Otras miradas

PSOE: Comité Sacrificial

Antoni Aguiló

Filósofo político y profesor del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coímbra

Antoni Aguiló
Filósofo político y profesor del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coímbra

En el ámbito de la política de partidos, el PSOE ha sido la primera gran víctima de un sistema que se autofagocita para seguir reproduciéndose (en este caso, para liquidar la posibilidad de una alternativa plural y progresista al gobierno del PP). El sistema, como Saturno, devora a sus propios hijos. La inmolación de Pedro Sánchez como secretario general recuerda el destino de Ifigenia, cuyo sacrifico, cuenta Eurípides en su tragedia, permitió que las naves griegas zarparan hacia Troya, siguiendo el curso "normal" de los acontecimientos: "Y si Artemisa quiere tomar mi vida, ¿voy a resistirme a una diosa, yo, que soy mortal? Es imposible. ¡Sacrificadme, devastad Troya! Este será mi monumento eterno, y estos mis hijos y mis bodas y mi fama". La cólera del Olimpo socialista alcanzó tal magnitud que sus dioses han peleado hasta el final, a sabiendas de que el sacrificio no conducirá a un acto de renovación por la izquierda, sino a un suicidio con la mano derecha. El plan se cumple: todo se ha orquestado para que haya abstención y evitar nuevas elecciones con un resultado catastrófico para el PSOE, el sorpasso de Unidos Podemos y la mayoría absoluta del PP.

Lo decía Walter Benjamin: el capitalismo funciona como una religión perversa que exige sacrificios en el altar del lucro. Sacrificios siempre impuestos a las poblaciones más débiles y vulnerables, atrapadas en ciclos interminables de pobreza y sumidas en la impotencia y la desesperación. Esta lógica sacrificial está orientada a crear cada vez más lo que Boaventura de Sousa llama "zonas de subhumanidad", espacios destruidos o amenazados por el credo neoliberal: guerra sin cuartel contra la clase trabajadora, desindustrialización, antisindicalismo, recortes, criminalización de los movimientos sociales, utilización del miedo para subordinar a la población, transformación de la democracia en una mercadería vendida a precio de saldo y de la política electoral en un espectáculo de marionetas, apoyo a gobiernos corruptos que desprecian la idea de bien común, manipulaciones generadas desde los medios de comunicación globales, etc. Son las élites sacerdotales de la religión capitalista las que, movidas por un apetito insaciable de poder y codicia, se benefician de la explotación, la corrupción y la degradación democrática.

El capitalismo no duda en sacrificar todo lo pone en peligro su continuidad, dejando un cierto margen para que las fuerzas de izquierda tengan más fácil desplazarse y ocuparlo de forma efectiva, ayudando a gestionar el neoliberalismo y a reproducir lo existente una vez en el Gobierno. Es lo que en las últimas décadas ha ocurrido con la mayoría de los partidos socialdemócratas europeos, las terceras vías y propuestas afines, y muy particularmente con el PSOE, con su genuflexión ante el altar neoliberal. El destino de estos partidos acabó por asemejarse al de Ifigenia: rescatada en el momento del sacrificio por una Artemisa que, apiadada, le perdona la vida y la convierte en su sacerdotisa. El colaboracionismo fue la condición impuesta por la divinidad neoliberal para liberar a la socialdemocracia del sacrificio y permitirle sobrevivir como guardiana de sus intereses. La comparecencia de Zapatero en mayo de 2010 en el Congreso para explicar la política de recortes aprobada y la reforma exprés del artículo 135 de la Constitución en 2011 hablan por sí solas.

La crisis interna del PSOE es un síntoma de la retroalimentación de la cultura política dominante y sus instituciones. Es la constatación de que nos encontramos, en palabras de Gramsci, en un "interregno" en la normalidad democrático-representativa. Es decir, ante un régimen político colapsado, aunque su sustituto no acaba de manifestarse. En este escenario, puede que el próximo chivo expiatorio sea Ciudadanos, que ha dejado de ser útil a un régimen empeñado en dar la mayoría absoluta al PP y dejar a las fuerzas del cambio paralizadas y sin esperanza. Del mismo modo, la inmolación de Sánchez es también una llamada de atención a Podemos. La Unión Europea observa vigilante desde hace meses el proceso de formación de gobierno en España, temerosa de una solución a la portuguesa.

No hay garantías de lo que vendrá tras el interregno electoral. La crisis de 1929 se saldó con el triunfo del fascismo y del nazismo en Europa, mientras que en Estados Unidos se puso en marcha el New Deal. El fantasma del protofascismo populista anda suelto en Occidente, dado el ascenso de la extrema derecha en Europa y la posibilidad de que Donald Trump conquiste la presidencia de Estados Unidos. La constatación de una Unión Europea más dispuesta a sancionar a Syriza que a frenar el avance de la extrema derecha es revelador al respecto. Lo probable es que se perfile un horizonte recesivo (un PP que, gracias a la abstención del PSOE, seguirá aplicando en la medida de lo posible el programa sacrificial del neoliberalismo).

Si Saturno devora a sus hijos, las fuerzas de la resistencia están llamadas a rebelarse contra el padre monstruoso para vencerlo. En El mito de Sísifo (1942), Albert Camus escribe: "Una de las únicas posiciones filosóficas coherentes es la rebelión. Es una confrontación perpetua del hombre con su propia oscuridad. [...] Es esa presencia constante del hombre ante sí mismo. No es aspiración, pues carece de esperanza. Esta rebelión es la seguridad de un destino aplastante, sin la resignación que debería acompañarla". Las palabras de Camus nos dejan una lección a considerar: la rebelión surge de la desesperanza. En la mitología griega, Sísifo fue un rey castigado por los dioses por traición y arrogancia. Su castigo fue rodar una pesada piedra hasta la cima de una montaña por toda la eternidad: todos los días Sísifo empujaba la roca, pero antes de llegar a la cima la piedra volvía a caer, obligándolo a comenzar de nuevo. El castigo debería ser una fuente de frustración eterna para Sísifo, condenado a trabajar inútilmente, sin esperanza ni sentido. Sin embargo, Camus ve en Sísifo a un héroe y no a un hombre derrotado. A pesar de todo, Sísifo desafía la voluntad divina. Empuja la piedra sin esperanza, pero con la rebeldía de no dejarla definitivamente abajo para no dar el placer a los dioses de verlo sufrir y derrotado. La ascensión interminable de la roca simboliza la lucha de un rebelde.

Con el sacrifico de Sánchez y la probable abstención a un gobierno del PP, el PSOE se ha situado, otra vez, más cerca de Ifigenia que de Sísifo, sometiéndose a las presiones que han frustrado la posibilidad de cambio frente a las salidas recesivas que el neoliberalismo tratará de imponer.

La democracia es el resultado de luchas populares, aunque quien la ha diseñado y controlado históricamente ha sido un sector específico y restringido de la sociedad. Con la rendición del PSOE, las elecciones se han convertido en un lugar de acceso prohibido a la democracia. La emancipación social jamás podrá conquistarse desde los confines de la democracia partidocrática, liberal y mercantilizada vigente. Quienes la cuestionen, serán acusados de desafiar la voluntad de los dioses. Es una labor de Sísifo irrenunciable.

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