Punto y seguido

Matar muriendo

Desafiando al instinto de supervivencia, hay personas capaces de poner fin a su existencia, convirtiendo su propio cuerpo en una bomba. Estremecedor, y no por la brutalidad que implica ni por sus consecuencias, sino porque lo normal es que uno mate sin arriesgar la vida y, si puede aniquilar a cientos de personas con un avión no tripulado, sentado en su despacho, incluso será galardonado como héroe. La religión condena el hecho de quitarse la vida, entendido como un desafío a la autoridad de Dios, pero no entregarla en pos de una causa colectiva o divina, como Santa Apolonia, que se lanzó a la hoguera evitando renunciar a su fe y aun así fue considerada mártir. Es el "suicidio altruista o sacrificial" de Durkheim.

Morir matando es la otra vertiente del auto de sacrificio. "¡Muera yo con los filisteos!", gritó Sansón al caer prisionero tras matar a decenas de filisteos mientras pedía a Dios que le devolviese su fuerza para ofrecerle en sacrificio su vida y la de ellos. Así, acuñaba de paso el concepto de "daños colaterales" o de "castigo colectivo" a los inocentes por estar en el bando contrario. Los fedaínes –literalmente, "quienes se sacrifican"– del Viejo de Alamut, Hasan Sabbah, hicieron temblar los pilares del imperio islámico con atentados selectivos contra los sultanes que oprimían a los pueblos avasallados, quitándose la vida si no lograban escapar tras el magnicidio. El retorno del sacrificio humano como ofrenda a un principio supremo o a un valor que peligra es capaz de convertir en kamikazes a los pilotos japoneses, en suicida a un defensor de las libertades en una dictadura, o a un palestino, iraquí o afgano que, a falta de tanques y cazabombarderos, utiliza piedras, zapatos o su propio cuerpo para defender su tierra de los agresores.

Niños discapacitados en los atentados suicidas de Al Qaeda y presos con cargos delictivos reclutados por el Pentágono para abastecer a sus tropas en las guerras. Carne de cañón de perversas intenciones. En octubre de 2005, dos comandos del Régimen Especial de Reconocimiento del ejército británico fueron detenidos en Basora, Irak, disfrazados de árabes y armados con detonadores de control remoto cuando abrían fuego contra una manifestación chiíta. ¿Pretendían justificar la ocupación bajo el pretexto de que "si nos vamos, se matarán entre ellos"?

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