Punto y seguido

Mercaderes de la caridad

En una escena de la película El chico, el pícaro Charlot propone al niño romper unos cristales del vecindario para lucrarse con vidrios nuevos. La parábola del gran cómico recuerda a aquellas cumbres que reparten el pastel de las pretendidas reconstrucciones de naciones enteras, antes destruidas por los propios convocantes.
Quienes provocan guerras o empobrecen territorios exhiben a la vez carteles de apoyo a los huerfanitos de las Chimbambas. Te proponen apadrinarlos en los mismos bancos que por aquí desahucian sin pestañear a ancianas que no han podido pagar dos letras. ¡Hasta Bush se apunta a la filantropía con los sin techo de Haití!
El asistencialismo, promovido por las ONG, se presentó a finales de 1980 como un eficaz mecanismo para acabar con el subdesarrollo. Fecha que coincide con el retroceso de las fuerzas de izquierda y la expansión del neoliberalismo. El cooperante compasivo iba a desbancar al activista político para neutralizar las protestas de los afectados.
Sin cuestionar el sistema que reproduce seres vulnerables en masa, las ONG en el Sur despolitizan las reivindicaciones populares y narcotizan el espíritu crítico de los destinatarios, que reciben humillados la limosna de los pudientes, en vez de organizarse para establecer la justicia social. Además, dichas entidades desacreditan el servicio público de los estados, en beneficio de la iniciativa privada.

En el Norte, se sirven de la publicidad sensacionalista. Manipulan la generosidad efímera de la gente y hacen creer que la raíz del problema es la falta de moralidad y de solidaridad, que la solución reposa en la compasión, en repartir limosnas.
Cuánto más socios tengan, más subvenciones recibirán. Los ingresos irán, en buena parte a propaganda y a gastos administrativos, como los salarios de cooperantes profesionales que a menudo se reciclan, se promocionan y escalan en su estatus social, lo que cuestiona que la ayuda sea "desinteresada".
La pobreza siempre ha sido rentable para una minoría, si no ya la habrían prohibido hace mucho.
Las injusticias sociales decrecen sólo a través del cambio en la correlación de las fuerzas políticas a beneficio de los partidos progresistas.

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