Carta con respuesta

Violencia patronal

Otro día más, cuatro obreros han perdido la vida en su puesto de trabajo. Se dice que fue un fallo en la maniobra de colocación de un andamio. Pero los trabajadores, que pertenecen a una subcontrata, llevaban tiempo reivindicando que las jornadas laborales no fueran tan extensas. Aunque las condiciones de seguridad se den (algo por determinar aún en este caso) no se debe despreciar el factor humano. Si alguien es obligado a trabajar más allá de lo racional, acabará rompiéndose y será candidato a engrosar la fatídica lista. En los dos primeros meses de este año 165 personas han perdido la vida, un 5,8 por ciento más que en el mismo periodo del pasado año. Debemos entablar un diálogo social que determine las causas de este silencioso holocausto de obreros. No podemos permitir que nadie pierda la vida cuando se la está ganando honradamente.

ANA CUEVAS PASCUAL ZARAGOZA

Fueron seis ese mismo día: además murió otro en Lugo, al caer de una escalera cuando pintaba un edificio; y otro en León, en el derrumbe de la galería de una mina. En Valencia un encofrador había abandonado las obras porque no aguantaba más y contó lo que pasaba: "Los trabajadores están exhaustos. Se veía venir". Los vecinos no podían dormir porque obligaban a los obreros a trabajar de madrugada: lo grabaron en vídeo.

Por eso hace ya tiempo que es urgente, igual que se habla de violencia machista, empezar a hablar de violencia patronal. Como diría el Tribunal Constitucional, se trata de un "arraigado tipo de violencia" que es "manifestación de la discriminación, de la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres", es decir, de los patronos sobre los trabajadores: explotación, subcontratas, empleo precario, falta de formación, turnos agotadores, etc. Todo ello con la complicidad de las instituciones y las leyes. Y no hablemos sólo del escandaloso número de víctimas mortales: también hay a diario malos tratos físicos y psicológicos impunes y que, como es natural, no se denuncian por miedo a perder el trabajo. La situación de desigualdad es tan grave que, diría el Constitucional, aumenta "la inseguridad, la intimidación y el menosprecio que sufre la víctima".

Volvamos a leer al estremecedor César Vallejo: "Un albañil cae de un techo, muere, y ya no almuerza", y luego reclamemos reformas legales para castigar de modo implacable y desigual a los patronos, publicación de listas de maltratadores laborales, protección para las víctimas, multiplicación de inspecciones y que haya por fin una Ley Integral contra la Violencia Patronal. Queremos oír decir también a Fernández de la Vega o a Bibiana Aído que no van a permitir ni una sola víctima más de la violencia... patronal.

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