Carta con respuesta

Otra verdad incómoda

Mientras el debate sobre el cambio del clima se calienta, me extraña que muchos de los expertos ignoren una de las principales causas de la degradación ambiental: la sobrepoblación. Hemos estado engendrando como langostas y devorando todos nuestros recursos naturales. Un ser humano vive hoy un promedio de tres generaciones (75 años o más en el primer mundo). Con sólo dos nacimientos por pareja, cuando nos muramos mi mujer y yo habremos dejado 12 seres más en el mundo. No es aritmético, sino geométrico. El planeta no puede sostener tal crecimiento, sobre todo cuando todos aspiramos a un estilo de vida del primer mundo. Afrontar el problema significa enfrentarse a temas difíciles: morales, éticos y sociológicos. Es incómodo abordarlos, pero si los ignoramos, las consecuencias para la humanidad serán inimaginables.

RICHARD M. MCBRIDE, Valencia

Ya Malthus señaló el mismo problema hacia 1798: la población aumenta en progresión geométrica, mientras que los recursos lo hacen en progresión aritmética. Por consiguiente, algún día se producirá la catástrofe. ¿Cómo evitarla? ¿Cómo controlar el aumento de la población? Para Malthus estaba claro: hay que elevar la tasa de mortalidad. Como primera medida, habría que eliminar la compasión. Un Gobierno responsable no debe escuchar cantos de sirena humanitarios, su obligación es proporcionar epidemias, guerras y hambre. ¿Protección a los pobres? Todo lo contrario: que construyan sus viviendas en lugares insalubres, de tal forma que las infecciones los vayan diezmando. ¿Sanidad pública? Si no dejamos actuar a las plagas, si nos obcecamos en la filantropía mal entendida y vacunamos a la población, precipitamos el desastre. ¿Alquileres para jóvenes? ¿Para qué? ¿Para facilitar que se reproduzcan a mansalva? ¡Hasta ahí podíamos llegar!

Hoy en día las autoridades parecen tener ya plena conciencia de la "verdad incómoda" y colaboran, a través de la multiplicación de conflictos bélicos y otras formas de violencia. La Iglesia presta una ayuda decisiva: favorece, con su prohibición de usar condones, la propagación de epidemias. Las compañías farmacéuticas y su actuación en los países pobres son otra pieza clave de la estrategia malthusiana. Por último, la conciencia ecológica de Al Gore se suma al esfuerzo: a los países pobres hay que bombardearles, pero jamás permitirles que contaminen (y se desarrollen).

Vamos por el buen camino. Por desgracia, aún hay tontos útiles, ingenuos que defienden la redistribución, la igualdad y el desarrollo. ¿No decía Indira Gandhi que el mejor anticonceptivo es un tractor? ¿Tractores? A los pobres lo que hay que darles es armas, para que se maten entre ellos y así los demás podamos seguir consumiendo.

RAFAEL REIG

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