Carta con respuesta

Vienen a por ti

Decía un simpático amigo que ‘ahora van a venir a por los gordos, primero fueron los fumadores’. Ciertamente, hasta poco tiempo atrás, el tabaco era un complemento social, parecía elegante encender un cigarrillo en determinados momentos y así se plasmaba en el cine, por ejemplo. Ahora, felizmente, el tabaco no está bien visto, no aparece públicamente, ni en anuncios, ni en ningún medio. Pero ahora la impopularidad recae sobre los gordos. No estamos bien vistos socialmente. Diría más, no se nos soporta. ¿Quiénes vendrán después? ¿Los bizcos? ¿Los cojos? A mí me molestan otros, pero no diré quienes son.

MÓNICA SERRA VIDAL SANT CUGAT DEL VALLÉS (BARCELONA)

Cómo no recordar aquel poema atribuido Bertolt Brecht? Primero vinieron a por los fumadores, pero como yo no fumo, no hice nada, no hablé. Luego a por los gordos, pero, como yo soy flaco, tampoco hablé. Ahora vienen a por mí, pero ya no queda nadie que pueda levantar la voz para defenderme. ¿Se acuerda? Pues al parecer es de un tal Martin Niemoeller. En fin, tiene usted toda la razón: los gordos seremos los siguientes. No es que el tabaco esté mal visto y por eso no aparezca ni en anuncios ni en ningún medio: es que está prohibido que aparezca. Hace poco celebraron en París con la máxima resonancia no sé qué aniversario de Jean-Paul Sartre. En el cartel que lo anunciaba, retocaron su fotografía y le borraron el cigarrillo de la mano, con lo que dejaron al filósofo con dos dedos en el aire y un alarmante gesto de afeminado de vodevil. Hasta ese punto llega el justiciero furor justiciero de los que siempre lo hacen todo por nuestro bien. En la próxima conmemoración puede que incluso le corrijan el estrabismo.

La autoridad propende a echarnos la culpa de todo: si tienes cáncer, será porque has fumado; si te da un infarto, será porque estás demasiado gordo; y en general, el que va a la cárcel, será que algo habrá hecho, ¿no es verdad? Si es culpa nuestra, si ni siquiera sabemos cuidar de nosotros mismos, no les queda más remedio que hacerse cargo de todo, siempre por nuestro bien. ¿Lo vamos a consentir? La salud que necesitamos, nuestro peso y hasta las lecturas edificantes que nos convienen ¿las van a decidir déspotas no tan ilustrados en un Ministerio?

Lo que sí escribió Brecht, en cambio, es que toda persona "debe tener por lo menos dos vicios, uno solo es demasiado". Así que levantemos la voz para defender nuestros propios vicios, en lugar de ese único vicio (excesivo y desolador) al que nos quieren hacer adictos: la explotación. Es lo único a lo que nos permiten engancharnos y la única adicción que promueven: el hábito de explotar a otros, de dejarnos explotar, de consentir la explotación en silencio y mirando para otro lado.

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