Otras miradas

El electorado español rechaza el bipartidismo que ha provocado la austeridad y el desempleo masivo

Mark Weisbrot

Codirector del Centro para la Investigación Económica y Política en Washington DC

Mark Weisbrot
Codirector del Centro para la Investigación Económica y Política en Washington DC

Las elecciones del pasado domingo en España, en las que los dos partidos que han gobernado el país durante más de tres décadas sufrieron grandes descalabros, tienen importantes consecuencias para el futuro no sólo de España sino de Europa. Representan un ejemplo más de por qué y cómo la Eurozona permanece en un Estado de agitación política, seis años después de la recesión mundial.

La política económica europea ha fracasado totalmente, incluida la austeridad —que es el motivo por el que la Eurozona registra índices con mayor desempleo que en los de Estados Unidos—. Pero los dirigentes que deciden la política económica no están ofreciendo alternativas viables; por el contrario, quieren más ajustes fiscales y cambios regresivos.

El Gobierno del Partido Popular, de derechas, bajo el liderazgo del crecientemente impopular Mariano Rajoy, obtuvo 123 escaños (el 28.7% de los votos). El PSOE, de centro-izquierda, que fue derrotado por el PP en 2011 por haber respaldado la austeridad, obtuvo 90 escaños. Debido a que ninguno de los dos partidos está cerca de la mayoría simple, está por verse aún si será posible formar un gobierno estable.

Aunque la economía española ha estado creciendo desde hace un año y medio, esa recuperación no ha permeado a la mayoría de la población. El desempleo alcanza el 21,6%, uno de los porcentajes más altos de todos los países desarrollados, y asciende al 47,7% entre los jóvenes. Cerca del 60% de los parados, son desempleados de larga duración que llevan sin trabajo más de un año. Desde 2007, más de 3 millones de personas se han sumado a las filas de quienes corren riesgo de caer bajo la línea de pobreza y de exclusión social.

El primero en aguarle la fiesta al bipartidismo fue Podemos, que superó a las encuestas obteniendo 69 escaños en las votaciones del domingo pasado. Podemos es un partido de izquierdas que tiene menos de dos años de vida, surgido de las protestas de masas contra la austeridad, el desempleo y la corrupción del PP (y del propio Rajoy).

Bajo el liderazgo de Pablo Iglesias —un profesor universitario de 37 años vestido con vaqueros de bajo coste y con pelo largo recogido con una cola de caballo—, Podemos llegó a ser el partido con el mayor número de seguidores en noviembre de 2014. Pero en ese momento apareció un nuevo partido, del que a veces se habla como el Podemos de la derecha. Basado en astutas estrategias de mercadeo y apelando a la juventud, Ciudadanos ascendió rápidamente al estrellato mediático y terminó consiguiendo 40 escaños en estas elecciones. Pero el Podemos de la izquierda fue el que ofreció un programa económico alternativo al fracaso actual, que incluye medidas para incrementar el empleo, la inversión pública y las oportunidades educativas, así como una reforma fiscal progresiva y el fin de la austeridad.

Aun cuando hay otros asuntos políticos de interés en juego, por ejemplo la cuestión de la independencia de Catalunya, la economía es el gran tema a tratar. España acumuló una enorme deuda privada (no pública) en el período previo a la crisis financiera mundial y la recesión, y su burbuja inmobiliaria era aún más grande que la de Estados Unidos, correlativamente al tamaño de su economía. España fue duramente golpeada cuando estalló su burbuja inmobiliaria (y su bolsa de valores). Pero tras algunas medidas iniciales de crecimiento en 2009, el Gobierno fue presionado por las autoridades europeas a adoptar políticas de austeridad que empujaron a la economía a una nueva recesión y a un creciente desempleo.

Un aspecto central de la política de austeridad es lo que los economistas denominan devaluación interna. Dado que el país había adoptado el euro, no podía devaluar su moneda. Pero sí puede rebajarle su valor (en términos reales) sumergiendo los salarios y bajando la inflación. Para lograr eso se requiere que haya desempleo masivo y recesión, algo que el gobierno promovió exitosamente. La desaceleración también barrió con las importaciones debido al desplome del gasto interno, que contribuyó a reducir el déficit comercial. Es, obviamente, una estrategia brutal, pero a los españoles se les dijo que no había otra alternativa mientras se mantuvieran en la Eurozona.

El Gobierno del PP también recortó el gasto social y modificó la legislación laboral para restringir el poder de negociación de los trabajadores. Y para enfrentar la protesta, aprobó la Ley mordaza contra las concentraciones no autorizadas, con multas de hasta 650.000 euros, y se tornó crecientemente represivo.

El PP seguirá siendo por ahora el partido más numeroso en el Congreso. Pero lo más significativo de los comicios fue el rechazo del electorado a la austeridad y la política actual de la Eurozona. Con la economía del país creciendo, el PP trató de convencer a los votantes —en consonancia con las autoridades de la Eurozona y el FMI— de que la austeridad estaba finalmente "funcionando". La gran mayoría de los votantes rechazó ese argumento, y tenían razón.

Las cifras indican, en realidad, que el retorno reciente a la senda del crecimiento fue consecuencia, en gran parte, de la distensión presupuestal que dispuso el gobierno anterior, así como de factores externos: la caída de los precios del petróleo (que les dejó a los consumidores más dinero para gastar), la decisión del Banco Central Europeo de bajar las tasas de interés (mediante una expansión monetaria cuantitativa), y la depreciación del euro (que contribuye a bajar las importaciones y aumentar las exportaciones). Además, según estimaciones del FMI, la economía española recuperará el pleno empleo dentro de algunos años, No obstante, habría más de un 16% de desempleo.

Claro está que el electorado en Grecia rechazó la austeridad en enero, y de nuevo arrolladoramente en junio en un referéndum nacional, aunque las autoridades europeas, a la postre, la impusieron a la fuerza. Pero la economía griega representa menos del 2% de la Eurozona, y los nuevos dirigentes del Gobierno de izquierdas Syriza —aunque se opusieron categóricamente a la austeridad— dejaron claro que nunca abandonarían la Eurozona, sin importarles las consecuencias. España, que es la cuarta mayor economía de la Eurozona, tiene potencialmente un poder de negociación mucho mayor.

El rechazo del electorado español a la tesis de Rajoy de que deben mantenerse fieles al programa de austeridad porque "está funcionando", es un mensaje de vital importancia para toda Europa. Y el resultado de estas elecciones podría acercar a España un paso más a la meta de recomponer su economía con o sin la aprobación de las autoridades europeas.

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