Punto y seguido

«Decidme cómo es un árbol»

El 18 de julio, Día de Mandela, el arquitecto del final del apartheid, podría haber sido una invitación a recordar a los que como él han pasado décadas de su vida tras los barrotes, luchando por sus ideales. Donde las noches son eternas, los días pasan desapercibidos y en los que cada minuto, cada segundo, es un suspiro interminable. Para que alguien resista recluido y a merced de seres que quizás un día fueron humanos, no hace falta sólo tener unas convicciones inquebrantables, sino también estar en disposición de sacrificarse por los demás.
Por estas latitudes, el poeta Marcos Ana se convirtió en el preso político con más años de cárcel franquista a sus espaldas, unas dos décadas. Hoy, libre, sabio y anciano, llama a salvaguardar lo conquistado con tanto dolor y entrega. En el registro del libro Guinnes del record de cautiverio por los nobles ideales de libertad y justicia social no aparecen el nombre, apellidos y rostro de otros históricos soñadores, como el del periodista birmano Win Tin, el activista amerindio Leonard Peltier, la independentista portorriqueña Lolita Lebrón o el marxista iraní de etnia azerí Safar Qahramani.

Este último llegó a ser el más veterano de los presos políticos del mundo. Encarcelado en 1947 por el Sha Reza Pahlevi, no pisó las calles hasta el derrocamiento del dictador en 1979. En su honor, el gran poeta Ahmed Shamlu escribió "sus raíces alcanzan el corazón de la tierra / abrió su abrazo al universo para dar amparo a otros tigres enjaulados". Hajari, Keimanesh y Shalutki, tres de los compañeros con quienes compartió adversidad, fueron más tarde fusilados por el régimen islámico, a pesar de haber sobrevivido un cuarto de siglo en las mazmorras de Pahlevi. No puede faltar en esta lista de "los que luchan toda la vida, y son los imprescindibles", que diría Brecht: el líder comunista Alí Amúi y sus 37 años de sobrevivir a las torturas en las prisiones del Sha y de Jomeini.
He aquí un brevísimo recordatorio para mantener viva la memoria histórica de los pueblos. En este preciso instante, en diferentes lugares, invisibilizados por cualquier tiranía en la insalubre sombra de una celda, más Mandelas aguardan con robusta paciencia, sabedores de que al invierno le sigue la primavera.

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