Otras miradas

Ceuta como oportunidad

Marta Nebot

Varios migrantes esperan para pasar la frontera entre Ceuta y Marruecos voluntariamente. - EFE
Varios migrantes esperan para pasar la frontera entre Ceuta y Marruecos voluntariamente. - EFE

Ceuta, ver o no ver. Esa es la auténtica cuestión. Esta crisis migratoria puede ser una oportunidad, más allá de la tragedia, si damos la vuelta a la cámara y nos damos cuenta de cuál es la fotografía importante de este episodio. La instantánea, en realidad, nos retrata e interpela más a nosotros que a ellos.

Porque lo que hemos visto es lo que ocurre sin cesar fuera de nuestros focos, aunque hace décadas que el periodismo valiente y las ONGs lo denuncian y lo enseñan con relatos e imágenes de torturas y muertos. Seamos claros: Europa paga a gobiernos poco democráticos –por ser protocolaria– para que reprima, como sea, fuera de nuestra vista, lo que hemos visto y declaramos intolerable: la huida desesperada de la miseria.

Marruecos, con su extorsión, además de poner en juego la vida de un buen puñado de los suyos, pone en juego nuestra hipocresía.

Hemos llorado viendo a un militar salvar a un bebé del mar y la desesperación de quién se abraza a una voluntaria de la Cruz Roja como quién se agarra a la vida que se le escapa. No lloramos por tantos que no llegan a nuestros ojos, a los que se reprime con dinero europeo y español lejos de las vallas para que no los veamos.

Sin embargo, más allá de nuestras contradicciones, esta estrategia debería tener los días contados, porque los hechos demuestran que no es más que un callejón sin salida.

El precio en euros y humillaciones crece y crece y puede seguir creciendo hasta el infinito en manos de dictadores neomedievales. Tendríamos que empezar a preguntarnos hasta dónde está Europa dispuesta a ser rehén de señores feudales. Nos tienen cogidos por las fronteras, que vienen a ser como nuestros genitales.

¿Cuándo se va a dar cuenta Europa de que esta extorsión es incontrolable? ¿Cuándo va a empezar a poner orden y dejar de aplicar las leyes más salvajes del libre mercado a las migraciones?

Hace mucho que los que saben de esto piden ordenar y reglar la migración legal desde estos países. Necesitamos su mano de obra, a eso vienen. ¿Por qué les dejamos en la economía sumergida dónde se les esclaviza y no rentan a nuestros estados? ¿Por qué sostenemos esta vergüenza tan incongruente, tan cortoplacista en lugar de levantar la vista y mirar al futuro?

Europa envejece y se achica. Los europeos somos cada vez menos y más viejos. Europa por sí misma es insostenible. Dicho de otro modo:  les necesitamos. ¿Cuándo vamos a empezar a admitirlo y a organizarlo?

Las oficinas de asilo son otra de las carencias, ya clásicas, que claman al cielo. La Europa de los grandes ideales, del derecho internacional, de los derechos humanos dice que acoge a los perseguidos y discriminados pero los obliga –los obligamos– a jugarse la vida para poder solicitarlo y a los que consiguen llegar los abandona –los abandonamos– en un vía crucis burocrático que muchas veces termina en la nada.

De la necesidad de la cooperación internacional útil, de ayudar al desarrollo de estos países, a la consecución de derechos básicos, de incentivar que no quieran abandonar sus países más que a evitar que huyan despavoridos, de la lógica socialdemócrata con la que se luchó contra el comunismo, no hay mucho que argumentar más que nuestra historia.

Del mismo modo que no se pueden poner puertas al mar, tampoco se pueden poner eternamente a una miseria que cada vez más nos gana en número. La humanidad lo ha intentado muchas veces con cierto éxito por algún tiempo, pero la historia  ha demostrado que tiene –tenemos– las de perder si se empeña –nos empeñamos– en contener lo incontenible.

Europa y España, por su parte, están sitiadas –estamos sitiados– por una pobreza material y de derechos, que crece y crece desde hace años y que empieza a tener la forma de los preámbulos de un tsunami que podría tragarnos. Llevamos ya demasiado tiempo forzando una máquina que, por naturaleza, por lógica o por cojones, tiene o tendrá los días contados.  La marcha verde de los hambrientos puede ser algo más que una distopía. ¿Justicia universal? ¿Justicia divina? ¿Simple justicia?

Ceuta, ver o no ver. Esa es la auténtica cuestión. De la que cae de maduro, otra más peliaguda: hacer o no hacer por impedir que ocurra lo que sigue y seguirá ocurriendo –si no lo impedimos– con consecuencias monstruosas.

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