Otras miradas

¿Por qué las jergas profesionales nos resultan tan difíciles de entender?

María Pilar Úcar Ventura

Profesora adjunta de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales, Departamento de Traducción e Interpretación y Comunicación Multilingüe, Universidad Pontificia Comillas

Ilustración de un hombre asombrándose al no saber qué dicen otras personas
Shutterstock / studiostoks

En la consulta del hematólogo, el médico nos dice que "como principal complicación en postrasplante precoz se presenta EVOH-SOS leve, resuelto con defibrotide y tratamiento diurético. Prendimiento granulocítico en el día +24 y plaquetario del +42". "O sea, que me voy a morir", piensa uno.

Leemos en un titular la noticia económica acerca de la OPA hostil que va realizar una empresa. Se nos dispara la imaginación y no sabemos si cierran esa compañía y sus empleados van al paro, si la trasladan de sede o nos va a invadir algún enemigo.

"La calibración de esa pieza depende de su desviación y habrá que hacer un análisis de la tolerancia dimensional y verificar su acabado superficial". Así leemos en el manual de instrucciones del coche que nos acabamos de comprar. Y estamos a punto de devolverlo.

Que alguien me explique qué quiere decir todo esto. No entiendo nada. Groucho Marx en Una noche en la ópera caricaturizó lo enrevesado del lenguaje jurídico-administrativo con su famosa interpretación: "Eso sí que no me gusta nada. Nunca segundas partes fueron buenas. Escuche: ¿por qué no hacemos que la primera parte de la segunda parte contratante sea la segunda parte de la primera parte?"

Con este ejemplo cómico se hace patente la ininteligibilidad de muchos de los mensajes que recibimos en relación a los lenguajes específicos o especializados, es decir, lo que conocemos como las jergas profesionales. Normalmente, se nos escapa casi por completo o en su totalidad su contenido.

Comprender los términos de una hipoteca

Cualquiera que haya solicitado un crédito o haya alquilado un piso, leído un informe médico, escuchado una noticia sobre los avances técnicos o desee pedir una hipoteca, se habrá encontrado con que no todo lo que escucha, lee o firma le resulta de fácil comprensión.

Parece que nos advierten que el lenguaje dedicado a la administración y a la jurisprudencia, a la medicina, a la técnica y a la economía y las finanzas va dirigido a unos pocos. ¿Por qué cuesta tanto captar esos mensajes? ¿Por qué resultan oscuros y crípticos como si fueran jeroglíficos egipcios?

Quizá son los profesionales de cada una de esas áreas quienes se entienden entre sí y el resto queda al margen de su comunicación, apartados y sin posibilidad de participar.

Podríamos pensar que bajo sus mensajes se oculta una intencionalidad, ficticia o real, que dificulta e impide desentrañar el contenido, o quizá ocurre que solo son capaces de expresarse como lo hacen, según lo han aprendido y practicado en su quehacer diario, o tal vez sean lenguajes, no para legos ni profanos en la materia, sino para especialistas en cada uno de los ámbitos particulares.

¿Nos quieren ocultar algo?

Por tanto, cabe preguntarse, ¿se aprovechan del dominio del lenguaje tan específico? Las disciplinas profesionales se parapetan en la monosemia del léxico que utilizan, es decir, en el significado único de cada palabra, sin metáforas ni simbolismos ni connotación personal; pero, ¿pretenden ocultar algo?

Parece que los lenguajes específicos desvirtúan la realidad, la quieren sustraer, camuflar o solapar; casi siempre subsiste un aire de engaño y de presuposición de ignorancia por parte del receptor. Ahora bien, sus propios usuarios nos aseguran con tajancia y rotundidad que se trata de una forma de expresarse objetiva y neutra.

Deberíamos empezar a perder el miedo a preguntar y pedir que aclaren o expliquen lo que no llegamos a entender. No debemos pensar que la dificultad de comprensión eleva el rango ni la jerarquía a la persona que lo usa. La profundidad de un mensaje se ha de transmitir de manera clara y asequible y esto no significa perder categoría profesional.

Todo ello implica una comunicación con términos sencillos y una redacción sin complicaciones sintácticas para transmitir la idea de forma directa, sin ampulosidad ni ambigüedad.

El uso de las siglas sin referencias, el predominio de la puntuación en las frases cortas y sin verbo, la excesiva nominalización, extranjerismos y latinismos han resultado ser algunas de las principales trabas que hacen de estos lenguajes específicos algo poco accesible y atemorizante.

Iniciativas para facilitar la comprensión

En este sentido, observamos que existen ciertas iniciativas como el Plain language, en los países anglosajones, o el Programa Finanzas para todos y RecerCaixa, por ejemplo, de cara a facilitar y acercar dichas jergas a la mayoría de hablantes para su comprensión y entendimiento.

Debería existir un esfuerzo conjunto entre los profesionales de sus áreas específicas y el usuario del lenguaje estándar empleado por cualquiera.

Conviene clarificar en los diccionarios con definiciones sencillas y asequibles para todos y enseñar no solo desde los niveles más escolares el vocabulario técnico para adquirir cierta familiaridad con sus rasgos propios, sino también permitir, favorecer y proponer el aprendizaje transversal de dichas jergas profesionales a los estudiantes universitarios en cada una de sus titulaciones.


Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation

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