Carta con respuesta

Vámonos de casa

Dice la vicepresidenta del Gobierno que en el año 2010 habrá en Televisión Española nueve minutos de publicidad en lugar de los once minutos actuales por hora de emisión. Esta mujer no ve la televisión y se fía de algún asesor mentiroso. Que ponga la televisión cualquier día a las diez de la noche y comprobará que se emiten entre 20 y 30 minutos de publicidad antes de que empiece el programa anunciado a esa hora. Esperar hasta el 2010 tiene que ver con el apagón digital, con que las numerosas cadenas de televisión que podremos ver convertirán a la publicidad en lo menos visto.

Antonio Nadal Pería / Zaragoza

Casi nunca veo la tele, pero menos todavía debe de verla la vicepresidenta, si es capaz de tragarse que no hay más de once minutos por hora de anuncios. De todas formas, don Antonio, ¿qué cabe esperar de esa gente? Su principal norma de conducta es la del adúltero sorprendido: negar la evidencia. No es lo que parece (no hay crisis, por ejemplo); ellos pueden explicarlo y arreglarlo (tienen "paquetes de medidas" o crean "Observatorios"). Ni pillándoles in fraganti pierden la cara, como nos ha demostrado el desparpajo de Taguas, por ejemplo.

Cuando yo era pequeño, apenas daba tiempo a salir corriendo para hacer pis, al grito de "¡Cuéntamelo!". Al volver, con la bragueta aún desabrochada,  resulta que ya se habían cargado a uno o dos más. Por la tarde había programas infantiles y entrábamos en la casa del reloj, con Valentina, Locomotoro y el Capitán Tan, y por la noche ponían películas y se debatía viendo a Balbín fumar en pipa. Daba gusto. A mi modo de ver, la decadencia dio comienzo con las emisiones matutinas y se despeñó con la aparición de las televisiones privadas, como era de esperar.

Es bueno recordarlo en estos tiempos en que nos quieren hacer comulgar con dos gigantescas ruedas del molino capitalista: las bondades de la competencia y de la gestión privada. En Madrid, Esperanza Aguirre ya ha pulverizado la Sanidad pública y no creo que la enseñanza aguante mucho más. En todos los ámbitos que puedo recordar (desde telefonía a electricidad), la competencia ha hecho subir los precios y bajar la calidad de servicio. Contra toda evidencia, se propaga sin embargo la superstición de que la gestión privada y los criterios empresariales aumentan la eficacia. Hay que negar la evidencia para evitar el divorcio, la ruptura o quizá la revolución. ¿Por amor tal vez? Ni hablar: hay que aguantar por los niños, dicen, para justificar la defensa de sus propios intereses. En eso nos han convertido: en unos críos con demasiados juguetes (tele, fútbol y 400 euros). ¿No va siendo ya hora de que nos larguemos de casa y les dejemos plantados con su pantalla de plasma?

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