Carta con respuesta

Niños yunteros

Los medios han publicado la noticia de la retirada de carne del mercado: el matadero del que provenía tenía denuncias por maltrato animal. No seamos ingenuos; ¿acaso en los mataderos de nuestro país los animales son tratados bien? ¿Van felices a enfrentarse a una muerte violenta? ¿Les dan masajes y les ponen alfombra roja? El maltrato se da diariamente en todos los mataderos. Por ello cada vez somos más los que optamos por una alimentación vegetariana, porque no es necesaria para nuestra supervivencia ninguna forma de explotación de los animales.

ALEJANDRA GARCÍA FERNÁNDEZ BARCELONA

Los mataderos, como su propio nombre indica, son establecimientos donde se mata a las reses para su consumo. Entiendo que si acusan a un matadero de malos tratos a los animales no será porque los maten, como es su obligación. Eso sería tan idiota como denunciar a una fábrica de tomate frito por triturar tomates vivos y causarles así enormes padecimientos. En punto a sandez, nuestras autoridades no conocen límite, lo admito; aun así confío en que no se atreverían a llegar tan lejos. Imagino que esa clausura obedecería a que les infligían un sufrimiento extraordinario, innecesario

o injustificable.

Que usted sea herbívora o que sólo se alimente de cabezas de langostinos, a mí, como comprenderá, me trae sin cuidado. No se lo recomiendo, pero tampoco se lo reprocho, por supuesto: haga como mejor le parezca. El proselitismo vegetariano, en cambio, me enternece, tiene un simpático sabor decimonónico que me recuerda al mesmerismo o la telepatía: cuando encuentro a un herbívoro me pregunto si no será también esperantista o miembro de alguna sociedad secreta y filantrópica: francmasonería, templarios, rosacruces. A veces fantaseo con que tal vez pueda estar implicado en un complot para atentar contra el meridiano de Greenwich, como en la novela de Conrad. Por mi parte no veo el más mínimo problema en matar animales para comérselos. Los animales, por cierto, comparten mi punto de vista y se devoran unos a otros sin tantos miramientos.

El concepto (tan humano) de explotación, aplicado a los animales, es muy discutible. Confío, sin embargo, en que no me negará que lo que no es necesario para nuestra supervivencia es ninguna forma de explotación de personas (costumbre bastante extendida, por cierto, casi una pandemia). Que un buey (¡contra su voluntad!) tire de un arado a mí no me preocupa; pero imagino que usted sólo comerá verduras silvestres, cultivadas sin malos tratos a los animales de labor. A mí no me duele nada la yunta de bueyes. Como a Miguel Hernández, lo que me duele es aquel niño yuntero: "Me duele este niño hambriento", y también me pregunto: "¿Quién salvará a este chiquillo?".

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