Carta con respuesta

La mejor alfombra

Es penoso y humillante para todos los españoles que algunos, en algunas poblaciones, tengan que hacer cola incluso de noche, sobre colchones, en el suelo, para conseguir un certificado de nacimiento, de matrimonio, de fallecimiento, para tramitar sus asuntos. Están parados despachos y notarías. Personalmente no recuerdo nada igual. ¿Es eso justo?

 Ramona Romeu Virgili Barcelona

Es que usted no sabía que había una huelga? Creo que acaban de llegar a un acuerdo, pero no me sorprende que no se hubiera enterado: las noticias cada día son más sicalípticas. Párrafos y párrafos dedicados a los perjuicios para el ciudadano, al dinero perdido, a los asuntos paralizados y, si hay algún incidente, a cualquier bofetada de más o de menos, protesta de usuarios o carga policial. Resulta imposible enterarse de por qué están en huelga y qué reclaman; a veces no aparece ni siquiera resumido en la letra pequeña.

Por supuesto que una huelga es incómoda y provoca molestias, señora. No obstante, ésa no es la cuestión principal. Lo primero es saber por qué están en huelga. En lugar de hacerse la pregunta que usted se hace (¿es justo que yo no pueda coger el autobús?), hay que preguntarse primero (¿es justa la huelga de los conductores?). Si la respuesta es afirmativa, la solidaridad debe imponerse por encima de nuestra propia incomodidad, ¿no le parece? Si protestamos por las molestias, estamos cerrando filas con el patrón para reventar la huelga. El responsable de las consecuencias es el patrón y a él debemos echarle la culpa. En este caso, al ministro de Justicia, Bermejo, que se ha tirado dos meses haciendo oídos de mercader a una reivindicación justa: la equiparación salarial. Que un trabajador, por el mismo trabajo, gane el mismo salario, con independencia de qué Administración le pague.

Si su hijo vomita, ¿se queja usted de que mancha la alfombra o se pregunta si le duele algo? Si constata que está enfermo, ¿le regaña por haber manchado? A mí lo único que me parece humillante y entristecedor es el tratamiento informativo de las huelgas. Como en tiempos de Franco, la prensa ha decidido impugnar sibilinamente el derecho de huelga y convencernos de que los trabajadores no son más que una pandilla de niños caprichosos y malévolos, que vomitan por gusto, para manchar nuestras mejores alfombras; y a menudo manipulados por esos profesionales del envenenamiento antes conocidos como sindicalistas. Sólo les falta sugerir que quizá sean agitadores extranjeros. Una pena, sí. A este paso, ahora que los estudiantes protestan contra el llamado proceso de Bolonia, volveremos a oír aquello de que, en la universidad, hay muchos que no van a estudiar, sino a meterse en política.

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