Otras miradas

Puteros y cadenas

Laura Berja

Diputada, y portavoz de Igualdad del Grupo Socialista en el Congreso

Pancartas en la manifestación del 8M de 2020 en Madrid.- JAIRO VARGAS
Pancartas en la manifestación del 8M de 2020 en Madrid.- JAIRO VARGAS

"Nadie se ofrece para ser esclava". Así de clara se expresaba Rocío Mora, presidenta de APRAM en la comisión de seguimiento del pacto de estado contra la violencia de género del Congreso al referirse a la prostitución.

La prostitución es una forma de violencia contra las mujeres, una manifestación cruel, humillante y dañina de misoginia, que deja secuelas físicas, sociales y psicológicas en las mujeres prostituidas. La prostitución es la  institución que nutre al patriarcado, que lo engorda, que lo perpetúa.

Podría parecer que en las sociedades modernas, defensoras de los derechos humanos y proactivas en los posicionamientos en favor del avance de la igualdad y la justicia social, debiera ser elemento de consenso oponerse ante esta flagrante forma de infundir terror contra las mujeres. Sin embargo, no solo están ausentes los consensos frente a la exploración sexual y la prostitución, sino que "irse de putas" es parte de la oferta de ocio legitimado social y públicamente en muchos países incluido España. Los datos de la demanda de prostitución en Europa y en nuestro país son reveladores: somos el primer país Europeo y el tercero del mundo según la ONU. El 39% de los varones españoles ha pagado alguna vez por violar a mujeres mediante la prostitución.

Ponernos frente al espejo es un ejercicio obligado para no continuar con el cinismo de decir que no nos gusta una cosa y mirar para otro lado cuando la cosa está ocurriendo. Los proxenetas esclavizan a las mujeres en los pisos, en la calles y en los locales. Convivimos presenciando la violencia. La prostitución permite la comercialización de la violencia contra las mujeres y la compra de dominación. Esta forma de explotación sexual traslada un mensaje nítido: hay una cantidad ingente de mujeres disponibles para todos los varones que lo deseen, solo tienen que pagarlo.


El feminismo solo puede ser abolicionista de la prostitución. Es impropio de la lucha feminista defender un sistema que pone a disposición de los varones tal cuota de poder, ejercida a costa de la sumisión de las mujeres y la violencia contra sus cuerpos. El neoliberalismo nos imprime a fuego pensar que la libertad es que cada cual haga lo que quiera y compre lo que quiera. Las feministas sabemos bien que cuando nos trasladan este mensaje las mujeres somos el producto. Y si hay alguien que no lo sabe debe plantearse su militancia feminista. Esto no se trata de lo que una quiera, esto trata de protegernos a todas y de otorgar derechos de ciudadanía a todas.

La prostitución encubre la trata con fines de explotación sexual de mujeres y niñas. Muchas de ellas menores de edad, en situación de pobreza, captadas para ser traficadas, extorsionadas y agredidas. Sin prostitución no hay trata y sin puteros no hay ni prostitución, ni trata.

Liderando el ranking de la vergüenza de demanda en prostitución, los poderes públicos estamos obligados a intervenir. Es urgente una ley contra la trata de mujeres y abolicionista de la prostitución. El pacto de Estado contra la violencia de género nos interpela a ello, pese que en su debate hubo quien se negó a considerar la prostitución como una forma de violencia machista.


En este siglo, siempre que hemos gobernado los y las socialistas nuestros mandatos se han recordado por una ley feminista. Leyes que cumplen con el deber constitucional de remover los obstáculos que impiden la igualdad entre mujeres y hombres. Los partidos de izquierdas que gobernamos en este momento no podemos permitirnos que en plena reacción machista tras los avances de la cuarta ola feminista no seamos capaces de seguir siendo la avanzadilla de la legislación contra el sistema opresor que supone para todas las mujeres la prostitución. Decía Rosa Luxemburgo que  "quien no se mueve, no siente las cadenas". Sintámonos interpeladas, todas.

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