Punto y seguido

Descifrando el velo

Cuenta la Biblia la historia de Jacob, un joven que le pidió la mano de Raquel a su tío Labán a cambio de trabajar siete años en su granja. Él le engañó, entregándole su otra hija, tras cubrirla con un grueso velo, prenda que le despojaba de su identidad singular.

De un velo impuesto a la mujer por un hombre, a otro velo que coronará su cabeza por coacción: el fuego del infierno. Es el que explica la razón por la que dios le premió con siete hijos sacerdotes: "Ni un solo día de mi vida las vigas de mi casa han visto mis trenzas", insinuando que el velo, además de ocultar a la mujer, servía para reclutarla. La Sharia musulmana les recomienda que se cubran incluso ante otras mujeres, aunque les deja mostrar la cara y las manos, mientras el Corán –que no presta mucha atención al atuendo de los fieles–, en su versículo 24:31, les pide tapar sólo su escote, ya que son ellas responsables del honor y de la sexualidad de los varones.

Enfoque sexual que relaciona la vestimenta con el pudor. En el Génesis las hojas de parra esconden "las vergüenzas" de la primera pareja una vez que se ruborizan al mirarse. Más tarde, aquellos que se vistan con decoro serán los inocentes, triunfadores y elegidos, autorizados para arrancar la ropa a los "malos" para humillarlos. Así empieza la misión moral de los tejidos: a más exhibición de la cabellera, menos castidad.

Aunque el ser humano inventó la vestimenta para protegerse de las inclemencias del tiempo, luego la llenó de simbolismos: poder, distinción, identidad étnica, roles, religiosidad... En Sumeria, fueron las educadoras sexuales de los templos quienes, para diferenciarse de otras devotas, se pusieron un pañuelo en la cabeza. Entre los judíos, el velo fue la señal de la autoridad del hombre sobre la mujer.

En Persia y Babilonia, las aristócratas se cubrían en público con un tul, exhibiendo su clase social, la misma razón por la que el Corán pide que las creyentes se distingan: "Para que sean reconocidas y no molestadas". Las plebeyas, al igual que millones de trabajadoras musulmanas de hoy en día, llevaban un atuendo práctico para poder plantar arroz o recoger el trigo.
El Corán desvincula el velo de la fe: "Las mujeres que han llegado a la menopausia, que no esperan un nuevo matrimonio, no cometen falta al deponer sus velos de adultas, siempre que no exhiben sus adornos" (24:59).

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