Otras miradas

Todo mal: el grito de una generación

Yosef Bakali Mateos

Coportavoz de Confluència Jove

No necesitábamos una pandemia para saber que había una generación que lo estaba pasando muy mal, éramos muchas las que ya antes de la pandemia vivíamos la precariedad laboral, que conviviamos con problemas de salud mental, que ahora escuchamos como si de una novedad se tratase, muestra de ello es que el suicidio entre las menores de 30 años es la principal causa de muerte no natural, que no podíamos emanciparnos antes ni ahora, que hacíamos malabares para poder estudiar y trabajar a jornada completa para poder llegar a final de mes (una frase muy emblemática sería esa de "no tengo sueldo para tanto mes"). Los problemas ya existían de antes, por tanto resumiría esto con una frase de Zoo, "el món plorant i tu davant" (el mundo llorando y tu delante).

Recuerdo después de la primera ola, la odisea que fue conseguir empleo, y recuerdo caer derrotado tras perder el empleo meses después por la segunda ola, un golpe duro, pues ya en ese momento, mi sueldo era el que sostenía mi hogar, y perder el trabajo por el cierre de los centros comerciales fue un golpe duro que a día de hoy sigo arrastrando. Esto se traduce en la intranquilidad del presente y del mañana, y es que hace diez años, una generación entera se levantó a decir que le estaban robando el futuro, y hoy a esa generación les digo: amigos, nos lo han robado, definitivamente, ya no tenemos futuro, aquellos que por aquel entonces tendríamos 10-15 años, vivimos desde lejos aquel grito, hoy lo sentimos muy cerca. Nuestra batalla hoy día no es por el mañana, es por la supervivencia, es por los 244.000 jóvenes que hemos perdido el trabajo, ese 41% de paro, y que los "privilegiados" que tienen un empleo, en un 90% son temporales, y un 95% aún vive en casa de sus padres. 

Son cifras escalofriantes, pero no solo son cifras, son las vidas de miles de jóvenes que la precariedad ha sido nuestra única experiencia vital, somos una generación que solo hemos vivido crisis, y que estamos tragando mierda sin descanso, ni filtro alguno. Y mejor no profundizar en los datos, pues la situación es aún más aterradora para las mujeres o las personas racializadas. Por poner un ejemplo de este sentir, una amiga tuiteaba esto hace unos días: "Hoy ha llegado un punto en el que no tener trabajo, ni posibilidad (por ahora) de un futuro estable, me ha hecho llorar de impotencia", y creo que es un sentir colectivo que muchas compartimos.

Nos engañaron, nos dijeron que si estudias, el futuro era prometedor, y algún pobre ingenuo lo sigue pensando, pero el futuro para muchos de nosotros y nosotras después de los estudios es el paro o la precariedad, pocos son los privilegiados (porque por desgracia no se les puede llamar de otra manera) que consiguen unas condiciones dignas nada más salir de los estudios. A otras generaciones se les dió la salida de la hostelería, pero la pandemia ha hecho evidente que era una solución insostenible, una fábrica del precariado que no podía ser una apuesta de futuro, sólo un parche que la pandemia ha destrozado llevándose por delante el presente de miles de jóvenes.

Quiero aprovechar también para hablar de los y las jóvenes que no están ni en el sistema, de las jóvenes sin papeles, de los Menores No Acompañados (MENAS), de esos chicos que son tratados como delincuentes, pero que en realidad no son más que chavales como nosotros y nosotras, que vinieron buscando una oportunidad y se encontraron no solo con los muros de ser jóvenes, sino también con la criminalización de ser migrantes, la precariedad de ser indocumentados, situación que frecuentemente empeora al alcanzar la mayoría de edad, cuando las Administraciones los abandonan, lo que se ve agravado con el señalamiento de los medios de comunicación y la ultraderecha. Al final representa el summum de la precariedad a la que la mayoría de los jóvenes nos vemos colectivamente condenados, una generación excluida.

El mensaje era claro, ya antes de la pandemia, pero la pandemia ha agudizado el problema hasta niveles desesperantes, el grito de TODO MAL ya era proclama de Millennials y Generación Z, que hemos sido señalados como culpables del avance del virus (cuando Pedro J montaba una fiesta con 300 personas), menosprecian nuestras habilidades cuando piden años y años de experiencia laboral en las pocas ofertas que quedan remuneradas, porque recordemos el abuso al que nos someten las prácticas, que bajo la excusa de una enseñanza, a menudo inexistente, nos recluyen en el trabajo no remunerado.

Como diría C.Tangana en su último disco, "Tu me dejaste de querer cuando más lo necesitaba", creo que nos sentimos apartados de una sociedad de la que no participamos, ya lo estábamos antes, pero la pandemia ha ahogado lo poco escuchados que estábamos, y la representación en medios de comunicación es un claro reflejo, los datos de consumo de TV y medios van cayendo en picado, cada vez consumimos más otros formatos (Twitch, TikTok, YouTube, etc) a los que medios, por mucho que intenten adaptarse, no logran llegar en general, asumiendo su potencialidad los nuevos creadores de contenido, el gran ejemplo son los 550.000 espectadores a los que llegó Ibai en la noche de las campanadas, cifra que no tiene nada a envidiar a grandes medios. En cierta manera la falta de referentes identificables (la poca presencia joven suele ir acompañada de un éxito con el que es difícil reconocerse) en estos medios, que para muchas jóvenes son para mayores y no nos interpelan, y que cuando llevan a gente joven lo tratan como algo sectorial como si no tuviésemos nada que decir en otras materias.

Pienso que se ha demostrado sobradamente que no somos un tema sectorial, somos una parte vital de nuestras sociedades, presente en todos los estratos, exceptuando los de poder y estabilidad. Ejemplo de ello son algunos movimientos sociales como Fridays For Future, Extintion Rebelion, movimientos por la vivienda como el Sindicat de Llogaters i llogateres, Guerra a Cerberus o canales como los de Aladdin Azzouzi, Alán Barroso, Isabel Serrano, Saffia Elaaddam e incluso hablaría de personajes institucionales como Gloria Santiago entre muchas personas que dedican su contenido en redes a hablar de política, y son ejemplo de lo mucho que podemos aportar al debate público y como de momento se nos excluye y obliga a vivir en espacios aislados.

Este es un llamamiento, un grito, necesitamos dar voz a esta generación que tiene mucho que decir en la política de nuestro país, y cuya participación no se puede seguir taponando. Una generación concienciada con los retos del futuro como la Transición Ecológica, que lleva años diciendo basta a los excesos de corporaciones y la indiferencia de las Administraciones frente al cambio climático (no tenemos un Planeta B). Una generación que reclama el feminismo, tener una sociedad justa e igual para todas y todos, muy concienciada con las desigualdades que nos persiguen desde hace tiempo, y que necesita soluciones. Queremos aportar al debate público como sujeto político, no queremos soluciones de otros, queremos participar de ellas. No somos mero folklore para poner en los telediarios y mientras se nos trata de violentos, o irresponsables (una gran mentira, dado que la mayoría hemos sacrificado nuestra sociabilidad y nuestras relaciones en pro del colectivo). Queremos voz y voto para construir un horizonte de futuro para un país del que somos parte.

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