Pequeñas Revoluciones

El sufragismo, los bebés y la conciliación

La película Las sufragistas, estrenada hace una semanas en nuestro país, muestra la lucha de las mujeres inglesas para reivindicar su derecho al voto, entendido el sufragio como paradigma de todos los derechos sociales y políticos negados a las mujeres.

La película es especialmente interesante porque, a contracorriente de otras explicaciones que ponían el acento de la lucha en las aristócratas que encabezaron el movimiento y al voto como derecho político, en esta versión de la película, dirigida por una mujer, se hace más hincapié en dos aspectos distintos, la participación imprescindible de las obreras en la lucha y la incorporación a esas reivindicaciones políticas de las reivindicaciones vitales como el derecho a que a una madre no le puedan robar los hijos, que eran propiedad de los hombres.

Ambos aspectos se me han venido a la cabeza al ver las escenas de la constitución del nuevo Parlamento y contemplar una imagen tan agradable como la de una diputada, Carolina Bescansa, entrando con su bebé de 5 meses en el Congreso de los diputados.

El derecho de una madre a ejercer su maternidad como considere oportuno lo hemos defendido las mujeres desde hace muchos años, no es esa la cuestión, pero sí me gustaría pararme en el objetivo, que ella y su grupo manifestaron, de hacer de la presencia del bebé en las Cortes un alegato a favor de la conciliación de la vida familiar y profesional.

Las sufragistas que provenían de las clases altas en la Inglaterra de los primeros años del siglo pasado también sabían que sus gestos serían publicitados por su posición social, pero ellas, como Carolina Bescansa, tenían opciones, podían elegir, las trabajadoras no, ellas no podían, no pueden elegir entre llevar o no a sus hijos al trabajo, ellas no pueden hacer gestos de conciliación. Ellas simplemente concilian... Como pueden.

Hace muchos años que las mujeres estamos en este debate de la conciliación, los derechos... No empezó ayer, no, muchas madres han sacado su pecho en sitios públicos para amamantar a sus bebés, muchas madres han pasado también por el Congreso con sus hijos cerca para poder alimentarles, muchas madres también, algún día absolutamente agobiadas, se han llevado a su hijo al trabajo porque no tenían con quién dejarle, pero también es verdad que los bebés pueden ser cuidados, y muchas mujeres pensamos que DEBEN ser cuidados, no solo por las mujeres, por sus madres, sino por otras personas. Porque el CUIDADO no debe ser patrimonio exclusivo de las mujeres, al revés, debe ser socializado. Que los ciudadanos /as más pequeños no sean solo responsabilidad de sus padres o de su familia más cercana, sino de la sociedad en la que viven. Porque los niños tienen derechos, son ciudadanos con derechos y deben garantizárseles con independencia de la situación, capacidad y medios de sus padres.
Sin duda, en nuestra sociedad, hoy más empobrecida por la crisis, el cuidado de pequeños, mayores y dependientes, de los ciudadanos más vulnerables, es la gran asignatura pendiente.

Disfrazar este debate sobre el modelo social con supuestas medidas de conciliación de la vida familiar y laboral dirigidas a las mujeres es una gran trampa.

Es imprescindible en este debate incorporar a ese cuidado a los HOMBRES. Me hubiera gustado mucho más que ver a una madre con su hijo, ver a un padre con su hijo en un escaño del Congreso de los Diputados y no solo a sus compañeros de partido "ayudando" a la diputada cuando ella tenía que intervenir.

El mensaje que Carolina Bescansa podía haber mandado hubiera sido mucho más contundente. Los bebés son la cara dulce del problema, ¿qué cara pondrían sus señorías si una diputada se presentara con su familiar gran dependiente, en las Cortes?
Lo que las mujeres necesitamos son más políticas sociales con dotación económica que nos permitan poder elegir si dejamos a nuestros hijos o los llevamos con nosotras, que nos liberen de ser las únicas cuidadoras en muchos hogares de nuestro país, eso y una educación universal de hombres y mujeres en el cuidado de los demás, porque es el cuidado de los más débiles lo nos hace humanos y lo que dignificara nuestra sociedad.

Si Carolina Bescansa hubiera dicho que acudía al Congreso con su hijo porque es lactante y debe normalizarse la lactancia en los lugares públicos o porque hubiera exigido periodos de lactancia más largos de los reconocidos legalmente, la hubiera aplaudido porque a muchas mujeres en nuestro país no se les reconoce en su puesto de trabajo ese derecho y no pueden elegir los tiempos de lactancia que consideran idóneos para la crianza de sus hijos. Creo que esto es una demanda legitima y justa que merece ser resuelta.

Si Carolina Bescansa hubiera dicho que acudía al Congreso con su hijo porque el permiso de maternidad previsto legalmente es claramente insuficiente y recae casi en exclusiva sobre las mujeres, lo que obliga a muchas a dejar de amamantar a sus hijos antes de lo que desearían por ser difícilmente compatible con su trabajo, la hubiera aplaudido porque creo que es imprescindible y urgente ampliar los permisos de maternidad y paternidad hacerles compatibles e intransferibles para ayudar también a los padres a aprender y disfrutar del cuidado.

Pero creo que el mensaje que lanzó Carolina Bescansa manifestando que la presencia de su hijo en el Congreso era una demanda de medidas de conciliación es equivocado y que su gesto, lejos de ayudar a las mujeres, las estigmatiza como eternas cuidadoras.

En la conciliación no se avanza lanzando la imagen de las mujeres llevándonos a nuestros hijos al trabajo, se construye de otro modo con cambios sociales radicales, con medios públicos, con corresponsabilidad entre hombres y mujeres y en el conjunto de la sociedad, con cambio de roles, con el debate eterno de los horarios y los tiempos y su solución.

La conciliación de la vida laboral y familiar no es solo un problema de las mujeres, también los es de los hombres. En el fondo hablar de esto es hablar del modelo social que defendemos y queremos. Yo creo en un modelo de Estado cuidador, que se preocupa de sus ciudadanos y ciudadanas y que pone los medios precisos para que la vida familiar, los afectos y el trabajo sean compatibles. Creo en un Estado que reconoce derechos a sus ciudadanos y ciudadanas y los garantiza. Creo en una sociedad que protege a los más vulnerables, a los niños, a los mayores, a los dependientes por ser ciudadanos con derechos y que no deja la garantía de sus necesidades a la familia, en la mayoría de los casos las mujeres.

Por eso creo que el debate de la conciliación en el fondo es el debate sobre los derechos y su ejercicio por todos y por todas y que las medidas que se deben adoptar con urgencia para garantizarlo formaran parte de esas pequeñas revoluciones que a veces pasan desapercibidas pero que transforman y mejoran radicalmente la vida de la gente.

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