Otras miradas

Desenterrar la memoria de las lesbianas

Andrea Momoitio

Número 12 de la revista Sorginak, editada por Colectivos de Lesbinanas Feministas de Euskadi. Año: 1992. Fuente: Emakumeen Dokumentazio Zentroa Maite Albiz Centro de Documentación de Mujeres
Número 12 de la revista Sorginak, editada por Colectivos de
Lesbinanas Feministas de Euskadi. Año: 1992. Fuente: Emakumeen
Dokumentazio Zentroa Maite Albiz Centro de Documentación de Mujeres

Este lunes es el Día de la Visibilidad Lésbica, pero nadie sabe bien por qué. Parece que se celebra desde 2008, a raíz de un grupo de acciones que se impulsaron ese año desde la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB). No es una conmemoración internacional aunque, en algunos países de América Latina, se ha replicado la fecha elegida en el Estado español. En Argentina lo celebran el 7 de marzo, en homenaje a Natalia Gaitán, asesinada por el padrastro de su novia cuando tenía 27 años. En Brasil, el 29 de agosto y las chilenas lo reivindican el 9 de julio en recuerdo de Mónica Briones, una pintora y escultura brutalmente asesinada. La Colectiva Lésbica Ayuquelén –la primera organización lésbica que se conoce en Chile– surgió a partir de su asesinato y eligieron el día de su muerte para hacer visibles las reivindicaciones de las lesbianas de su país. El de Briones se considera el primer asesinato lesbófobo documentado en Chile. 

Ese es precisamente uno de los principales problemas que tenemos todavía hoy las lesbianas: no hay nada documentado sobre nuestra propia historia. Si fuera de otra manera podríamos haber tirado de archivo en búsqueda de cualquier efeméride importante antes de inventarnos una fecha para reivindicar lo que es obvio: que seguimos condenadas a un segundo plano. Podíamos haber elegido, por ejemplo, el 7 de septiembre. Ya tendríamos himno y serviría de excusa para denunciar que, un día como tal, en el año 2000, Dolores Vázquez fue detenida acusada erróneamente de haber asesinado a la hija de su ex compañera: Rocío Wanninkhof. La condena judicial y mediática que sufrió después es uno de los casos de lesbofobia más flagrante que se recuerdan. Nadie le ha pedido perdón. Podíamos haber elegido también el 8 de junio, un día así, en 1901, Marcela Gracia Ibeas y Elisa Sánchez Loriga se casaron por la Iglesia en A Coruña. Podíamos haber preguntado a Mar de Griñó y Mili Hernández cuándo abrieron la librería Berkana y elegir ese día. 

No sé, cualquier cosa menos una fecha al azar porque, aunque ni siquiera nosotras lo tengamos claro, llevamos escrita en nuestros cuerpos la historia de todas las que nos precedieron. Todas las que tuvieron que soportar el silencio, la oscuridad y la soledad. Puede que, sí, que vale, que a nosotras no se los aplicara la ley de Vagos y Maleantes (1933-1970) o Peligrosidad y Rehabilitación Social (1970-1995) de la misma manera, pero quizá nosotras sufrimos la violencia del Patronato de Protección de la Mujer, una institución franquista, fundada en 1941, que produjo auténtico terror entre las mujeres que cayeron en sus manos. Muchas de ellas, quizá, lesbianas. Quizá nos hemos equivocado buscando dónde podíamos encontrar resquicios de nuestra historia. 

Nosotras estuvimos (¿estamos?) en reformatorios, sanatorios psiquiátricos e instituciones ocupadas de preservar la moral. Javier Fernández-Galeano explica en su artículo "Entre el crimen y la locura: relaciones sexo-afectivas entre mujeres y disconformidad de género bajo el Franquismo" el caso de una mujer que fue entregada por su madre al Patronato en 1966. Declaró que "observaba" que sus "relaciones" eras "completamente anormales, pues se marchan solas y según rumores practican actos contrarios a toda naturaleza, y al llamarle la atención sobre ellos, soy insultada y agredida por mi citada hija, para la cual no existe otra persona que la referida". Qué sería de aquellas dos mujeres. Cuánto dolor. 

Un alto en el camino: Si alguien tiene alguna pista sobre esa historia o conoce cualquier otra,  quiero escucharla.

En los últimos años se han llevado a cabo proyectos importantes de recuperación de nuestra memoria histórica, pero aún queda mucho por hacer, mucho por escarbar. Quizá Deseo y resistencia. Treinta años de movilización lesbiana en el Estado español, de Gracia Trujillo, sea uno de los libros más completos sobre la lucha lésbica. Recoge cuáles fueron los debates de las lesbianas entre 1977 y 2007 en todo el Estado español y aporta grandes reflexiones sobre las dificultades que hemos tenido para articularnos entre el movimiento LGTBQI+ y el movimiento feminista. Históricamente, aquí y allá, las lesbianas hemos tenido ciertas dificultades (o ciertas zancadillas) para movernos entre ambos movimientos sociales que, por otro lado, han sido siempre nuestra casa. Eso se recoge también en la «Línea del tiempo del movimiento lesbofeminista de Bizkaia a través de sus hitos artísticos 1969-2019», un trabajo de Histeria Kolektiboa en el que podríamos haber buscado también alguna fecha que diga algo. Porque, joder, tenemos mucho que recordar, que escribir que leer. Podemos empezar, por ejemplo, por Sorginak, la revista que editaron los Colectivos de Lesbianas Feministas de Euskadi desde 1986. ¡Y nosotras que creíamos que habíamos inventado la dinamita!

 

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