En bicicleta por Pekín

China seduce al mundo

Al menos durante una noche, China conquistó ayer al mundo. En medio de ese espectáculo de tambores, fuegos artificiales y caracteres chinos, el espectador global tuvo ante sí (por primera vez y sin filtros) la versión moderna de la antigua civilización china. La ceremonia de inauguración sorprendió, enamoró y supo seducir. China conquistó a Occidente con sus propias armas.

Si otros países utilizaron sus inventos (pólvora, papel, imprenta, brújula) para desarrollar sus culturas, China hizo ayer lo mismo pero a la inversa. En un estadio diseñado por una firma suiza, la ceremonia utilizó la más alta tecnología occidental para rematar un espectáculo artístico universal. Todo esto estuvo dirigido por Zhang Yimou, el magnífico cineasta chino que ha conquistado Hollywood con su "cine-espectáculo". La mezcla de culturas se acercó mucho a lo que el sinólogo francés Jacques Gernet llamaba "solidaridad cultural", entendida como una corriente que por encima de gobiernos e instituciones favorece los intercambios culturales.

Pero China ha querido ser China. En medio de su apertura al mundo y su asunción de reglas internacionales, China siempre ha reivindicado su singularidad: una cultura milenaria y 1.300 millones de personas. Para comprender este fenómeno histórico habría que imaginarse un Imperio Romano o Egipcio que todavía existiera en nuestros tiempos. Aunque abierta al mundo, un país de tanto peso y carga histórica no ha querido olvidarse de sus raíces.

En este sentido, China ha querido aportar su granito de arena al movimiento olímpico. En la ceremonia de ayer, por ejemplo, los equipos olímpicos no entraron siguiendo el orden del alfabeto latino, sino el número de trazos de su primer carácter en chino. Basta con analizar las mascotas olímpicas (que pueden parecer sencillas y ñoñas a simple vista) para descubrir la cosmología china: las cinco fases o elementos (agua, madera, fuego, tierra, metal), la armonía, el equilibrio universal. Uno de los lemas de estos Juegos es "Nuevo Beijing, Nuevas Olimpiadas". China quiere aportar a estos Juegos (y al mundo) su riquísima cultura milenaria.

Es difícil darse cuenta cuando uno vive en Europa o Estados Unidos, pero eso que muchas veces llamamos "internacional" tan sólo quiere decir "occidental". Los Juegos Olímpicos han sido hasta hace poco un buen ejemplo: nacieron en la antigua Grecia y fueron impulsados a finales de siglo XIX por un francés. Los idiomas oficiales siguen siendo el inglés y el francés, por encima de otras lenguas como el chino, el árabe o el español. En 2001, cuando Pekín fue elegida como sede olímpica, casi la mitad de los 123 miembros del Comité Olímpico con derecho a voto eran europeos. Los Juegos de Pekín abren las Olimpiadas al país más poblado del mundo y universalizan este acontecimiento deportivo. Nunca como ayer, en el Estadio Nacional, había sido más cierta la frase olímpica de "Un mundo, un sueño".

Ayer, en el parque de Ditan, en el centro de Pekín, uno podía sentir la importancia de este día histórico que se seguía a través de dos pantallas gigantes. Dos siglos después de su hundimiento, China mostraba su mejor cara al mundo. Los Juegos Olímpicos son un reflejo de la evolución que ha vivido el país en los últimos 30 años: un proceso complejo y lleno de dramas, pero que según el Banco Mundial ha sacado de la extrema pobreza a 500 millones de personas. Se trata de un triunfo del país, pero también de un triunfo de la humanidad. Todos deberíamos estar contentos.

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