Planeta Axel

Sonrieron los gigantes, pero pudo no ser así

Dirán algunos que, por mucho que los periodistas pretendamos ponerle emoción al asunto, al final siempre pasan los mismos. Que los grandes nunca fallan cuando se trata de meterse en las grandes citas y que los pequeños, en el último momento, acaban sucumbiendo ante la presión. Este discurso puede tener su parte de razón, pero le niega al fútbol un factor misterioso que sí posee. Sólo hay que recordar el triunfo de Grecia en la última Eurocopa para darnos cuenta de que, a veces, los milagros de los modestos son posibles. El sábado fallaron al final, pero pudo no ser así. De hecho, estuvo muy cerca de no ser así.

Tan cerca como un disparo de Dimitry Sychev al poste en el último minuto de un Israel-Rusia. Un par de centímetros más e Inglaterra estaría ahora llorando su eliminación. Tan cerca como un remate de un forzado McFadden a puerta vacía que sale desviado. Medio segundo más e Italia no se explicaría cómo pasó de celebrar la Copa del Mundo a caer en Hampden Park. A veces, detalles diminutos definen el destino del fútbol. Hay tan poca diferencia entre el éxito y el fracaso que resulta osado elaborar luego teorías categóricas sobre la fortaleza de unos y la ternura de otros.

De hecho, hubo una selección pequeña que no se arrugó y consiguió clasificarse para Austria y Suiza. Polonia, que nunca ha disputado una Eurocopa, se mantuvo firme en su liderato durante toda la fase pese a que la presionaban hasta tres perseguidores. Y lo hizo con un equipo sin estrellas –Smolarek es su jugador más conocido-, contradiciendo ese falso mito de que los conjuntos menores siempre fallan al final.

En la misma jornada del sábado, tan afortunada para los gigantes, encontramos un par de muestras más sobre lo igualado que está actualmente el fútbol. Holanda y Portugal debían ganar en casa a Luxemburgo y Armenia. La primera para sellar su pase y la segunda para acercarse a él. Los pronósticos hablaban de goleadas, de triunfos encarrilados en el primer tiempo para no sufrir. Pues bien, ambas vencieron por 1-0. Llorando. Al estilo de unos tiempos en los que todos están mucho más cerca de lo que parece.

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