Otras miradas

El millón de votos que "perdió" Unidos Podemos y la reclamación de más visibilidad por parte de Izquierda Unida

Miguel Guillén Burguillos

Politólogo y autor de “Podemos-Izquierda Unida. Del desamor a la confluencia”.

Miguel Guillén Burguillos
Politólogo y autor de "Podemos-Izquierda Unida. Del desamor a la confluencia".

Después de las elecciones generales del 26 de junio del año pasado se habló mucho del millón de votos que aproximadamente había "perdido" Unidos Podemos con respecto a los comicios del 20 de diciembre de 2015, cuando Podemos e Izquierda Unida concurrieron por separado a las urnas en la mayoría de provincias. Este asunto ha vuelto a recordarse en los últimos días después de que Alberto Garzón presentara un informe ante la Asamblea Político Social de IU en el que hacía autocrítica y reconocía insuficiencias en la alianza con Podemos, incluida una "notable ausencia de una justa visibilidad".

Los titulares en prensa y la simplificación de la reflexión de Garzón y sus colaboradores hizo saltar las alarmas en determinados sectores del espacio político que hoy representa Unidos Podemos: "ya estamos otra vez... La eterna desunión de la izquierda... No tenemos remedio". Pero la reflexión de Garzón considero que es absolutamente justificable e incluso necesaria, porque es evidente que hay una proporción importante de votantes que se referencian fundamentalmente en IU, y no en UP o en Podemos. Como también hay gente que se identifica con Podemos y para nada en IU u otras formaciones. Aún así, creo que los dirigentes de este espacio político deben tener en cuenta que cualquier reflexión o documento que salga a la luz será convenientemente simplificado interesadamente, y los titulares que aparecerán no siempre se corresponderán con la idea de fondo o con la complejidad de un asunto como este.

Por eso hay que entender que muchos no estén de acuerdo con Garzón y la conveniencia de reclamar una mayor visibilidad de IU dentro de UP, cuando se supone que se está caminando hacia una confluencia que vaya más allá de la coalición electoral. En mi libro "Podemos-Izquierda Unida. Del desamor a la confluencia" (2017) dedico muchas páginas a la reflexión entorno a una idea que considero fundamental: el grueso del trabajo debe dirigirse desde ya a profundizar en la construcción de un nuevo espacio político de amplio espectro, en el que obviamente deben estar Podemos e Izquierda Unida, sus confluencias plurinacionales, y también activistas a título individual que no se sientan llamados a formar parte de la estructura de un partido político concreto. Y todo ello, y creo que es perfectamente posible hacerlo, sin que se pierdan las identidades preexistentes ni las estructuras de las organizaciones que han venido funcionando hasta ahora. Pero para que esto tenga éxito, las militancias de los diferentes partidos y los activistas sin adscripción activista deberán encontrarse en el día a día, en sus barrios, pueblos, sindicatos, asociaciones, movimientos sociales, centros de trabajo... Algo tan antiguo como el conflicto social, la combinación de la tarea en las instituciones con la imprescindible presencia en la calle. Si de forma natural estas militancias trabajan para fines concretos, será mucho más fácil conseguir una confluencia a nivel político.

Quiero recuperar brevemente diversos análisis de politólogos donde aparecían algunas hipótesis sobre el destino del famoso millón de votos que Unidos Podemos "perdió" entre diciembre de 2015 y junio de 2016. Justo después del 26-J aparecieron rápidamente muchos análisis, pero aún no disponíamos de encuestas postelectorales, con lo cual debíamos ser cautelosos a la hora de emitir cualquier tipo de juicio.

La politóloga Berta Barbet, por ejemplo, hablaba de los dos destinos más probables de aquellos votos "perdidos": por un lado, hacía referencia a la idea de que hubieran ido a parar al PSOE como candidatura alternativa de la izquierda, y por el otro, recurría a la idea de que aquellos votantes se habían desmovilizado después de seis meses de arduo debate y decidieron quedarse en casa. Barbet explicaba que "Podemos sacó mejores resultados en las provincias con unos niveles de participación más alta en diciembre". Ignacio Sánchez-Cuenca decía que lo lógico era pensar que la mayor parte del voto perdido hubiera acabado en la abstención, y que los datos demostraban que aquellas provincias en las que IU obtuvo un mayor porcentaje de voto en las elecciones de 2015 eran justamente las que registraron una mayor pérdida de Unidos Podemos.

Ignacio Jurado y Lluís Orriols explicaban que la coalición con Podemos generó gran desafección en una porción de los votantes de IU, y que las encuestas mostraban tasas de fidelidad de incluso el 50-60% e importantes transferencias hacia el PSOE. Además, muchos votantes de Izquierda Unida eran explícitamente muy hostiles hacia Podemos. También señalaban que, aunque los votantes desafectos de IU se hubieran finalmente abstenido o votado a otros partidos, esto solo podría explicar una parte de la debacle electoral de Unidos Podemos. Los resultados indicarían también una desmovilización del electorado de Podemos.

Si nos fijamos en la encuesta postelectoral que el CIS publicó después de las elecciones del 26-J, podemos observar cómo los votantes de IU fueron quienes mostraron una menor fidelidad de voto respecto de las elecciones del 20-D, entendiendo que si votaron IU en diciembre de 2015, partiríamos de la hipótesis que la mayor parte votaría a UP en junio de 2016. Pues bien, en la pregunta referente al recuerdo de voto, cruzando las respuestas de la encuesta del 2016 con la del 2015, vemos como "solamente" un 60,3% de los votantes de IU en 2015 votó a UP o Compromís-Podemos-EUPV en 2016 (en el caso del PP, la "fidelidad" sube hasta el 86,3%, en el del PSOE al 77,3%, en el de Podemos al 77,9%, y en el de C’s al 64,3%). En el caso de los votantes de IU el 20-D, en las elecciones del 26-J un 16,7% decidió votar al PSOE, un 4,6% a C’s, mientras que un 8% no votó. Los datos son claros: quien votó a Podemos en diciembre de 2015 se mantuvo fiel a UP en un 77,9%, mientras que en el caso del votante de IU este porcentaje bajó al 60,3%. El resto, básicamente se fue al PSOE o a la abstención.

Después del 26-J no faltaron los oportunistas que aparecieron con el clásico "yo ya lo dije", en referencia al fracaso de la coalición UP y la pérdida del famoso millón de votos. La pregunta es: ¿se hubieran conseguido más votos fíjense que no digo diputados yendo a las elecciones nuevamente por separado? Eso nunca lo sabremos. En este punto quiero recuperar una reflexión de Manolo Monereo, veterano dirigente del PCE, de IU, y ahora diputado de Unidos Podemos por Córdoba: "dos formaciones políticas enfrentándose durísimamente en una campaña electoral por el mismo espacio solo serviría para que el espacio común se redujese.

¿Por qué? Porque habría una parte de la gente que ante el conflicto no votaría, y de todo esto el principal beneficiario sería el régimen, el bipartidismo, y específicamente, en este caso, el PSOE". La reclamación por parte de IU de una mayor visibilidad dentro del espacio de UP me parece justificable, pero el reto al que se enfrenta este espacio político amplio es demasiado grande como para no trabajar por la unidad popular: vencer al PP y llevar la dignidad a nuestras instituciones. Por todo ello, ahora más que nunca hace falta un espacio político fuerte, amplio (insisto en esta palabra) y también diverso, pero que trabaje unitariamente en defensa de los intereses de la gente común. Centremos nuestros esfuerzos en ello y no en otras cosas.

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