Otras miradas

Manifiesto por un nuevo republicanismo: el sueño eficaz de la República

Manuel Rivas, Xosé Manuel Pereiro, Víctor Sampedro y José Manuel Sande

Proclamación de la Segunda República.
Proclamación de la Segunda República.

La esperanza republicana y la memoria del 14 de Abril pertenece al más valioso patrimonio de los pueblos de España y de la humanidad. No es una efeméride del pasado, sino que se mantiene como memoria fértil y un referente de excitación creativa, una excepción luminosa y vanguardista en la "triste historia", un referente irreductible, pese a la maquinaria pesada e incesante del olvido y la infame contramemoria.

Por eso hablar hoy de República no es hablar del pasado sino de un presente recordado y a la vez de ejercer el más humano de los derechos, el derecho a soñar. Y ejercerlo, además, de forma eficaz.  La memoria fértil republicana tiene que germinar en un nuevo republicanismo. Por más que se silencie, por más que se imponga el tabú monárquico, es cada vez mayor el clamor por la solución republicana para consolidar una democracia avanzada. En España, la monarquía es un lastre, una avería permanente. No es un puente hacia el futuro, sino un túnel que nos mantiene en una distopía reaccionaria, una escandalosa "corte de los milagros", vinculada con el "circulo vicioso" de la corrupción y el secretismo.

Propugnar un nuevo republicanismo, siempre inspirado en la memoria del 14 de Abril, es una llamada ajena a cualquier propósito partidario. Se trata de impulsar de forma libre, pública, desacomplejada, la alternativa republicana como una democracia avanzada en todos los ámbitos, para superar este statu quo encabezado por una institución anacrónica, elitista, nada ejemplar y rodeada de impunidad. La monarquía española es un problema para la democracia y la democracia, para avanzar, tiene que liberar a la monarquía de si misma.

Para el nuevo republicanismo, la República significa bienestar. No como un deseo o concepto retórico. El bienestar tiene que tomar cuerpo en cada una de las áreas de la acción pública. Los presupuestos tendrán esa denominación, del Bienestar, y cada partida, cada gasto, estará destinado a reforzar los servicios públicos, satisfacer los derechos básicos y la calidad ambiental. El bienestar no puede estar al arbitrio de operaciones partidarias, ni de la presión de lobbies u oligarquías, ni ponerse en riesgo por experimentos que generen desigualdades. La República del Bienestar blinda a la ciudadanía frente a la política del daño.

Para el nuevo republicanismo, la República significa "decencia común". La deseable transición hacia una democracia avanzada tiene que ir acompañada de una "corruptura", una radical ruptura con la corrupción. Cada ámbito de la gestión pública tendrá que tener paredes de cristal, con reglamentos legales que garanticen la absoluta transparencia e impidan cualquier trato de favor o privilegio.  Los pueblos fracasan cuando no son capaces de salir del "círculo vicioso", expulsivo, donde campan el privilegio y las desigualdades. Frente a esta tara, una sociedad de decencia común se basa en el "círculo virtuoso", inclusivo, donde no dominan jerarquías de cuna y herencia.

Para el nuevo republicanismo, la República significa libertad solidaria y colaborativa. Lo ordinario y cotidiano reciben la máxima distinción, sin pompa ni boato, en el reconocimiento entre iguales. Este es el único protocolo de distinción republicano. No existen blindajes institucionales, mediáticos ni legales para los delitos personales ni para la corrupción pública. La cabeza del Estado no se debe a clientelas ni corifeos sino a la rendición de cuentas ante el bien común. Una república donde la libertad individual se ejerce y refuerza con las del resto de seres humanos. Donde la solidaridad con el refugiado y el expatriado es un efecto llamada a la Humanidad, una exigencia moral irrenunciable, y no puede ser tratada ni como delito ni estar al albur del oportunismo político. Donde el bienestar material, la educación, la sanidad y la cultura se traducen en vidas dignas, autónomas y soberanas.

Para el nuevo republicanismo, la República es diversidad y pluralidad. Una república de repúblicas, en Europa y en el horizonte de un mundo deseable. Porque la diversidad es manifestación de vida. Y la uniformidad, como el monocultivo en la naturaleza, empobrece y desertifica. Una república de iguales y de soberanías compartidas, donde la unidad significa defensa de lo común, de la ayuda mutua, de las libertades y de los derechos.

Para el nuevo republicanismo, la República significa ecología. No solo como una necesidad exigida por la emergencia climática, sino como la vértebra espinal de todo el proyecto común. Una acción de gobierno y un compromiso social histórico, entrelazado como internacional de la supervivencia, que ponga freno al proceso de destrucción del planeta para sustituir el despilfarro enloquecido por una abundancia del conocimiento, de economía honesta y las relaciones colaborativas.

Para el nuevo republicanismo, la República significa feminismo. La lucha por terminar con las desigualdades, con la guerra machista que sufre la mujer en forma de feminicidios, con la trata y esclavitud, con las heridas mentales que causan los micromachismos, todo ese movimiento de emancipación es un proceso que permite tejer una sociedad diferente, más justa y más libre, de naturaleza curativa para todas y todos. Lo que está cambiando el mundo en profundidad, lo que más molesta a los autoritarismos y a las maquinarias destructivas, es el encuentro fértil de la ecología y el feminismo, en la vanguardia de la resistencia de la gente más vulnerable.

Para el nuevo republicanismo, la República es pacifista y soberana. Hay que desmontar pacientemente la patria armada por la matria de Gaia. Una república donde la soberanía no se identifica con fronteras amuralladas para los seres humanos e inexistentes para el trajinar del capital. ¡Qué ironía que solo el capitalismo deshonesto pueda hablar de "paraísos" en la tierra! Hay que hablar de soberanía, sí, pero la soberanía real (con minúsculas, pero inconmensurable) es, ante todo, alimentaria, tecnológica, científica y humanista. Porque la paz se cifra en la defensa inalienable de los derechos humanos, dentro y fuera de las fronteras. Y se articula en los derechos sociales, el compromiso cívico y los cuidados mutuos.

La República es un sueño, sí. Pero un sueño eficaz. Cada día nace más republicano.

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