Carta con respuesta

Las familias políticas

Rajoy ha pasado de citar al Tato a citar a su primo, a quien no conocía nadie. Lo ha hecho famoso para desprestigiarlo. No se sabe a ciencia cierta si hablaba en serio o se trataba de una mala broma. Según él, ni su primo físico ni los diez mejores científicos del mundo pueden adivinar de un día para otro el clima que hará en Sevilla. El primo estará que trina. A Rajoy no le interesa lo que pueda suceder dentro de 300 años con el clima ni con nada, porque para entonces no tendrá posibilidad alguna de dar la tabarra en la oposición al Gobierno socialista de turno. Lo que a Rajoy le interesa no va más allá de marzo de 2008.

ANTONIO NADAL PEREIRA, Zaragoza

 

No sé de qué se extraña, al PP sólo le interesan los símbolos de mesa camilla: banderas, patria y un primo listo o un cuñado. Aquí, la democracia no es el gobierno del pueblo, sino el de la familia política: es decir, los cuñados.

Se vota al cuñado que a uno le gustaría tener o contra el que más se parece al que de verdad tiene. Todos los presidentes han sido cuñados prototípicos. Suárez: el cuñado simpático, con el pelo cortado a navaja, más listo que el hambre y que encandila a las tías ancianas. Calvo-Sotelo es el cuñado atorrante, que se las sabe todas, el que gana más dinero y te lo hace saber: es hermano de tu mujer, pero no lo parece, porque en todas las familias hay un hermano que es de mejor familia, y ése es Calvo-Sotelo. Felipe era el archicuñado andaluz indispensable en toda familia española, con su puro, su sonrisa y su "eso te lo arreglo yo con dos llamadas de teléfono, quillo". ¿Y quién no ha padecido a un cuñao-sobrao como Aznar, el consabido cuñado que juega al paddle, habla catalán en la intimidad, hace negocios millonarios, pontifica sobre Historia y pone los pies encima de la mesa a la mínima oportunidad? Casi su antítesis es Zapatero: ese cuñado abofeteable de puro bueno y conciliador, el que se pone a terciar en todas las discusiones familiares hasta que consigue que acabe todo el mundo a puñetazos (a menudo contra él).

De acuerdo con mis comprobadísimas teorías súper-científicas, en España sólo tiene posibilidades reales de gobernar un cuñado. Fraga era un suegro innato: nada que hacer. Borrell era el primo catalán. Llamazares no pasa de visita de la casa, al que saludan los niños y se sienta muy derecho al borde del sillón. Fernández de la Vega podría valer como cuñada diabólica (otra institución muy española), la que al final siempre consigue separar a las parejas. Gallardón puntúa como cuñado repelente. Pero Zapatero y Rajoy acaparan todo y además son intercambiables. Parecen concuñados incluso. No cuesta imaginarlos haciendo una paella juntos. Mientras tenga que gobernar la familia política, en lugar de los ciudadanos, no tendremos arreglo.

RAFAEL REIG

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