Carta con respuesta

Matar al padre

He leído que han denunciado al ex canciller Schmidt por fumar en público. En España el rey fuma en actos oficiales, por ejemplo en la celebración de su cumpleaños, o cuando estuvo en el Parador de Ceuta. Esto es conocido públicamente y nadie ha sido capaz de denunciarlo. El rey una vez más es un tema tabú. Creo que denunciar esto compete a todos los medios de comunicación, pero sobre todo a ‘Público’, dados los postulados que defiende.

RODOLFO ALMAZÁN ALTUZARRA SORIA

 

Me acabo de cambiar de casa y he leído su carta rodeado de pilas de libros por ordenar. Qué casualidad, el primero que he topado en el pasillo ha sido Tótem y tabú, de Freud. ¡Pues claro que el rey es tabú! Faltaría más, para eso es un tótem, al que se protege con prohibiciones tabú (no se le puede tocar, no se le puede caricaturizar en El Jueves, etc.). "Son personajes privilegiados, tienen derecho a hacer lo que a los demás les está prohibido y a gozar de aquello que para los demás es inaccesible", afirma Freud (en efecto, fuman donde quieren), "pero la misma libertad que se les reconoce se halla limitada por otros tabúes que no pesan sobre los individuos ordinarios". Exacto: por mucho que se fotografíen en una mesa camilla con jersey de cuello a la caja. Freud asegura que "el sentimiento afectivo hacia el soberano comporta un poderoso elemento de hostilidad inconsciente". Sin duda: la empalagosa felicitación de Zapatero no es más que un magnicidio disimulado mediante la cursilería. Si comienza: "¿Qué se le puede desear a un príncipe?", ¿no pregunta en realidad qué se le puede regalar a un niño malcriado que ya lo tiene todo? ¡Si la hubiera leído Roland Barthes!

La monarquía es un síntoma (y un sistema) neurótico: "los impulsos hostiles contra el padre y la existencia de la fantasía optativa de matarle y devorarle provocan la reacción moral que ha creado el totemismo y el tabú". Cuando uno se siente culpable (por el secreto deseo de matar al príncipe), lo primero que hace es escribir una delirante carta de felicitación. El origen de nuestra monarquía es el sentimiento de culpa por haber matado al rey. O por haber deseado matarle: es lo mismo, según Freud. O, según creo yo, por no haber matado al padre Franco, que nombró a su sucesor.

Para Freud (un pensador reaccionario, en mi opinión) la única salida al complejo de Edipo es madurar: resignarse al "principio de la realidad" y renunciar al "principio del placer". Y en ésas estamos, madurando: justificando la monarquía por su utilidad, sus servicios a la democracia o su "normalidad". Intentando convencernos a nosotros mismos de que, en realidad, el padre tiene razón. Como antídoto, ahora me voy a poner un whisky y releer la Carta al padre, de Kafka.

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