Punto y seguido

Todas las mujeres de Dios

A pesar de que la mayoría de las religiones desprecian a las mujeres y santifican su discriminación, ellas han sido fervientes practicantes y transmisoras de sus androcéntricas tesis. Miles de años de vejación, además de temor a los castigos divinos y humanos, han hecho que interioricen y asimilen un estatus inferior y renuncien a su derecho al poder.
A las mujeres, creyentes o no, les afecta la influencia que ejerce la religión sobre las leyes y las tradiciones que siguen sosteniendo el apartheid sexual en contra de la mitad de la humanidad.
Los textos sagrados, llenos de ofensas contra la dignidad y la inteligencia de la mujer, la consideran perversa e incapacitada, por lo que requiere la tutoría del varón para no perderse; la excluyen de la actividad científica y artística y, de paso, hacen apología de la violencia contra ella, proponiendo a los hombres matarla si es rebelde y apropiarse de su cuerpo como parte del botín de guerra.

La teoría creacionista que justifica la supeditación de la mujer al hombre –¡pues es él quien la pare a ella!– es una deformación de la mitología sumeria en la que la diosa Innana encarga a Nintin, la Dama de la Costilla, cuidar de la columna vertebral del dios Enki, dañada por una maldición. Fueron los pastores babilonios que dominaron aquella tierra los que manipularon sus mitos, rebajando la categoría de las diosas madre a brujas, mujeres con poderes malévolos.
A partir de entonces, el maniqueísmo se ceba en las mujeres. O son santas (obedientes, sumisas y devotas) o rameras y corruptoras de la espiritualidad de los varones, como Lilith, la primera esposa de Adán que se negó a someterse y abandonó el cielo en busca de la libertad en la Tierra.
¡No aprenden de la historia! Perdieron a los trabajadores por defender a los patronos; a los intelectuales por apoyar a los dictadores más sanguinarios; y ahora se enfrentan a las mujeres, incluso a las teólogas feministas, que exigen el fin del patriarcado carcomido dentro y fuera de las instituciones ostentadas por el clérigo.
¡Que las ceremonias religiosas sean boicoteadas hasta que se pida perdón a las mujeres y se declaren derogados todos los preceptos sagrados que vulneran su igualdad con el hombre!

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