Punto y seguido

Aborto: bolcheviques y Dios

Desde hace algunos miles de años, e independientemente de que el Gobierno de Lenin fuese el primero en legalizar el aborto (1920), las mujeres se han visto forzadas a interrumpir su embarazo sufriendo una de las experiencia más duras que un ser humano pueda vivir. Un embarazo prenupcial, una violación, el temor de no poder alimentar una boca más o no tener acceso a los medios preventivos han sido algunos motivos.
Hoy, unas 43 millones de mujeres deciden abortar al año; cerca de 70.000 se dejan la vida en el intento. En Argentina, el aborto clandestino es la primera causa de muerte materna.
Dios y el hombre se han unido para controlar las entrañas de la mujer. La intervención de las autoridades político-religiosas en la regulación de la vida privada de los ciudadanos para incrementar la población fue la respuesta a situaciones extraordinarias –epidemias, guerras y crisis de subsistencia que diezmaban la población–. La necesidad de repoblar la comunidad mantenía la esperanza de que ellas engendraran más hijos, garantizando así la supervivencia del grupo e incrementando su poder frente a otros. Prohibir el aborto, la homosexualidad y los métodos anticonceptivos, u ofrecer incentivos económicos a los matrimonios con hijos, han formado parte de dichas políticas.

El infanticidio de antaño era la continuidad de los abortos deseados y no realizados. En las desérticas tierras se eliminaba las bocas "sobrantes" sacrificándolas en los altares de los templos para evitar un conflicto moral.
Todas las religiones establecen el principio del respeto a la vida humana. Sin embargo, la Iglesia de Roma, a pesar de compartir un mismo Dios con el judaísmo y el islam, se aleja de ellos al considerar la animación inmediata del embrión, confundiendo la vida biológica con la humana. Los otros dos credos defienden una humanización retardada, que fijan en la infusión del espíritu en el cuarto mes después de la concepción. Además, al considerar que la vida de la mujer prevalece sobre los derechos del no-nacido, le permiten a la mujer interrumpir la gestación si su vida corre peligro, independientemente del tiempo transcurrido.
A los padres de los 170 millones de niños que hoy pasan hambre se les mintió al prometerles que Dios les pondría un pan debajo de sus brazos.
El aborto legal, seguro y gratuito es de justicia, además de un derecho.

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