentía para implementar las reformas pese a los placajes que, a buen seguro, intentaran los reaccionarios trumpistas. ‘Go Biden, go...’

Más Noticias