Carta con respuesta

Artes liberales

Amparados por instituciones internacionales como el Ecofin y la OCDE y, sobre todo, por la lógica de la vida actual, muchos pensamos en la necesidad de que se ofrezca una formación económica y financiera en la enseñanza obligatoria, la única que por definición está al alcance de todos los ciudadanos. Muy poderosos han de ser los enemigos de esta idea cuando el mismísimo ministro de Economía y vicepresidente del Gobierno, el Gobernador del Banco de España y el presidente de la CNMV, se conforman con conseguir del Ministerio de Educación la posibilidad de establecer un módulo de diez horas para formar en esta materia a nuestros jóvenes alumnos. No parece serio. Debe de tratarse de una broma.

J. FELIPE FOJ CANDEL MÁLAGA

Hace ya 20 años leí un anuncio en The New York Times que ofrecía puestos ejecutivos en una multinacional. Lo curioso es que no pedían candidatos con un MBA, sino licenciados en Humanidades. Decía algo así como: "Si has entendido cuál es el precio de la ambición de Macbeth o qué errores de juicio cometió Lear, sabrás tomar decisiones empresariales correctas". Tenían razón. En otra de mis vidas fui jefe de personal (o Recursos Humanos, como ya se empezaba a llamar): jamás elegí a nadie por lo que sabía hacer, sino sobre todo por lo que fuera capaz de aprender. Lo que uno sabe hacer siempre es un límite; lo decisivo, lo que hace libre, es la capacidad para aprender otras cosas.

Creo que en la enseñanza básica no son tan importantes los contenidos específicos, sino que se trata de fabricar el motor que permitirá adquirirlos. Como quería Montaigne: una cabeza bien construida, en lugar de bien amueblada. Las cosas que yo estudié (latín, griego, filosofía, gramática, etc.) no eran demasiado útiles en sí mismas, pero me han permitido aprender todo lo demás (incluyendo economía y finanzas).

En la antigüedad, había quien sólo adquiría una destreza específica y, para ello, estudiaba artes serviles (ingeniería, farmacia o contabilidad, pongamos). Conocimientos al servicio de una tarea concreta. La educación, el trívium (gramática, dialéctica y retórica) y el quadrívium (aritmética, geometría, astronomía y música), era otra cosa: conocimientos generales que pretendían formar, no simples trabajadores entrenados para un cometido cualquiera, sino hombres libres, capaces de aprender con su propia cabeza. Por eso mismo se llamaban artes liberales. ¿Algo de aquel espíritu no nos vendría mejor, en lugar de tanto inglés y tanta economía? Como resultado de la enseñanza básica, ¿qué queremos obtener? ¿Teleoperadores, contables, empleados eficientes y dóciles, trabajadores adaptados a la demanda empresarial? ¿O quizá hombres libres que aprendan lo que quieran?

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