Otras miradas

La difícil unidad progresista

Antonio Antón

Profesor de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), conversa con el vicepresidente segundo del Gobierno y líder de Podemos, Pablo Iglesias, a su llegada al Congreso de los Diputados en la última sesión de control al Gobierno.- EFE
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), conversa con el vicepresidente segundo del Gobierno y líder de Podemos, Pablo Iglesias, a su llegada al Congreso de los Diputados en la última sesión de control al Gobierno.- EFE

Ante las elecciones madrileñas del 4 de mayo ya se están delimitando los campos de fuerzas y alianzas políticas. Tras el posicionamiento de Ángel Gabilondo, candidato socialista, son tres las alternativas básicas de gobernabilidad: derechas, con la hegemonía del Partido Popular y su necesaria alianza con la ultraderecha de VOX, con una posición influyente aunque no entre en el Gobierno; izquierdas o progresista, con el acuerdo de las tres formaciones, Partido Socialista, Más Madrid y Unidas Podemos, siguiendo el modelo integrador, plural y transformador del Gobierno de coalición estatal y aun sin descartar un papel subalterno de Ciudadanos; y, por último, de centroizquierda, de Partido Socialista, Más Madrid y Ciudadanos, éste con un papel destacado, pero, sobre todo, con la exclusión de Unidas Podemos y la reafirmación de una política centrista y continuista en materia fiscal, distributiva y social.

En un reciente artículo, La derrota de Ayuso, explicaba el contexto de estas elecciones de la Comunidad Autónoma de Madrid (CAM) y sus implicaciones regionales y estatales, con la apuesta por el desalojo gubernamental de las derechas y la necesidad de una nueva etapa de progreso. Aquí, me detengo en valorar esa tercera opción, propuesta por Gabilondo.  Las tres ideas que adelanto son: es irrealista al confiar en el acuerdo con Ciudadanos; es divisiva al romper el campo común progresista y desplazar abiertamente a Unidas Podemos, generando una dinámica competitiva con su izquierda, y es desactivadora de la movilización electoral de las izquierdas por un cambio progresista, elemento clave y colectivo del conjunto del campo progresista para incrementar su participación y vencer a las derechas.

Por tanto, la conclusión es que es perdedora, frustra los deseos de cambio de progreso y no incrementa las expectativas de mejora electoral de las fuerzas progresistas. Expresa la dificultad de la unidad entre las izquierdas. Veamos con el máximo rigor algunos datos concretos, y expliquemos, con la mayor cautela, las propuestas y equilibrios para la gobernabilidad de la CAM y su impacto.

En primer lugar, está la incógnita de si Ciudadanos va a conseguir representación en la Asamblea regional, ya que todas las encuestas lo sitúan en la frontera del 5% mínimo para acceder a ella. Si no supera ese límite volveríamos a la confrontación entre los dos ejes: izquierdas y derechas. La propuesta de Gabilondo dejaría de ser operativa.

Si Ciudadanos obtiene representación y ninguno de los dos bloques tiene mayoría, su papel determinante para formar mayorías parlamentarias y gubernamentales, probablemente, se encamine hacia la renegociación de una mayoría gubernamental de derechas, similar al anterior Gobierno de Ayuso pero con un papel más relevante de ésta. Así lo confirman sus dirigentes aunque se reserven la amenaza de un cambio de alianza con el PSOE para reforzar su posición negociadora con el PP y garantizar que VOX solo lo apoye desde fuera, cosa que ya ha aceptado el presidente Casado. Gabilondo se quedaría también sin su opción.

Por tanto, se están definiendo los mensajes principales, la caracterización propia y la del adversario. Se prefiguran tres posibilidades de proyecto político y Gobierno de la CAM, con su propia justificación discursiva. Están claras las dos primeras, en el caso de que Ciudadanos no obtenga representación: Gobierno de derechas trumpistas, con PP (quizá en solitario) y un VOX influyente desde fuera, o bien Gobierno progresista, con PSOE, MM y UP.

Una estrategia electoral ambivalente

En ese caso, la estrategia centrista de Gabilondo tendría un recorrido limitado: atraerse a una pequeña parte del electorado de Cs y ampliar algo su representatividad distanciándose de la suma de UP y MM, pero sin poder implementar un Gobierno y una política centrista; su alternativa tendría solo ese objetivo instrumental aunque con efectos divisivos en el campo progresista.  La cuestión es que una alternativa solo como discurso en la campaña electoral, aunque consiga unos pocos votos de Cs, constituye un fracaso político. No tendría aplicabilidad gubernamental y programática y conllevaría efectos perniciosos para la unidad del campo progresista e imprimir una dinámica unitaria y activadora de cambio de progreso. El problema colectivo es que afectaría no solo al Partido socialista, sino al conjunto de las fuerzas progresistas y el propio gobierno de coalición.

Ese objetivo parcial de competir con la dirección de Cs (y el PP) por arrebatarle un pequeño sector electoral centrista (la mayoría, según las encuestas, la engulle Ayuso), es legítima como refuerzo de un Gobierno progresista basado en la cooperación de sus tres fuerzas principales y su complementariedad. Es lo razonable y lo que admiten MM y UP. Pero el planteamiento de Gabilondo es otro. Su vía exclusiva pasa por el ensanchamiento electoral y, sobre todo, programático y gubernamental, por su derecha, con el aislamiento de UP y el aplazamiento de las imprescindibles reformas sociales, empezando por la sanidad y la educación públicas y la protección social que necesitan las mayorías sociales. Con ello no se estimula la participación electoral y cívica ni se supera el riesgo abstencionista entre las bases sociales de las izquierdas.

Cabe otra hipótesis, acariciada por un sector socialista y diferentes grupos de poder por si falla la anterior de mayoría de las derechas. En esa circunstancia de presencia institucional de Cs y contando con su secundaria disponibilidad para formar un gobierno centrista con la exclusión de UP, también se abriría la posibilidad de la alternativa del socialista Gabilondo. Sin embargo, exigiría otras tres condiciones adicionales: la suficiencia de la suma de ese tripartito (PSOE, Cs y MM), la irrelevancia de UP para formar Gobierno y la aceptación por MM del veto socialista (y de Cs) a UP. A pesar de los deseos de Gabilondo, es dudoso que se cumplan esas cuatro condiciones para alumbrar ese proyecto centrista, excluyente y de ruptura del campo progresista, con efectos desestabilizadores para el gobierno de coalición estatal.

Esta perspectiva intermedia respecto, por un lado, de la victoria de Ayuso (con o sin el apoyo de Cs) y, por otro lado, del bloque de izquierdas, es la que corresponde al plan de Gabilondo, tolerado por la dirección socialista. No entro más en ello; solo conviene citar esa hipótesis poselectoral por los riesgos que conlleva para la unidad progresista en el caso de que se produzca.

Solamente comento el frágil ropaje discursivo con el que pretende justificarlo: transversal, plural y abierto. Son bellas palabras que en este contexto adquieren un significado contrario a su sentido unitario e integrador. Transversal es con su derecha (y con MM), no con UP, es decir con la izquierda transformadora, a la que tacha sin fundamento de extremista y radical; en ese sentido, no abarca a varias tendencias sino que hegemoniza su centralidad política para subordinar a MM y marginar a UP, forzando la ruptura de la colaboración entre estas dos últimas.

Por tanto, no es plural, solo reconoce a dos fuerzas (MM y Cs) que considera adaptativas a su prevalencia, sin asumir la convivencia unitaria entre diferentes con los que conseguir compromisos equitativos ante los retos comunes. Tampoco es abierto, apenas esconde su carácter cerrado y excluyente para una fuerza significativa: UP. En conclusión, no tiene credibilidad su justificación discursiva. La realidad deja al descubierto su incoherencia y sus prejuicios políticos y, lo que es más grave, renuncia a encabezar el liderazgo por una respuesta progresista, transformadora y unitaria.

La necesaria cooperación entre Más Madrid y Unidas Podemos

Por último, esa propuesta centrista y excluyente también conlleva sus riesgos para Más Madrid, si aparece muy subordinado a ese plan. Necesita rechazarlo con firmeza. No solo verbalmente con la opinión en contra del veto a Unidas Podemos, sino con el compromiso común de estas dos formaciones de impedirlo, es decir, de exigir conjuntamente un gobierno y una política de progreso sin exclusiones. Se trata de avanzar en la cooperación y no en la competitividad, considerando que entre ellas hay un práctico empate técnico; aunque en algunas encuestas ofrecen una ligera ventaja de Más Madrid, en todas señala un descenso de su representatividad y un ascenso de la de Unidas Podemos, tendiendo a un equilibrio. Incluso entre ambas fuerzas podrían sumar mayor representatividad que el propio Partido socialista y ser capaces Mónica García y Pablo Iglesias, de tratar de tú a tú al propio Gabilondo, con su pretendida y precipitada prevalencia política y de liderazgo.

Está abierta la pugna por el marco interpretativo a imponer para conseguir el mayor apoyo electoral de cada cual y los intereses diferenciales de ambas formaciones y con el PSM, con el que deben pactar, corrigiendo la inclinación centrista y prepotente de su candidato. Derrotar a las derechas es lo prioritario. En particular, no ha sido posible una alianza electoral y existen proyectos diferentes de los dos grupos políticos, aparte de reticencias históricas. No obstante, aparte de un mínimo compromiso de cooperación, ese acuerdo básico facilitaría un entendimiento de ambas fuerzas para encarar el reto más importante a medio plazo: la unidad electoral del espacio del cambio de progreso en las próximas elecciones generales.

Pero ese es otro tema. Faltan por ver los resultados electorales. Ello determinará la configuración de esos bloques y la factibilidad de sus proyectos, en particular el tipo de gobierno y la relación de fuerzas políticas y parlamentarias. Su abordaje está influido por las decisiones actuales, los resultados del 4 de mayo y la apuesta por una dinámica transformadora con la deseada victoria progresista. Habrá que volver sobre la difícil unidad progresista en su perspectiva estatal, para encarar la crisis socioeconómica e institucional, desde el respeto a la pluralidad y el realismo representativo, y ante un problema de fondo compartido: la articulación de la activación cívica y popular.

Más Noticias