Precarios por el mundo

Precarios y piratas de ayer y hoy

Fabio Cortese
@fcsanabria

Inglaterra, siglo XVII. El auge del proceso de cercamiento (enclosure) de las tierras comunales  provoca la concentración en pocas manos de las mismas: surgen los grandes terratenientes. La otra cara de la moneda es la de las muchas familias campesinas, de pequeños arrendatarios, que se ven empujadas a trabajar para otros tras la usurpación de las tierras. En un contexto de crecimiento demográfico, estos núcleos familiares empobrecidos no cuentan con los medios para mantener a demasiados hijos, por lo que desde una pronta edad —siete u ocho años— muchos son enviados lejos en busca de un futuro mejor.

El principal destino de estos niños y jóvenes eran las ciudades, donde podían encontrar trabajo como aprendices de algún oficio o sirvientes en casas de la nobleza. También podían optar por trasladarse como jornaleros a otra zona rural del país. Eran sin duda algunos precarios, de acuerdo con el sentido etimológico de la palabra. Un término que deriva de prex, precis sustantivo que en latín significa ruego o súplica (de ahí también la plegaria), por lo que precario indicaría lo obtenido a base de ruegos y súplicas. Así era: los precarios ingleses del XVII suplicaban porque se les concediese un trabajo, aunque fuera temporal y en malas condiciones; si no, se veían obligados a vagar de una ciudad a otra sobreviviendo a base de limosnas y pequeños hurtos.

La de precario, huelga decirlo, era una condición inestable: bastaba una mala cosecha o un trabajo perdido para que el jornalero, aprendiz o criado en busca de empleo pasara a convertirse en vagabundo "profesional" (en outsider que diríamos hoy). Y en ocasiones esto ocurría por voluntad propia de los jóvenes, tal y como relata el historiador B.R. Burg: "Los sirvientes insatisfechos con su propia suerte huían a menudo de la casa de sus amos y podía ocurrir que se juntaran con un aprendiz también en fuga o con vagabundos, jóvenes mendigos y toda clase de jóvenes de dudosa profesión que, reunidos en bandas, constituían una presencia constante en los caminos, pueblos y ciudades" (1).

La comunidad vagabunda ofrecía al joven on the road los medios de subsistencia y de protección para salir adelante y unos lazos de fraternidad que no eran concebibles en otros ámbitos sociales. Los códigos de conducta y valores de estos grupos de jóvenes (en su práctica totalidad conformados solo por hombres) representaban una alternativa cultural a los dominantes(2) Valga como ejemplo que la homosexualidad era tolerada en estos círculos.

Las clases dominantes reaccionaron para poner freno a este fenómeno. En vez de atacar las causas socioeconómicas que favorecían la multiplicación de las bandas de vagabundos, como la concentración de la propiedad de las tierras o las pésimas condiciones laborales, recurrieron a la criminalización del simple vagabundaje. Una dinámica que tuvo que ver con creación de alarma social en la opinión pública. Pero sobre todo con la progresiva ampliación de los comportamientos penalmente perseguibles, que se dio en paralelo en toda Europa. En este caso, las principales medidas represivas adoptadas por las autoridades fueron la deportación transoceánica (a las posesiones británicas en las Antillas o "Indias Occidentales") o el reclutamiento forzoso en la marina militar.

Muchos de estos jóvenes perdieron la vida combatiendo en guerras o cruzando el océano. Sin embargo, también hubo quienes en lugar de soportar los abusos militares o la explotación económica decidieron unirse a las hermandades de bucaneros y piratas. No es de extrañar entonces que muchos códigos de conducta pirata se asemejaran a los de las comunidades de jóvenes vagabundos. Ambos contrapuestos al modelo dominante occidental de entonces. Por ejemplo, ha quedado documentado que la división del botín entre los bucaneros se hacía en partes iguales (el capitán solía recibir solo una cuarta parte más) y que las torturas y los castigos estaban prohibidos.

España, siglo XXI. Hay comparaciones que saltan a la vista: miles de jóvenes tienen como único horizonte alternar paro y precariedad, suplicar a una ETT para que se les conceda un trabajo, aunque sea temporal y en malas condiciones; la criminalización y la represión es la respuesta del Gobierno frente al aumento del descontento y la protesta social (es de hace unos días la aprobación de la nueva Ley de  Seguridad Ciudadana o "ley mordaza" en el Congreso); la deportación forzosa es también una realidad, pues el paro, la precariedad y, en definitiva, la imposibilidad de poder desarrollar un proyecto vital aquí, hacen que la única salida para muchas y muchos jóvenes sea probar suerte en el extranjero: la vía del exilio.

Los tantos paralelismos que se podrían trazar tienen bastante que ver con el nuevo proceso de cercamiento que estamos viviendo. En su momento las élites se apropiaron de las tierras comunales igual que hoy quieren poner coto —bajo procesos de privatización o mercantilización— al acceso universal a la educación o la sanidad pública. Si observáramos a vista de pájaro esta coyuntura de cercamiento a nuestros derechos, quedaría claro que lo que está en juego es un nuevo reparto de la riqueza. Pecisamente, lo que está en disputa en este momento de excepcionalidad histórica es si este nuevo reparto se resolverá a favor de los intereses de la mayoría social o de las élites.

Con una pizca de orgullo (y de optimismo de la voluntad), podemos afirmar que en España estamos mejor posicionados que en otros países para que la contienda se resuelva a favor del pueblo y no de la oligarquía. Desde las plazas del 15-M pasando por las mareas ciudadanas, las redes de solidaridad popular, la lucha contra los desahucios o los conflictos laborales, hasta el último hito que constituyen los Ganemos orientados al asalto institucional. Es más, la denominación de esta última iniciativa no es baladí y deja clara una cuestión fundamental: ya no nos valen las historias de vagabundos o piratas del XVII, de alternativas sociales efímeras y en los márgenes sociales. El reto, aquí y ahora, es el de ganar y construir juntos un nuevo país.

 

(1) Sodomy and the Pirate Tradition: English Sea Rovers in the Seventeenth-Century Caribbean

de Barry Richard Burg (1983).

(2) Teppa. Storie del conflitto giovanile dal Rinascimento ai giorni nostri de Valerio Marchi (1998).

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