Planeta Axel

¿Qué es de aquel niño prodigio?

30 de junio de 1998. Saint-Étienne, Estadio Geoffroy-Guichard. Mundial de Fútbol. Octavos de final. Inglaterra-Argentina. Minuto 16. Empate a uno en el marcador. Un chavalín de 18 años llamado Michael Owen recibe un balón en el centro del campo. Supera a Chamot con un control orientado prodigioso y lo deja atrás con una rapidez endiablada. Recorre medio terreno de juego hasta encarar a Ayala, que lo espera en la frontal del área. Cambia la trayectoria de su carrera y sobrepasa con facilidad a ese central que se está haciendo un nombre en la liga italiana. Parece alejarse de la portería, pero sabe muy bien dónde está. Sólo le queda Roa, el portero, pero no quiere perder tiempo: nada de encararlo, driblarlo o proponerle un mano a mano. Su fútbol se fabrica a alta velocidad, hay que ejecutar antes que los otros hayan podido empezar a pensar. Así que dispara, aunque esté algo lejos, aunque esté algo escorado. La mete en la escuadra. Para muchos será el mejor gol del Mundial de Francia. Para muchos es el mejor gol que ha marcado nunca un jugador con la camiseta de la selección inglesa.

1 de septiembre de 2001. Munich, Olympiastadion. Partido clasificatorio para el Mundial de Fútbol. Alemania-Inglaterra. Owen anota un histórico hat-trick para impulsar a su equipo hacia un memorable triunfo por 1-5. Es el broche a un año fantástico en el que ya ha logrado cinco títulos con el Liverpool y que acabará valiéndole para recibir el Balón de Oro. A los 22 años recién cumplidos ha llegado a la cima del fútbol europeo. El último inglés que fue galardonado con el mismo premio lo obtuvo cuando él aún no había nacido. Ya no hay dudas: está destinado a marcar una época para su club y para su selección.

Hoy, 24 de noviembre de 2007, Michael Owen tiene 27 años. Su palmarés es prácticamente el mismo que hace un lustro. No ha añadido ni grandes títulos ni premios individuales. No tiene ni una Champions League, ni un Mundial, ni una Eurocopa. Juega en el Newcastle United. O, mejor dicho, milita en el Newcastle United. Desde su llegada al norte de Inglaterra en septiembre de 2005, sólo ha disputado 25 partidos oficiales con las urracas. Sus sempiternos problemas físicos, principalmente musculares, tienen la culpa. Esta tarde (13:45), su equipo actual se mide al que le formó como futbolista. Sería un encuentro especial, con su nombre en la primera página de todos los periódicos, si él estuviera sobre el campo. Pero las lesiones, otra vez las lesiones, le harán verlo por televisión.

La última fue especialmente dolorosa. Absurda, estúpida, cruel. El pasado viernes, Inglaterra disputaba un amistoso sin sentido alguno en Austria. Todo el mundo estaba más pendiente del Israel-Rusia del día siguiente para saber si habría final contra Croacia. Ese encuentro de Viena sólo podía aportar malas noticias. Así fue: Owen se lesionó de nuevo y tuvo que ser sustituido en la primera parte. Quedó automáticamente descartado para la cita de Wembley, que de repente se convirtió en decisiva. El desenlace de esa noche londinense es conocido por todos. Los hombres de McClaren se quedaron sin su talismán, el único jugador inglés que ha marcado en cuatro grandes citas consecutivas (98, 2000, 2002, 2004).

Y Alan Shearer, el hombre que le convenció para jugar en Saint James’ Park, lo observa con resignación. Su fe en Michael es absoluta y está convencido que, cuando pueda jugar, cambiará la fortuna del Newcastle y de Inglaterra. Pero eso será cuando pueda.

Más Noticias